Análisis

Rogelio Velasco

Algunos mitos sobre el emprendimiento

Aparte de investigar e innovar, hacen falta comerciales con perfecto inglés y 'business angels', y apenas los hay en Andalucía. En este contexto, las políticas públicas son insuficientes.

CONSTRUIR un nuevo puente, desdoblar una carretera y convertirla en autovía, situar una estación del AVE en una ciudad, organizar un gran evento como la Expo 92 para atraer a miles de personas durante unos meses.

Si el desarrollo económico de un país, de una región o de una ciudad, dependiera de manera determinante de construir una gran obra pública de esos tipos o un gran evento al que acudieran decenas de miles de personas, todos los países, regiones y ciudades lo harían y todos estarían muy desarrollados. La realidad es otra. Una gran dotación de infraestructuras en ciudades o regiones poco desarrolladas suele tener, de hecho, el efecto contrario: que la gente salga más rápido de esa zona, pierda actividad económica y con frecuencia el grado de utilización de esas infraestructuras es muy reducido. Los grandes eventos se olvidan rápidamente.

Viene sucediendo durante los últimos años, que los gobiernos de todos los niveles -especialmente los regionales y locales- están poniendo el acento de sus actividades de desarrollo en el fomento del emprendimiento. Por razones de espacio, no podemos entrar en mucho detalle, pero si apuntar a una de las áreas de I+D que más recursos recibe de las administraciones y sobre las que más esperanzas se depositan para el desarrollo económico, como son las actividades de I+D que se llevan a cabo en las universidades y centros públicos de investigación.

Inventar algo nuevo, como llevan a cabo las investigaciones de los científicos, o las nuevas aplicaciones basadas en la ciencia ya conocida, como hacen los ingenieros, es lo primero y fundamental. Sin esto no hay nada.

Sin embargo, esas innovaciones representan una pequeña parte -no más de un 20%- de los elementos que constituyen las claves del éxito. Y el éxito es vender el producto en el mercado. Si se trata de una innovación tecnológica que pueda utilizarse fuera de mercados estrictamente locales o regionales, el producto hay que venderlo en los mercados internacionales más importantes.

Una primera condición para que esto sea posible es saber hablar inglés. No es posible tener un conocimiento del inglés para vender un producto si no se ha vivido fuera, en un país anglosajón, al menos dos años. En menos tiempo no es posible. No vale sólo con algunos veranos en Irlanda o un periodo corto de algunos meses en Inglaterra. El nivel que seguimos observando en Andalucía es muy insuficiente.

Una segunda condición es la de contar con un equipo de profesionales distinto de los científicos, ingenieros o economistas de la Universidad que hayan inicialmente promovido la idea y el proyecto. Los científicos o profesores de universidad no saben vender, no se dedican a esa actividad, no forma parte de sus competencias. Los promotores del proyecto necesitan contratar a profesionales del sector. No resulta fácil encontrar en el mercado local a profesionales que conozcan el sector en donde se ubique la nueva tecnología. Es necesario estar relacionado con redes de profesionales del sector específico para poder incorporarlos.

Poder vender el producto implica saber a quién hay que ver en la empresa a la que se quiere vender, cómo presentar el producto para la venta, aprender de los errores iniciales que se comenten, asistir a las ferias internacionales relacionadas con el producto concreto, mostrar a los compradores potenciales que se cuenta con el equipo humano adecuado para venderlo, entre otras tareas.

Una tercera condición es la de conseguir financiación para seguir empujando el proyecto, ya sea para desarrollar la tecnología o para llevar a cabo las acciones de marketing y ventas. Los inversores ángeles profesionales son imprescindibles en las primeras etapas de desarrollo. Sobran recursos, faltan ideas y equipos profesionales. Deme una idea y el equipo adecuado y mañana tendrá el dinero.

Pero para que esos recursos lleguen a los promotores universitarios, hace falta contar con inversores ángeles que estén habituados a entender y valorar a nuevas startups. Si los inversores potenciales sólo tienen dinero pero carecen de esos conocimientos, no van a invertir en el proyecto porque no van a entenderlo. Incluso si se atreven a arriesgar su dinero, mejor no contar con ellos porque le darán más problemas que los recursos que arriesguen. No van a entender los tiempos de la startup, sus acciones de marketing, la política de ventas, etcétera. Tampoco entenderán el papel que esa tecnología y ese proyecto pueden jugar en el mercado. En España, sólo en los mercados locales de Madrid o Barcelona se puede contar con inversores ángeles en número y calidad suficientes como para confiar en la financiación del proyecto.

Si el producto nace y se desarrolla fuera de los mercados mencionados, todo resulta más difícil. Por un lado, los profesionales con los contactos y formación requeridos son muy escasos. También lo son los inversores ángeles que entiendan cómo actuar cuando se financia una startup. Andalucía se encuentra entre esos mercados con gran escasez de ese tipo de agentes.

El desarrollo de nuevas iniciativas salidas de la universidad en Andalucía resulta muy difícil porque las condiciones del entorno económico son adversas. No se cuenta con un entorno en donde haya muchos profesionales con las características mencionadas. Tampoco se está cerca de los clientes potenciales del producto, en la mayoría de los casos situados en las áreas de mayor desarrollo y que suponen un atractivo extraordinario para ubicarse allí. Conozco muchos casos de emprendedores a los que incluso Madrid les resulta pequeña y se marchan a San Francisco.

El sector público tiene que dedicar recursos para fomentar la investigación y el desarrollo. Pero no podemos esperar que sólo gastando dinero público, las actividades emprendedoras vayan a transformar de manera significativa el panorama económico de una ciudad o región. El papel del sector privado, con recursos pero, sobre todo, con conocimientos, cultura cosmopolita y contactos con áreas dinámicas a nivel mundial, resulta la variable clave para que esas políticas públicas tengan éxito.

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