Jesús Ruiz Mantilla. Escritor

"La sociedad española es un ejemplo de humanismo"

  • El autor une biografía e historia contemporánea en 'Hotel Transición'. La novela obtuvo el Premio Unicaja Fernando Quiñones de Novela.

-Da la sensación de que 'Hotel Transición' ha surgido de un intento de comprender el presente.

-Y también el pasado, porque tiene muchas sombras que en España solemos tardar muchísimo en aclarar. La urgencia de aclarar el pasado, con este rebote que tenemos en el presente, con esta nueva etapa de regeneración, me parecía muy oportuno. Siempre he admirado muchísimo la capacidad de reacción de ingleses y norteamericanos ante su propia historia, sobre todo en el contexto político, con qué frescura y certeza son capaces de analizar lo que les está pasando al trasladarlo a ficción. Por ejemplo, no había pasado mucho tiempo de la etapa Clinton cuando leías Philip Roth con La mancha humana, donde se adentraba perfectamente en ese contexto. O lo que hacía Sorkin con The Newsroom, que te estaba desencriptando lo que había sucedido el año anterior. Lo mismo es miedo, o tal vez es que la actualidad nos sobrepasa y la rehuimos, y muchos años después nos damos cuenta de que lo que ha pasado es importante y nos da por escribir de ello. Creo que toca poner en valor y ser críticos con la sacrosanta Transición. Al menos, yo debía hacerlo para ordenar mi cabeza un poco.

-Al protagonista le dice Juanjo Millás que si él hubiera vivido en un hotel, ya habría escrito una novela. Imagino que da para varias.

-A mí, al menos, me ha dado para esto. Pero es cierto que fue Millás el que me provocó, y tenía mucha razón. A la mayor parte de la gente sus vecinos no se le mueven; en un hotel, el vecindario se mueve todos los días: extranjeros, viajantes, artistas, gente solitaria que acudía de forma habitual... conformando todos una especie de fauna muy insólita, poco convencional. Sólo hizo falta activarme la posibilidad para que me pusiera a recordar, junto a mi madre, que dirigía el hotel en esa época: una mujer con una personalidad muy potente y mucha gracia contando las cosas, y refrescó muchísimas anécdotas. Luego me di cuenta de que, en efecto, pasé la infancia y la adolescencia en el tránsito de la dictadura a la democracia, por lo que podía hacer un paralelismo individual y colectivo.

-"Uno de los males de este país -dice en la novela- es que siguen existiendo los Otelo Bravo y los José Forteza". Es decir, los caciques y los serviles. ¿Qué tipo de atmósfera tenemos que contribuye a que crezcan en gracia y sabiduría?

-Más que crecer, se mantienen. Pero también tenemos un tejido bastante excepcional. El fascismo en España, por ejemplo, fue incapaz de centralizarse en una opción clara, siendo absorbido por una amplia derecha. Cuando eclosiona la Falange, sólo consigue un diputado. Es el Ejército el que da un golpe de Estado para instaurar una dictadura, y mantuvo esa guerra sorda, de largo alcance, durante cuarenta años para aniquilar el enemigo. Luego, la derecha muta su aspecto y se hace más amable. En Alemania, los fascistas salieron de las urnas. También somos una sociedad mucho más madura democráticamente de lo que la gente cree, y más abierta. Todo el mundo dijo que los atentados de París le darían alas a Le Pen, mientras que aquí, tras el 11M, no se dieron exigencias ni aglutinamientos xenófobos. Somos un ejemplo, a pesar de todo.

-Sabemos mucho de las tragedias más evidentes, personales y colectivas, de guerra y posguerra. No se ha subrayado tanto una de las cargas que afianzó la época, que aún colea y que marca la vida de muchos personajes de la novela. La gazmoñería. La pacatería. La moral hipócrita.

-La gazmoñería quedaba aún más ridiculizada por el ansia de libertad que tenía la gente, y que queda plasmado en Cuca o en las tías lesbianas del niño Chucho, que viven todas una especie de liberación almodovariana. Y luego está el lado oscuro, siniestro, de abusos y pederastia en la Iglesia, que encarna Kiko Miranda. Cuando en España ocurra lo que se cuenta en Spotlight, y lo que fue ocurriendo en otros países, todo lo que ha ido saliendo se va a quedar en una anécdota porque aquí era lo normal. Se tiene que destapar lo que se ha ocultado, la villanía que han ejercido muchísimos en la Iglesia respecto a la sociedad. Es una de las cuentas pendientes que tendríamos que tratar de manera urgente.

-Hubo dos detalles que se mencionan que me asombraron mucho. Primero, que ni de un moderado como Chaves Nogales se supiera nada. Segundo, que la Institución Libre de Enseñanza fuera el eje del mal.

-Y para ellos lo era con razón, porque daba sostén a la mentalidad liberal de los burgueses, los comunistas, los socialistas. La Libre Enseñanza se pone en marcha para cambiar una institución oscurantista que está en manos de la Iglesia en España. Me gustaba hacer hincapié en eso. La frase de: "El verdadero peligro, lo peor que le pudo pasar a este país fue la Institución Libre de Enseñanza", la he escuchado yo en boca de esa gente. Es realmente tenebroso. La Institución Libre de Enseñanza tiene una historia de élite de luz, que quería implantar en España una educación liberal, laica, avanzada, progresista. En lo poco que existió, entre su Junta Científica, su Residencia y su labor poética-literaria, dieron a España cuatro premios Nobel: Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, Ramón y Cajal, Severo Ochoa. Qué peligro para quien quería dominar la educación y amarrar a un pueblo dentro del nacional catolicismo y la Iglesia que, hasta hoy, todavía sigue ahí. Se truncaron cosas increíbles, como las Misiones Pedagógicas... A Lorca lo matan entre otras cosas por eso: porque era un icono de todo esto. Es otra de las deudas que sí que llegan hasta hoy.

-Es curioso cómo las series del televisión van saltando, a partir de ese niño Chucho que miraba embelesado la carta de ajuste, a lo largo de la novela. Una sociedad que pasa de emocionarse con 'Ironside' a hacerlo con 'True Detective' es una sociedad que se ha dado la vuelta.

-Hay una evolución moral, de conciencia, de mentalidad. El libro se adentra en ella intencionadamente. Es un gran camino el que hemos desarrollado, aunque sólo sea porque nos hemos convertido en la excepción de Europa de una forma humanista. Hemos de ser críticos con esa revisión salvaje que se propone de la Transición porque, aunque creo que efectivamente se necesitan regenerar ciertos aspectos y deudas pendientes, o la corrupción institucional impuesta de raíz por parte de la clase política y, por qué no decirlo, la Corona, hay que solventarlo conscientemente con mecanismos explícitos y acordados para ello. Pero la Transición también ha hecho una labor de civilización democrática de la sociedad.

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