Andalucía

Un vecino oyó un grito en el portal la noche de la desaparición de Marta del Castillo

  • Antonio del Castillo no cree que su hija se haya fugado por su propia voluntad porque "como mucho llevaba encima diez euros", no cogió ropa de su habitación y tampoco tiene tarjetas de crédito

Antonio del Castillo salió de su casa a las seis de la tarde y se dirigió con paso decidido a la silla que alguien le había colocado entre los jardines que conducen a su portal, el número 3 de la calle Argantonio, en la barriada de Tartessos, el mismo sitio donde su hija Marta fue vista por última vez la noche del sábado. Se sentó algo retirado de la decena de micrófonos de las cadenas de televisión y de radio colocados en una mesa cedida por un bar y fue recibido por una lluvia de flashes. Comenzó a hablar en una voz tan baja que los propios periodistas le pidieron que se acercara un poco más a la mesa. "Estamos todos fatal. Recibimos mucho apoyo y la Policía no para de trabajar. La gente llama a cada momento y las autoridades también se han puesto en contacto con nosotros".

Apenas tardó medio minuto en romper a llorar. Mientras se restregaba las lágrimas por el rostro reveló el único dato que hasta ahora se desconocía de la desaparición de su hija. "Un vecino oyó un grito la noche del sábado. Llegó a asomarse pero no vio nada y no le dio más importancia. Pudo ser cualquier cosa". El grito oído por el vecino coincide con la hora de la desaparición, entre las nueve y media y las diez de la noche del sábado. Un amigo la trajo a casa en un ciclomotor y la dejó a unos 25 metros del bloque. En el portal la vio después otra vecina, Encarnación, a la que Marta incluso abrió la puerta y saludó.

A partir de ahí se pierden todas las pistas. Marta del Castillo Casanueva vestía una cazadora de pana negra, una sudadera clara y unos pantalones vaqueros. Tiene 17 años y cumple los 18 en julio. Mide aproximadamente 1,65 metros, tiene los ojos verdes y el pelo rubio y largo. "En estos días nos ha llamado gente que dice haberla visto en Alicante, en Jerez y en El Puerto de Santa María. Todo se lo comunico a la Policía, pero no parecen pistas fiables. Una chavala como ella, delgada, rubia y vestida así puede confundirse con cualquiera".

La Policía Nacional ha tomado declaración a los amigos con los que estuvo la joven la tarde del sábado en Triana, incluido el que la llevó a casa, y está rastreando en el ordenador personal para tratar de encontrar algún hilo que esclarezca al menos los motivos de la ausencia. Actualmente los investigadores barajan todas las hipótesis posibles, desde el posible secuestro hasta la de la fuga voluntaria de la menor, algo que la familia no cree. "Como mucho llevará diez euros. No tiene tarjeta de crédito ni tampoco falta ropa ni dinero de casa".

La desaparición de Marta ha generado una movilización ciudadana que trasciende de este barrio situado entre la calle Arroyo y la vía del tren cercana a la estación de Santa Justa. No hay escaparate, farola o semáforo de la zona que no tenga pegado un cartel con la foto de la joven con la leyenda "Desaparecida", su descripción y un teléfono al que poder avisar en caso de que alguien la reconozca. Pero los carteles no se quedan ahí, también pueden verse en el centro y otros barrios de la capital andaluza.

El padre agradece los esfuerzos y las muestras de apoyo. "Están todos volcados. La Policía está trabajando durante las 24 horas del día. Hay dos grupos de investigación con el caso. No paran de ir y venir y yo cada llamada que recibo y que me parece importante la comunico. También se están volcando en el colegio -Marta estudia en el San Juan Bosco-, tanto los profesores como sus amigos". La ausencia de la menor ha supuesto una conmoción para esta familia. Antonio hizo un esfuerzo para comparecer ante la prensa mientras las tareas de portavoz las desempeña su cuñado Javier. "Pero mi mujer está fatal, está como si no estuviera, sedada, con pastillas y sólo se alimenta de caldos".

Antonio admite que su hija es una persona muy inocente y confiada, que le encantaba chatear y tenía contactos con decenas de personas por internet. "Es tan inocente que una vez le dio la clave del Messenger a un amigo. Chateaba con unos primos que tiene en Santander, con una prima de Espartinas, con sus amigos de Chipiona y, sobre todo, con la gente del barrio y del colegio. No es buena estudiante, pero sí muy buena persona, que nunca nos había dado ningún problema". Detrás de las cámaras, los vecinos y los compañeros de clase de Marta seguían repartiendo carteles.

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