Tribuna Económica

Joaquín / aurioles

Empleo y productividad

Si Andalucía consiguiera elevar su tasa de empleo, la tasa de paro a nivel nacional descendería un 20% y el PIB por habitante se elevaría un 17%.

DESDE hace tres décadas el PIB (Producto Interior Bruto) por habitante en Andalucía se mantiene, aparentemente insensible a la acción de las políticas económicas y las coyunturas, en el intervalo del 73% al 78% con respecto a la media española. Pero si Andalucía consiguiera elevar su tasa de empleo (38,4% en 2014) hasta un nivel similar al del conjunto de España (45%) podría reducir su tasa de paro al entorno del 20% (similar a la española en la actualidad), aumentar el PIB en más de 24.000 millones de euros y el PIB por habitante en un 17%. Por otro lado, si la productividad de la economía andaluza llegase a situarse en el nivel de la española, la repercusión en el PIB sería de 14.000 millones de euros, lo que permitiría elevar el PIB por habitante en un 10%. Como se puede apreciar, el histórico subdesarrollo relativo de Andalucía con respecto a España tiene una explicación relativamente sencilla. En sus dos terceras partes se debe a la insuficiencia del empleo, mientras que la tercera parte restante se explica por la diferencia de productividad, llegándose a la conclusión de que si ambas diferencias pudieran corregirse el problema quedaría automáticamente resuelto.

Como se habrá observado, el diagnóstico resulta bastante más sencillo que la solución. Primero porque cuando el empleo o la productividad crecen en Andalucía, también lo hace en el resto de España, lo que se traduce en que los periodos de convergencia, tanto en tasa de empleo como de productividad, se han alternado con los de divergencia desde el comienzo de la autonomía. El balance final puede calificarse de indefinido y condicionado por el periodo de observación, pero los episodios de mejora simultánea en ambos indicadores sencillamente no han existido. Aunque no necesariamente incompatibles, hay que reconocer que se trata de una convivencia difícil en el corto plazo. Los modelos de crecimiento intensivos en capital (1980-1995) suelen venir acompañados de pobres resultados en términos de empleo, mientras que el deterioro de la productividad es habitual en los periodos intensivos en empleo (1997-2005), aunque a largo plazo la relación entre ambas se vuelve mucho más cordial.

Las fuentes de la productividad se encuentran en las características de los factores productivos (educación, en el caso del factor trabajo; tecnología, en el caso del capital), en las características del entorno (infraestructuras, organización y hábitos laborales, ordenación de la actividad productiva, burocracia, flexibilidad de la economía, etcétera) y en la estructura de la producción (participación de las actividades que incorporan niveles elevados de productividad). Como se puede apreciar, nada sobre lo que se puedan esperar resultados significativos a corto plazo, entendiendo como tal la duración de una legislatura. Durante la pasada campaña electoral, el debate político se limitó a la corrupción, los recortes presupuestarios y la salida de la crisis, asuntos de capital importancia sin ninguna duda, aunque también preocupante porque continuar ignorando la importancia de las fuentes de la productividad nos condena a que la próxima crisis nos golpee con una crueldad similar a la actual.

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