nerea riesco

"Me gusta la gente que cumple sus sueños sin destruir los ajenos"

  • Nerea Riesco recorre en su nueva novela, 'Las puertas del paraíso', un mundo en transformación, el de la Sevilla y la Granada de finales del siglo XV

Tras otras novelas con las que ya había conquistado al público como Ars Magica, El elefante de marfil o Tempus, Nerea Riesco regresa con un proyecto por el que revela la predilección de las obras largamente codiciadas: Las puertas del paraíso (Grijalbo), una narración en la que ha trabajado cuatro años y que recorre un periodo fascinante, cuando en el último tramo del siglo XV el mundo avanzó de la Edad Media a la Edad Moderna. A través de las peripecias de Yago, un músico ciego, el lector se adentrará en las cocinas de la corte de los Reyes Católicos, instalada en los Reales Alcázares de Sevilla, o en las dependencias del Reino de Granada e irá topándose con personajes que pasaron a la historia como Torquemada, Colón o Boabdil. Una sucesión de prodigios que Riesco narra, como es habitual en ella, con una prosa tan amena como cuidada.

-Ya en la dedicatoria cita Las mil y una noches y habla del placer de contar historias. Este libro reivindica ese placer.

-Totalmente. Me parecía interesante plasmar esa idea de Las mil y una noches, eso de que alguien te cuente una historia y ésta sobreviva de este modo. Lo curioso de este caso es que Yago, el protagonista, no cuenta sólo sus historias sino que también las canta, utiliza la música. Cojo esos romances que nos han llegado como anónimos y dejo entrever que es él quien los ha compuesto.

-Que Yago sea músico permite que sea testigo de importantes episodios históricos.

-Sí. Y al ser alguien al que le falta uno de los sentidos el resto de sentidos se intensificaba, algo que a mí literariamente me parecía muy atractivo, porque me gusta que los narradores no nos ciñamos a lo que se ve o a lo que se oye, que describamos también lo que se puede degustar, lo que se puede palpar, oler... Me apetecía mucho jugar con ese personaje que nunca había visto, que tenía que imaginarse cómo eran los colores, por ejemplo. Eso permitía que el libro fuera muy sensorial.

-Yago y su padre tienen que enfrentarse a numerosas adversidades. Hoy la vida es dura, pero las condiciones de entonces (uno se da cuenta al leer este libro) eran tremendas.

-Casi es un milagro que Yago siga vivo de la manera en la que nació, pero Las puertas del paraíso es una novela de evolución, y quien nos cuenta el libro es el protagonista, que relata cómo empezó de una manera muy complicada y fue luchando para conseguir lo que deseaba, y además de una manera muy bonita. Yo siempre apoyo a quien lucha por sus sueños y no destruye los de los demás.

-Ambienta una parte del libro en la Sevilla majestuosa del Alcázar, pero también la Sevilla sucia que atufa a pescado, la Sevilla de las mancebías.

-Cuando yo llegué a Sevilla fue en primavera y olía a flores. Yo pensaba que ninguna ciudad olía así. Pero la que narro era una época en la que tiraban los orines por la ventana, no había recogida de basuras, había un mercado con carnes y pescados... Quería, como he dicho, una novela muy sensorial, en la que el lector lo oliera todo, y también tenía que recoger eso.

-En su camino, Yago tiene dos historias de amor, la de Concepción y la de Nur.

-Una historia es en Castilla y la otra en el reducto musulmán del Reino de Granada. Concepción es la inocencia y la dulzura, él es muy joven cuando la conoce y se lleva consigo una especie de amor platónico. Nur es la segunda parte de la novela, que se llena de pasión, de emociones. Es un personaje inspirado en la princesa omeya Wallada, que siempre me ha fascinado: una mujer que escribía poemas eróticos y se los leía a otras. Puede que las mujeres hayan pasado desapercibidas a lo largo de la Historia, pero ha habido muchas excepcionales.

-Describe a Boabdil como un hombre al que le pesa su papel en la Historia.

-Hay una especie de paralelismo entre la figura de Yago y la de Boabdil. Cuando me imaginaba la novela y empecé a estructurarla, Boaddil no era más que un telón de fondo. Tenía que aparecer porque la historia abarcaba de 1482 a 1492, pero cuando empecé a leer sobre él me conmovió tantísimo la situación a la que se vio empujado que decidí darle más espacio: tenía muy pocas opciones e iba a ser recordado como la persona que perdió el Reino de Granada. El paralelismo con Yago es porque éste quiere perpetuarse a través de la música, del arte, y Boabdil, tal como yo lo veo, habría preferido ser alguien anónimo, un cabrero con una vida sencilla.

-Gracias a los romances que canta Yago, usted ha podido ahondar en el legado de esas canciones.

-Me divertía ponerle físico a la persona que compuso todos esos romances, algo muy fantasioso porque no sólo estarían compuestos por distintas personas, sino que tuvieron un proceso de creación a lo largo de los siglos. Hablábamos antes de lo dura que era la vida entonces, pero ante esos romances uno se da cuenta de que el trasfondo del ser humano no cambia tanto: se sigue luchando por el poder, por el dinero, por el amor... Las maneras que tiene el ser humano de relacionarse se repiten, no aprendemos demasiado.

-Lo que sí ha variado, por fortuna, es el trato de la sociedad a las personas invidentes.

-En un momento de la trama, a Yago le operan y recupera la vista. Es algo que no me importa contar porque creo que la gente que empieza a leer la novela se imagina que va a ocurrir. El reino de Granada tenía un maristán, que era uno de los hospitales más avanzados de la época, pero no sólo frente al reino de Castilla y Aragón, sino que era famoso en todo el mundo conocido. Ese maristán tenía tales adelantos que contaba incluso con una parte para alienados, decían, gente con problemas psicológicos. Con ellos utilizaban el ruido de las fuentes, del agua, para que se relajaran. Cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada no sabían qué hacer con ese maristán y lo convirtieron en Casa de la Moneda. Que Yago llegara a ver no era sólo una evolución del personaje: quería mostrar el conocimiento que se pierde en guerras y batallas. Como ahora, cuando pones las noticias y ves lo mismo: ahí está esa actitud de lo que ha hecho el otro yo lo destruyo, y planto aquí lo que sea.

-El malo de la función, el artista Oreste Olivoni, demuestra que el talento y la humanidad no tienen por qué ir de la mano.

-Me pasa algo curioso con él. Mis personajes malos me suelen gustar, y cuando voy a algún club de lectura, me dicen: ¡Pero qué personaje más malvado, cómo lo has podido hacer! Y pese a todo entiendo sus motivaciones, sé por qué son así y llego a quererles. Pero en este caso no puedo hacerlo: me cuesta comprenderlo. Oreste llega a donde está porque hay alguien que era más que él y al que él ha destruido. En la novela el tema de la venganza está muy presente.

-Está investigando el mundo del best-seller en una tesis. ¿Qué puede avanzar de ella?

-También en octubre comienza un máster de creación literaria en la Universidad Pablo de Olavide, y mi módulo es sobre la creación del best-seller, y surge a raíz de las investigaciones que estoy haciendo para esa tesis doctoral. Estoy descubriendo datos curiosos. No intento tanto comprender los procesos editoriales que llevan a una obra a ser un superventas, aunque de esos procesos también se hablará en el máster, sino que me interesan las novelas como El nombre de la rosa o El Quijote, esas grandes obras que gustan muchísimo y que seguirán gustando dentro de dos siglos. Félix Palma dice que hay autores que hacen pensar y que hacen soñar. A mí me gusta la segunda idea, aunque tampoco descarto la primera.

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