En abierto

francisco José Ortega

El duro camino hacia estar en las antípodas

EL espejismo de la temporada pasada, con el título del Atlético de Madrid, tan meritorio como dadivoso por parte de los dos colosos, sobre todo de un Barcelona que hasta desaprovechó la última bola de partido ante los suyos, es la única esperanza a la que aún podemos agarrarnos todos los aficionados que sentimos el fútbol como competición y no como un mero espectáculo circense. Se observa con envidia, da igual sana que insana, cómo la Premier está abierta en sus pronósticos a cinco equipos y no queda menos que sentir una cruel impotencia.

Allí cualquier equipo de la zona baja es capaz de invertir diez millones de euros en la contratación de un futbolista en el que crea. Aquí, en esta Liga en la que el Real Madrid y el Barcelona manejan todos los dineros y sueltan algunas migajas para que el resto se conforme, incluido ese Atlético que ya tiene bastante con estar el tercero en el escalafón a mucha distancia del cuarto, los directores generales tienen que hacer magia casi para cuadrar los presupuestos y no incrementar aún más la deuda. Magia se entiende claro está por desprenderse de los principales activos futbolísticos un año sí y otro también para poder traer nuevas apuestas en busca del próximo pelotazo en forma de traspaso.

El Atlético no se salva de esta quemazón y Simeone se calla y trabaja mientras se reconcome cuando ve que ya no tiene a Diego Costa, tampoco a Filipe Luis y ni siquiera a actores secundarios o al cedido Courtois. En el Athletic sufren con la marcha por la vía de la cláusula de Ander Herrera. Siguiendo el orden clasificatorio, el Sevilla se ve obligado a vender a Rakitic, Alberto Moreno e incluso llora la pérdida de Fazio por la sencilla razón de que ya no puede pagarlos y que necesita ese dinero para sufragar las costosas fichas con las que se maneja. Así sucesivamente con la Real de Griezmann y Bravo o el Valencia de Mathieu y Bernat. Por supuesto, éstos son incluso los pescados medianos, los que se comen a los pececillos que van saliendo de los equipos de la mitad de la tabla para abajo en esta ley natural.

Pero es la triste realidad del fútbol patrio, el durísimo día a día para un aficionado que entiende que el equipo de sus amores no puede competir con Real Madrid o con Barcelona y hasta ahí lo acepta, faltaría más. Lo que es más complicado de acatar es que esos dos grandes sean ya Mercedes que luchan en la misma parrilla de salida con un seiscientos. Eso sucede en todas las carreras y, lógicamente, la única opción para que el coche de menor cilindrada se apunte un triunfo, al menos parcial, es que el bólido de la marca alemana sufra una avería a lo largo del recorrido.

Todo lo que no sea eso es la impotencia de verte doblado varias veces durante una carrera. Porque el Real Madrid y el Barcelona pueden fichar todos los años, incluso asumir el riesgo de equivocarse, a un futbolista de 80 millones de euros y varios más de 30 o 40 mientras que los demás, sencillamente, tienen que ajustar la inversión para no gastar ni un euro más del que ingresan. Así hasta situarse en las antípodas. Ya llegará.

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