Dantesca y desapercibida

Historias tenebrosas y desapercibidas, apariencias falsas que ocultan el espanto, pueden desvelarse por el azar

Cuando el canibalismo, como hábito de alimentarse de miembros de la misma especie, se practica entre seres humanos, que se comen a sus congéneres, se está ante la antropofagia. Práctica que tiene antecedentes ancestrales relacionados con la intención de adquirir, con esa dieta de carme humana, las capacidades y aptitudes de la víctima propicia. O con situaciones extraordinarias y excepcionales, ya en épocas contemporáneas, tras accidentes, tragedias o calamidades en que la subsistencia ante el hambre extrema llevó a los supervivientes a alimentarse de quienes perecieron. Más rebuscadas son las explicaciones del psicoanálisis cuando, ante el óleo "Saturno devorando a su hijo", de Goya, el acto de comerse a un hijo se interpreta como expresión de la impotencia sexual. Pero con las disquisiciones freudianas hay que tener cuidado y si acaso entretenerse, solo eso, con la interpretación de los sueños. Pues bien, en Rusia, una pareja de antropófagos lleva caso veinte años dada a la matanza de personas para descuartizarlas, sacar tiras de piel y preparar conservas con las que darse al papeo -si se permite la vulgaridad para quitar algo de espanto-. La manera en que han sido descubiertos también sirve a otro propósito: el de advertir cuántas historias tenebrosas pueden pasar inadvertidas, cuántas apariencias ocultan conductas despiadadas, y qué imprevistos azares pueden descorrer las negras cortinas de tales desmanes. Natalia, enfermera de 42 años, y Dimitri, de 35, que tales son los cónyuges antropófagos, vivieron durante algún tiempo en la residencia de los empleados de una escuela militar. Desde 1999 parecen haber matado a más de treinta personas para consumir su carne y preparar conservas que, se sospecha, ofrecieron al comedor de la residencia. Hace pocos días, un trabajador en labores de asfaltado encontró en la carretera un teléfono móvil -este es el azar- con fotografías de cuerpos humanos despedazados y de un hombre que mordía la mano cortada de la que se imagina una mujer joven. Localizada la pareja en su domicilio, Natalia confesó pronto, en el congelador del frigorífico se encontraron bolsas de plástico y latas de conserva que tenían fragmentos y preparados hechos con carne humana. Colgadas también había en la casa veinte tiras de piel y se dio con recetas para cambiar el sabor de la carne humana. Asusta esta antropofagia tanto por dantesca como por desapercibida.

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