La pelota de papel

Gestores de grupos y egos

  • Mientras Luis Enrique aprovechó la baja de Messi para que Luis Suárez y Neymar se sintieran rotundas estrellas y el bloque fraguara, el cientifismo de Rafa Benítez no cala en su vestuario.

A Diego Pablo Simeone, uno de los mejores entrenadores del fútbol actual y agudo analista cuando mira a los suyos y también cuando mira a los de al lado, le preguntaron en las tripas del Benito Villamarín su opinión sobre el 0-4 del clásico vivido en el Santiago Bernabéu el día anterior. "Lo que más destaco es ver cómo pueden convivir tres fenómenos como Suárez, Neymar y Messi. Es lindo de verlo, es admirable".

Es la clave principal de este Barcelona que ha ahormado Luis Enrique. Por ahí, por esa delantera, sin duda la más cara y potente del planeta fútbol, le podía estallar el invento a un preparador un tanto inexperto aún. Y por ahí, si era capaz de procurar la convivencia armónica, lo podía llevar a volar más alto que nadie. Y el asturiano ha conseguido lo segundo. Eso que ha ganado el Barça, hoy un conjunto irresistible.

Lo que amenazaba con descarrilar esta temporada al que fue campeón de todo la pasada, la lesión de Messi en los minutos iniciales ante la UD Las Palmas -26 de septiembre, sexta jornada-, ha sido tan bien gestionado por Luis Enrique y por sus pupilos que el gran astro volvió a la hierba el pasado sábado, seis partidos después de quedar varado, en un decorado que ni soñado: sustituyó a Rakitic en el minuto 56 del clásico y su Barça ya ganaba 0-3, ya se había escapado a seis puntos de su más encarnizado rival.

Lejos de que la lesión de Messi conllevara un aluvión de daños colaterales, ha servido para multiplicar las prestaciones, el protagonismo y la confianza de dos primeros espadas, como son Neymar y Luis Suárez. El primer partido de Liga sin Messi supuso una derrota, ante el Sevilla (2-1), en la que jugó algo el infortunio y muchísimo Neymar, que hizo un partidazo. No tanto Luis Suárez. Pero desde entonces la eclosión de la pareja ha sido galáctica, que diría Florentino Pérez.

El Barcelona encadena cinco victorias en las que Neymar ha marcado ocho goles y Luis Suárez otros ocho. Sólo Iniesta, con su misil a la escuadra de Keylor Navas, se ha entrometido en el pulso goleador del brasileño y el uruguayo.

Precisamente el genio manchego ha sido también clave en este periodo sin Messi. Ha aceptado los galones que le dejó Xavi Hernández y juega con pleno protagonismo, abarcando mucho terreno, gestando el juego desde atrás o apareciendo más arriba, como dejó claro en su maravilloso gol en el Bernabéu.

Y en el trabajo sin la pelota, con Busquets como eje -atraviesa su mejor momento, en plena madurez- el grupo se conjuró para que el bloque no mostrara fisuras en este delicado viaje sin el dorsal 10. Luis Enrique le ha dado la vuelta al hándicap, indiscutible, de no tener a Messi: aprovechó el hecho de no alinear tres delanteros-delanteros para armar más al bloque con medios generosos como Rakitic y Sergi Roberto. Ahora, retorna Messi y el Barça será más Barça por el mero hecho de tener al argentino. Pero también porque el bloque se siente más seguro y cree en lo que hace.

Quienes no creen en lo que hacen, y bien que lo demuestran, son los jugadores a las órdenes de Rafa Benítez. Todos los mentideros que beben de las fuentes internas airean que no hay feeling entre entrenador y plantilla, que su mensaje no cala. Cuando Iniesta la clava en la escuadra, el preparador no se dirige a los suyos. Se sienta y apunta en su cuadernillo de forma compulsiva. Su plan científico, su fútbol de bata blanca, no cuaja en un club donde suelen triunfar los entrenadores que son más gestores de grupo, como Del Bosque o el propio Ancelotti, quien solía tener detalles con esos egos mayúsculos con los que trataba. El italiano los invitó a una gran mariscada poco antes del último Barça-Madrid. Los blancos perdieron luego, pero en la derrota, desde el vestuario, nadie señaló al míster. Sí desde la planta noble, donde está la raíz del problema: un presidente que juega a director técnico.

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