Las nuevas coreografías

El baile busca alianzas

  • Pasado el apogeo de las fusiones con otras danzas, creadores como María Pagés, La Choni o Andrés Marín colaboran con sus complementarios

Cada edición de la Bienal supone un reto para los artistas. Los recién llegados porque tienen que probar su valía; los consagrados, para mantener sus posiciones y alejar el fantasma de la repetición. Todos sin excepción aspiran a protagonizar ese capítulo que cada Bienal añade a la historia del flamenco. Por ello, muchos aprovechan la ocasión para sacar a la luz sus últimas creaciones, esas criaturas que han estado fraguando desde antes del verano, en la oscuridad de sus improvisadas madrigueras. No hay lugar ya para el conservadurismo (que no hay que confundir con la transmisión de las tradiciones) ni para el espectáculo improvisado si por ello se entiende el apresuramiento o la falta de rigor.

A esta Bienal sin compañías institucionales ni demasiados veteranos en el cartel, llegan, junto a unas pocas galas y algunas sabrosas pinceladas como la que pondrán mañana en la inauguración Rafael Estevez, Nani Paños, Antonio Ruz y Laura Rozalen, o Mercedes Ruiz en el espectáculo de Santiago Lara, algunos trabajos ya confrontados con diferentes públicos. Entre éstos se encuentran las piezas de de Rocío Molina y María Pagés, el Puertas adentro de El Pipa (Teatro Lope de Vega, día 1), estrenado en 2007, el Grito, de José Maya y Alfonso Losa (Teatro Central, día 18), Algo de Concha Jareño (Teatro Central, día 28) y La pasión según se mire de Andrés Marín (Teatro Lope de Vega, día 20), estrenado este mismo año en el Festival de Jerez. Junto a ellos, más de una decena de estrenos mostrarán sin duda la temperatura y las tendencias del baile actual. Un baile que en los últimos años ha constituido un motor irrefrenable y que, amén de sus logros en cuanto a movimiento, se ha constituido en uno de los acicates más eficaces para los músicos que lo acompañan, retándolos en ocasiones a convertirse en personajes teatrales, a componer músicas nuevas con nuevos instrumentos o a adaptar letras de diferentes autores.

Porque el baile del siglo XXI es un baile de alianzas. La fuerza no reside ya tanto en la fusión sino en la búsqueda del complementario, en la unión con otros artistas, cualquiera que sea su ámbito de procedencia. Alianzas visibles, como la que llevó a Andrés Marín a invitar en su último trabajo al baile casi tribal de la lebrijana Concha Vargas, sin cambiar un ápice su especial concepción de la danza ni esa búsqueda inagotable de sonoridades que lo lleva del sonido de una marimba a la marcha procesional; o a María Pagés a emprender un proyecto con el bailarín belga de ascendencia africana Sidi Larbi Cherkaoui, uno de los más vitales creadores de la danza actual, para explorar juntos (que nunca revueltos) en sus Dunas (Teatro de la Maestranza, 2 y 3 de octubre) un terreno aún poco transitado y lleno de resonancias de músicas flamencas, clásicas y árabes; o a la joven y ya experimentada Rocío Molina con el director de escena, iluminador y artista plástico Carlos Marqueríe en Cuando las piedras vuelen.

Y tampoco faltan alianzas en los estrenos, ya sean de baile para adentro, buscando la empatía con otros coreógrafos y otras maneras de concebir el movimiento, ya sean sólo a la hora de compartir escenario. Intentos todos ellos que, lo quieran o no, acaban poniendo al propio baile -como ha sucedido en todo el teatro-danza de los últimos treinta años- en el centro de sus investigaciones.

Las uniones más visibles son las que se dirigen a otros territorios, como el del teatro en cualquiera de sus géneros, o las variedades y un claro ejemplo es el de La Gloria de mi mare de La Choni (Teatro Central, día 24). En esta pieza la arriesgada bailaora sevillana se ha aliado con el actor y performer en el más amplio sentido del término, Juanjo Macías, para crear un espectáculo en el que, con ese humor que raramente aparece en el flamenco, rendir homenaje a un personaje tan mítico como real: la madre del artista. Un espectáculo dirigido por Estrella Távora y ambientado en los años anteriores a la Guerra Civil española en el que, en palabras de la bailaora, "hemos tenido que luchar con muchos fantasmas aunque, al final, hemos logrado construir una historia con cuatro personajes (compuestos por la pareja protagonista, el guitarrista Raúl Cantizano y la cantaora Alicia Acuña) que hacen realmente de todo en escena. Juanjo, que interpreta a Gloria, mi madre, canta, baila y creo que ha logrado una de las mejores interpretaciones de su vida".

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