Andalucía

Ahora me toca a mí

En uno de los cientos de mensajes con montajes fotográficos (memes se ha dado en llamar ese invento) que rulan por las redes sociales a propósito de la entrada en prisión de Isabel Pantoja se ve a su hijo Kiko Rivera enseñando el dibujo tatuado en la panza con un rudimentario mapa de la cárcel de Alcalá de Guadaíra. "Tranqui mamá, he visto Prison Break y esto está chupao" dice el personaje. Como broma es desternillante pero el chiste sirve para ilustrar el hecho de que la reclusa que acaba de engrosar los registros de Instituciones Penitenciarias es la presa más mediática de todo el sistema carcelario español y la primera folclórica de su caché en entrar en prisión. Lo hace en calidad de condenada por el caso Blanqueo, una de las causas abiertas a partir de la operación Malaya, proceso por el que ya se encuentran en prisión Julián Muñoz, su ex mujer Mayte Zaldívar y el hermano de ésta, Jesús Zaldívar.

Tras agotar todos y cada uno de los recursos judiciales de los que ha echado mano la defensa para evitar su entrada en prisión -menos el de la solicitud del indulto al Gobierno-, el viernes pasado a las ocho de la mañana, y en el tiempo de descuento dado por la Audiencia de Málaga, Isabel Pantoja entró en el establecimiento penitenciario de mujeres de Alcalá de Guadaíra. Una prisión de lujo o un hotel para presos, como algunos han definido este centro, vale, pero un espacio privativo de libertad donde la cantante tiene que cumplir su condena. "Ahora me toca a mí" debió entonar en sus últimas horas en libertad, nombre precisamente del espectáculo con el que, ajena a todo el escándalo que representa hoy y se ha fraguado alrededor, una bisoña Isabelita Pantoja se presentó en el Gran Teatro Falla de Cádiz en 1981.

Pero, ¿qué tiene que ocurrir para pasar de pisar escenarios a enfilar el paseíllo hasta el interior de una cárcel? Básicamente que la Justicia actúe con la contundencia que lo ha hecho ante un caso de corrupción de estas características.

El camino al presidio sevillano lo empezó a andar en el Rocío de 2003, fecha en la que oficializó -se dejó fotografíar sin miramientos y, cosa rara, sin cheque de por medio- su relación con el alcalde de Marbella. El idilio, según han contado hasta la extenuacion los cronistas rosas, se fraguó meses antes cuando, aún casado con Zaldívar, el edil y ex camarero la contrató para que sirviera de imagen de la ciudad de la Costa del Sol. Por aquel entonces, Muñoz era el más fiel heredero de las formas y tejemanejes de Jesús Gil, auténtico maestro en las ténicas del pelotazo y el chanchulleo político. A la vista está: de aquellos polvos estos lodos. El reguero de casos de corrupción por toda la península tienen su máxima expresión en el literal saqueo a las arcas municipales, porque famosas fueron las referencias a las bolsas de basura que Julián Muñoz llevaba a su casa noche sí y otra también.

La pareja cayó antipática desde el principio y el famoso "¡Dientes, dientes que es lo que les jode!" musitado por Pantoja a Muñoz que captaron reporteros y paparazzi por las calles de Marbella es, acaso, el mejor resumen del peligroso juego que la artista ha mantenido desde entonces con la prensa. En agosto de 2003, el líder marbellí de aquel invento de coalición política que fue GIL (Grupo Independiente Liberal) fue destituido como alcalde en una moción de censura con las primeras acusaciones de corrupción en la que le sucedió Marisol Yagüe, cuyo máximo logro profesional era haber sido integrante de un coro rociero.

Años más tarde, sin que se relajara un ápice la presión mediática y el acecho de la Justicia, en julio de 2006, Pantoja presenció cómo su novio entraba en prisión por la operación Malaya, una macrocausa contra la corrupción con 95 acusados, de los que 50 fueron condenados, entre ellos el presunto cerebro de la trama, el ex concejal marbellí Juan Antonio Roca.

Del caso Malaya se derivó una pieza separada que llevó a la Pantoja a ser detenida y a pasar una noche en el calabozo en mayo de 2007. Pagó 90.000 euros para quedar en libertad. Era el principio del fin de su relación con Muñoz y el principio, también, de este camino que le ha llevado a la cárcel.

La tonadillera fue imputada y juzgada en un proceso que despertó, como era lógico, una expetación mediática con mayúsculas, abonada por las declaraciones de la propia artista en las continuas exclusivas y aparaciones televisivas que no han hecho más que alimentar el morbo. De hecho, su actitud ante la Justicia ha sido otro de los filones para las críticas por parte de sus detractores. En una de las sesiones del juicio, el magistrado tuvo que afearle que siguiera con las gafas de sol puestas ante el tribunal y la llamó al orden por escribir mensajes con su teléfono móvil en la sala.

Cuando el tribunal leyó el 16 de abril de 2013 el fallo de dos años de cárcel, la artista suspiró aliviada, sin saber que en la calle sería sin quererlo protagonista de una de las imágenes más bochornosas de su biografía.

El juez la declaraba culpable, pero todo hacía indicar que no iba a entrar en prisión porque la Justicia suele suspender las condenas de esa duración si se carece de antecedentes.

No ha sido el caso de Pantoja. La Audiencia de Málaga, que además le impuso una multa de 1.147.148 euros que se ha comprometido a pagar de manera fraccionada en los dos próximos años, ya se había pronunciado este mes a favor de que entrara en prisión dado que "resulta incuestionable" la gravedad de la conducta de Pantoja. Según el tribunal, permitió el blanqueo del dinero conseguido de manera ilícita por su pareja, en "su corrompida y delictiva actividad" al frente del Ayuntamiento marbellí. Y pese a que insistió ante el juez que desconocía los negocios de su novio y que ella le mantenía, los magistrados consideraron que ambos ejecutaron un plan para aflorar dinero negro, de modo que de forma premeditada mezclaron las ganancias por las galas y conciertos con los habituales apaños del ex alcalde. Fueron los años de la borrachera de billetes filmados paso a paso por las cámaras.

Con un país emponzoñado con casos de corrupción que salen a flote (casi) a diario, la sala que ha fallado contra Pantoja ha tenido en cuenta en su sentencia que "la repercusión social y transcendencia de tales actividades en la vida española es difícil de cuantificar".

Lo que no hay duda es que la estancia de Pantoja en la cárcel será rentabilizada, por un entorno indefinido y siempre creciente de forma inmediata y por ella misma cuando salga de prisión. El circo, pues, continuará.

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