Ministerio de la soledad

Si la soledad se convierte en un problema de salud pública, en una epidemia, puede necesitar un ministerio

La soledad puede convertirse en un problema de salud pública, incluso en una epidemia y hasta dar referencia a un ministerio, tal como ha decidido el Gobierno del Reino Unido porque casi el 14% de los ciudadanos británicos, más de nueve millones, dicen sentirse solos. De modo que si, en la ficción, el tiempo alcanzó rango ministerial, la soledad convierte la carencia de compañía, voluntaria o no, en competencia administrativa. Así, un estado del ánimo deviene en asunto público y conforma un ámbito del Gobierno dado que, como muestra concreta del interés, más de doscientas mil personas mayores no suelen hablar con nadie, en el Reino Unido, durante más de un mes. De esta significativa evidencia da cuenta el conocido como informe "Jo Cox", de una comisión del mismo nombre en memoria de la diputada laborista que fue asesinada por un neonazi el pasado 2016, además de asociar la soledad con la depresión, la ansiedad, las enfermedades cardiovasculares y la demencia. En un afán de precisión, se afirma que la soledad puede ser igual de perjudicial para la salud que fumar quince cigarrillos al día, o que produce más muertes que otras enfermedades como la obesidad. Conclusiones ante las que no sobrará la cautela porque la relación entre las causas y los efectos no siempre se afirma o sostiene con la debida correspondencia. Ahora bien, la soledad sí da cuenta de la disminución, ausencia o sustitución de instancias que propiciaban la cercanía y la relación directa. Casi se hace tópico -por muy reiterado- aludir a que las redes sociales no procuran compañía, por muchos seguidores o amigos -conceptos, ambos, devaluados con ese uso- que se reúnan en los espacios virtuales. Por otra parte, la soledad buscada -es de entender que en ella no intervendrá el Ministerio de la Soledad- no pocas veces se convierte en oxímoron, en una contradicción de términos de la que deriva un nuevo sentido: la acompañada soledad. Una frase proverbial, "El buey suelto bien se lame", alude a la libertad de quien hace su voluntad sin depender de otros, y a la soltería en tanto que libra de las ataduras del matrimonio, pero también podría aplicarse a la bondad de la soledad cuando quien la busca se encuentra con lo mejor de uno mismo para acompañarse. No se trata, por tanto, de una soledad malsana, ni tampoco propia de misántropos, acaso una soledad exquisita que convenga cuidar para que no transmute en la soledad ministerial.

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