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Danza y lecturas

La literatura como inspiración

  • Abstracto por naturaleza, el baile flamenco cada vez aparece más ligado a los conceptos y cuida más las letras de los cantes que lo acompañan

La mayor parte de los intérpretes buscan inspiración en la música: el ritmo del llorado Manolo Soler en el caso de Rafael Campallo y su Al compás de Soler (Teatro Central, día 7 de octubre), el itinerario musical desde Alcalá hasta Morón en el de Vaivenes (Teatro Lope de Vega, día 4 del próximo mes), el trabajo que estrena Javier Barón con dirección escénica de Belén Candil y musical de Faustino Núñez... Otros, en cambio, necesitan palabras para arrancar, conceptos que les sirvan de trampolín para saltar hasta donde quieren llegar. Palabras de otros o pensamientos que surgen del propio interior.

En esta Bienal, tres espectáculos han apelado abiertamente a la literatura. El más arriesgado sin duda, en cuanto trabajo multidisciplinar que pretende confrontarse con personajes y con hechos históricos reales, es Alejandrías, la mirada oblicua (Teatro Central, jueves 23 de septiembre), un proyecto de la productora 8co80 en torno a la figura de Alejandro Magno que ha logrado aglutinar, sobre un paisaje musical creado por Raúl Cantizano a partir de distintas músicas del mundo, a bailaores y bailarines de de la categoría de Marcos Jiménez, Marco Vargas, Chloé Brulé y Juan Carlos Lérida con actrices como Ana Malaver. "Llevaba dos años leyendo cosas sobre Alejandro pero ha sido muy difícil darle cuerpo a la historia. Al final creo que lo hemos logrado utilizando, entre otros, textos de Plutarco (Vidas Paralelas) y del Romance de Alexander, adaptados y cantados por Juan José Amador, y poniendo la narración en boca de Olimpia, la madre del rey, que rememora la vida del hijo antes de ser lapidada", dice Elena Carrascal, autora de la idea y de la dramaturgia.

Otro gran texto de la literatura universal, el Infierno de la Divina Comedia de Dante, ha servido de inspiración a Fernando Romero, un creador siempre amante de la experimentación, para expresar, según sus palabras, "el terror y la inquietud de este infierno al que, como Dante, me conduce mi maestro, el poeta Virgilio, y en el que, como puede suponerse, se encuentran casi todos los flamencos desaparecidos, desde Vallejo a La Niña de los Peines pasando por Perrate". De este modo, Paseo por el amor y la muerte (Teatro Lope de Vega, día 30) se presenta como un ambicioso reto, asumido también por el gran bailarín y coreógrafo José Antonio Ruiz -actual director del Ballet Nacional de España y uno de los pocos veteranos en los escenarios de esta Bienal- que interpreta a Virgilio, y por los cantaores Arcángel y Miguel Ortega, alter ego de Dante y de Virgilio respectivamente. Todos ellos, con la colaboración en la dirección escénica de Pepa Gamboa, intentan dar otra vuelta de tuerca más arriesgada aún al huir de la tonalidad típica de la música flamenca y utilizar, como base de muchos cantes y bailes, la música del americano John Cage.

Frente a tanta complejidad, un solo poema de Miguel Hernández (Por tu piel la bancura más bailable, / donde cesa en diez partes tu hermosura, / una paloma sube a tu cintura, / baja a la tierra un nardo interminable…), que este año celebra el centenario de su nacimiento, ha sido el confiado por Isabel Bayón a tres coreógrafos muy diferentes para que le coreografíen los tres bailes que constituyen el primer bloque de su nuevo trabajo En la horma de sus zapatos (Teatro Central, día 3 de octubre). Una pieza que la inquieta sevillana, ya con su propio baile, acompañada por las voces jerezanas de David Lagos y Londro y con las guitarras de Jesús Torres y Paco Arriaga, completa rindiendo un particular homenaje a otros artistas flamencos que han tenido una especial relevancia en su vida artística y personal.

Los tres coreógrafos encargados de insuflarle movimiento han sido Fernando Romero (que ha hecho para ella una guajira con música de Sabicas y Montoya), Florencio Campos (uno de los fundadores de la compañía Arrieritos) y Rubén Olmo. Este último, bailarín y coreógrafo sevillano de flamenco y danza española, se presenta por primera vez en la Bienal con su propia compañía, el próximo jueves 16 sobre las tablas del Teatro Central, con Tranquilo alboroto, un trabajo en el que, entre otras cosas, baila una farruca coreografiada por Israel Galván y rinde un especial homenaje a compañías del pasado tan importantes como la de Doña Pilar López .

Junto a esta literatura con mayúsculas, en muchos otros espectáculos bullen conceptos que reflejan la inquietud, el misterio del existir. A veces en sus aspectos más dramáticos, como hace Eva Yerbabuena en su última pieza, Cuando yo era (Teatro de la Maestranza, días 5 y 6 de octubre). "Como barro que espera ser moldeado, nos hacemos visibles ante el mundo para que él nos ayude a crearnos...", cita la bailaora granadina afincada en Sevilla este fragmento de la idea que ha originado su nueva propuesta tras el celebrado montaje Lluvia.

En otros casos, son conceptos más ligeros, incluso divertidos, pero nunca banales, como los que subyacen en 150 gramos de pensamientos (Teatro Central, día 6), la original pieza culinaria en la que la sevillana Rafaela Carrasco, con ayuda del cocinero-cantaor Antonio Campos, preparará en escena un sabroso plato con ingredientes cien por cien flamencos.

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