medio ambiente | abandono en una piscifactoría de la isla

100.000 doradas en peligro

  • Sin comida y sin medios para mantener suficientemente oxigenada el agua, miles de peces están a punto de morir en una piscifactoría de San Fernando cercana a la playa de Camposoto

100.000 doradas en peligro

100.000 doradas en peligro / FOTOGRAFÍAs: román ríos

No son pirañas pero la escena las evoca. Son doradas y revolotean en torno al cadáver de una compañera. Se la disputan, se la están comiendo en una de las balsas. Están hambrientas porque no reciben su ración de pienso desde hace tiempo. Y están en peligro. "Con este calor, si no fuese por el levante de estos días, que oxigena el agua, ya habrían muerto todas", explica Carlos Peci, uno de los ex trabajadores de la piscifactoría que languidece a escasos metros de la playa de Camposoto, en terrenos de la salina La Leocadia, en San Fernando.

Es casi mediodía y acaban de irse dos agentes del Seprona. Han acudido prestos a inspeccionar las instalaciones tras recibir una llamada de alerta. Han comprobado, como les habían advertido, que hay 100.000 doradas que pueden morir de un momento a otro porque no hay modo de mantener la piscifactoría. El agua no se renueva lo suficiente, no se oxigena. Y tampoco llega dinero para la comida de los peces.

Tras una denuncia, dos agentes del Seprona acuden a inspeccionar las instalaciones"Hemos mantenido la empresa hasta que hemos podido", dicen los trabajadores

Los guardias no sólo han observado que si alguien no toma cartas en el asunto se avecina un problema medioambiental que afectaría de lleno a la cercana playa de Camposoto. También han tomado nota de una situación de posible maltrato animal. Algunos peces muertos yacen en las orillas de las balsas. Otros sirven de alimento a las desesperadas y hambrientas doradas que sobreviven aún.

En la piscifactoría, de la empresa Cultivos Marinos Integrales, sólo quedan dos trabajadores de los once que había a principios de 2014, cuando arrancó la actividad con una inversión que pretendía cultivar 200 toneladas de dorada. Ellos dos se encargan de las mínimas tareas de mantenimiento: de meter agua cuando viene la marea. Pero en las instalaciones no hay energía eléctrica desde el año pasado y no hacen su trabajo las dos bombas que deberían dar oxígeno suficiente a los peces.

Carlos Peci explica que el empresario ruso que en 2104 se hizo cargo de las instalaciones (y de los once trabajadores de la empresa anterior, que quebró) aseguró que disponía de la cantidad de dinero necesaria para poner en marcha el proyecto. Los peces volvieron a las balsas. Y la nueva empresa echó a rodar. Pero a mitad de cultivo, dice Peci, empezó a faltar dinero. Y alimento para las doradas. En octubre de 2015, el empresario les prometió a los trabajadores que solucionaría la situación. Pero las cosas fueron a peor. Peci dice que los propios trabajadores fueron resolviendo los problemas, que incluso dedicaron dinero de su salario para comprar pienso para las doradas. Hasta que se acabaron los recursos. "Hemos mantenido la empresa hasta que hemos podido", afirma. Luego, uno tras otro, los trabajadores acabaron por acudir a la vía judicial a reclamar los salarios adeudados. Carlos Peci, por ejemplo, ya tiene la sentencia: la empresa le debe 24.000 euros. Ahora, tras lo que Peci califica como una cadena de mala gestión, sólo quedan dos trabajadores, que están a la espera de juicio. Los dos que se encargan de las tareas mínimas posibles de mantenimiento.

El pasado marzo, el empresario se reunió con representantes de la Delegación Territorial de la Consejería de Agricultura y Pesca. Peci explica que allí le dijeron que debía ocuparse de la piscifactoría y que si no cumplía con sus obligaciones, si no solucionaban la situación lo antes posible, adoptarían medidas drásticas.

El pasado miércoles, los peces empezaron a morir. Nadie había movido un dedo pese a los avisos. Ni el empresario ni la consejería. Las doradas estaban sin alimento. La instalación se llevaba en ocasiones hasta dos días sin renovar agua. Los ladrones entraron en la piscifactoría y robaron doradas. También cable y otro material. Un automóvil de la empresa lo arrojaron a una balsa. Ahora asoma su techo en el agua y al fondo se aprecian unos cuantos coches aparcados. Son de los bañistas que han acudido a la cercana playa de Camposoto, ajenos al desastre medioambiental que se cierne sobre ese enclave.

Los agentes del Seprona que ayer inspeccionaron la piscifactoría se fueron muy preocupados por los que habían visto. También lo están los trabajadores y los ex trabajadores pero hasta ahora, hasta que han acudido los dos agentes de la Guardia Civil, sus avisos cayeron en saco roto. Nadie les hizo caso cuando advertían que 100.000 doradas estaban en peligro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios