De libros

Fabulaciones del pasado español

  • Justo Serna estudia en 'La imaginación histórica' los vínculos de cinco novelistas con la memoria de un país

La imaginación histórica. Justo Serna. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2012. 176 páginas. 20 euros.

Justo Serna sabe que la Historia es algo más que el estudio riguroso del pasado y que la ficción sobrepasa el mero territorio de la inventiva. El catedrático ha dedicado su carrera a analizar los elementos que comparten y diferencian ambas disciplinas, consciente de que la distribución que delimita que "a los historiadores les toca lo real y a los novelistas, lo fabulado" deja en los márgenes muchas imprecisiones que bien merecen su estudio. Más allá de la circunstancia de que hay "obras históricas poco rigurosas, poco fiables" y "ficciones muy documentadas y convincentes", está el poder de la narrativa para adentrarse en el curso de la Historia: algunos relatos que a priori no parten de hechos reales acaban influyendo en las generaciones posteriores y en la visión del mundo que tendrán los habitantes. Serna menciona la Biblia, pero también las series de televisión o las películas, para ilustrar cómo algunas leyendas o personajes acaban calando de manera rotunda en el imaginario colectivo. Y en la peripecia individual que se relata desde la fabulación el hombre se verá reconocido en los sentimientos y problemas del protagonista, en sus incertidumbres. "Podrán cambiar los géneros y podrán alternarse los soportes expresivos, pero lo que no mudará es la necesidad humana", escribe Serna, "la necesidad de extenderse, de cotejarse, de aclararse o de complicarse la vida con invenciones cercana o remotamente inspiradas en la existencia cotidiana". La literatura, desde las peripecias personales que recrea, se ocupa, como ha señalado Muñoz Molina, "de los débiles, de los cobardes, de los fracasados", muestra la otra cara de las crónicas oficiales que glosan las hazañas de los héroes; y la ficción destila así una rara autenticidad: "Con el embuste literario", argumenta Serna, "podemos averiguar muchas cosas de la Historia verdadera. Mario Vargas Llosa lo llamó la verdad de las mentiras".

Sobre la carga de datos e invención, del equilibrio entre lo verosímil y lo ficticio que encierran las novelas y de la mirada que dedican los autores a la Historia en sus páginas reflexiona Serna en su último libro, por el que obtuvo el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, La imaginación histórica. Ensayo sobre novelistas españoles contemporáneos. El investigador ha elegido a cinco autores: Eduardo Mendoza, Luis Landero, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Muñoz-Molina y Javier Cercas. Son voces que no pertenecen a una misma generación, pero "se dan a conocer tras la muerte del general Franco y al hacerlo incorporan y rehacen las tradiciones literarias que la Guerra Civil y la dictadura quebraron o abolieron". A pesar de sus diferentes estéticas y sensibilidades, la interpretación de estos novelistas permite "averiguar qué fue para ellos el pasado, esa contienda del 36 que no vivieron. O qué fue el régimen franquista, que todos padecieron. O qué fue la Transición democrática, que a punto estuvo de atascarse trágicamente", apunta Serna. Porque "la novela expresa miedos, esperanzas y tanteos, repite esquemas y ensaya nuevos caminos. Pero sobre todo en la novela se prueban los autores, hijos de su tiempo: estos varones más o menos desconcertados, contemporáneos de una época que carga con el desastroso pasado español".

Serna se cuestiona si se debe tomar a Mendoza como un guía de la Cataluña real frente a la imagen que transmiten los medios de comunicación. Por sus obras se podría concluir que los catalanes serían "gente cómica o involuntariamente cómica, incluso desquiciada", gracias a unas páginas por las que desfilan "locos o excéntricos que con torpeza, ingenio e impudor malviven o sobreviven en una tierra aparentemente discreta, grave y severísima". Serna, por cierto, se opone a ese desdoblamiento de Mendoza en dos flancos, el autor serio y documentado de narraciones como La ciudad de los prodigios frente al "chistoso, zumbón" que ha parido tantas novelas deliciosas. Limitar a este heredero de Baroja a una sola cara sería, opina el catedrático, "una conclusión facilona".

Landero, entretanto, comparte con Mendoza cierta atracción por la extravagancia. El autor de Juegos de la edad tardía ha explorado, a través de sus personajes, "la mediocridad", las "miserias inevitables de la existencia, breve, banal e insignificante: la nuestra, en una España que pasa de las estrecheces franquistas a la prosperidad material de última hora". Sus criaturas son "caracteres modestamente heroicos o alocadamente imprudentes" con "un anhelo temerario" con el que quieren escapar del entorno miserable en el que viven.

En registros bien distintos se mueve Pérez-Reverte, del que este ensayo destaca "esa España a la deriva" que se repite en sus novelas históricas, donde se configura un país de individuos valientes y, ay, políticos nefastos, contada con recursos folletinescos con los que se gana al gran público y con "guiños y cultismos" que han servido al creador del capitán Alatriste para ser respetado también por el estamento intelectual e ingresar en las filas de la Real Academia.

En el capítulo dedicado a Muñoz Molina, La imaginación histórica pone de manifiesto la madurez y la capacidad de análisis que caracterizan la obra narrativa del jiennense. Serna pone como ejemplo la extensión y complejidad de La noche de los tiempos para subrayar la solidez de un narrador habituado a la hondura: "En cada página nos hallamos ante su difícil realidad, no ante su simplificación, no ante su síntesis, no ante su concepto. Tenemos la impresión de que si lo abreviamos lo estamos menoscabando: como si le restáramos densidad. De ahí, la dilación, la lentitud, pero también el progreso, la tensión: la amplificación que añade matices".

Otro escritor que reconstruye el pasado del país es Javier Cercas, también desde un prisma en el que no es difícil encontrar los vínculos con el presente. Para Serna, el autor de Soldados de Salamina "habla del pasado, del difícil pasado español, de los conflictos recientes: de guerras y golpes de Estado. Aunque, bien mirado, siempre habla de lo que nos acaece ahora, de lo que nos inquieta y sobre todo de los que nos hermana a nuestros antecesores".

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