Miguel Marín. Músico y compositor

"Ver a la gente bailar tu música es un subidón"

  • De pequeño grababa sus composiciones en cassettes y las enviaba a Radio 3 con la esperanza de que Julio Ruiz le concediera unos segundos en las ondas (nunca ocurriría).

-Ha sido batería de Piano Magic durante cinco años. Pero en su casa se respiraba otra música.  

-Mi madre es sobrina de La Niña de los Peines y cantó con Manolo Caracol y Tomás Pavón. Mi padre fue bailaor de flamenco y llegó a hacer un par de películas con Lola Flores. Tuve flamenco de pequeño todo el tiempo, mi madre cantaba y le tirábamos de la falda para que se callase, pero con 21 años me mudo a Londres y se me despierta ese poso por un amigo inglés al que le encantaban Paco de Lucía y Tomatito.

 

-¿A Inglaterra llegó con lo puesto?

-Llegué sin hablar inglés pero con ciertos conocimientos musicales. Tocaba la batería desde los 9 años aunque no fui al conservatorio. Con 16 ya grababa discos. El segundo de Señor Chinarro, por ejemplo. Era un fanático de los ensayos. Del instituto al local con un bocadillo y a tocar.

 

-Y se cansó, ¿no?

-Aquí nadie se tomaba en serio la música. Incluso tocar en Madrid parecía una utopía. En Londres me compré una batería y puse anuncios en tiendas de música. Me inscribí en el Green College para mejorar y aprender a leer partituras. Tuve un buen profesor, el típico hippie inglés que había conocido a Led Zeppelin y me contaba batallitas. Glenn, el creador de Piano Magic, me llamó justo por uno de mis anuncios. Son cosas que hoy siguen pasando en Inglaterra. Mi chica nos hizo de intérprete, vino a casa, le puse discos de Chinarro y Explosivos Acme y simplemente dijo: Si tocas así, ya estás dentro. A las dos semanas estábamos de gira por Alemania y Holanda.

 

-Esa banda llegó a estar muy arriba. 

-Lo curioso es que en Londres Piano Magic tocaba para 50 personas y en Benicàssim eran 10.000, en Berlín llenábamos, en Francia arrasábamos. Fue un momento creativo muy bestia: empecé con el sampler y la guitarra, en el salón de Glenn, aportando otro tipo de ideas. Después entraron nuevos miembros en el grupo, se respiraba otro ambiente, podíamos vivir de eso. Entonces me dediqué a comprarme maquinitas y a pasarme a la electrónica. Me ofrecieron trabajar para la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi, vi otros caminos. El último disco juntos lo grabamos en 2003 con el sello 4AD. Venían al estudio a vigilarnos, era todo muy surrealista y pijo, 10.000 libras de grabación que se tiraban a la basura porque a ellos no les gustaba el sonido o no nos gustaba a nosotros.

 

-E hizo las maletas otra vez.

-Tras nueve años en Londres me fui a Barcelona y empecé a conocer a muchos profesionales del mundo de la moda. Ahí aparecen mis primeras composiciones para anuncios, con la condición siempre repetida de ser fiel a mi estilo. Muchas marcas han dejado el formato TV y se han pasado a internet, que es el mundo entero directamente y por el mismo o menor precio. Son los fashion films. He trabajado mucho con Gustavo López Mañas, el fotógrafo de películas como Buried o Red Lights. Uno de sus colaboradores me sopló una vez que estaba montando un vídeo con música de uno de mis grupos, Árbol, y le pedí conocernos. Se creó ahí una gran amistad. En el cine he tenido otras experiencias: Piano Magic estuvo con Bigas Luna en Son de Mar. Compuse temas para Yo Soy La Juani. En Inglaterra he colaborado con Jack Davis (autor de If, basada en la desaparecida Madeleine McCann), por ejemplo. Y en breve se estrenará en el festival de Berlín la película de Chema de la Peña Me Amarás sobre Todas las Cosas.

 

-Aparte de Árbol, tiene una nueva criatura en marcha, Montgomery. ¿Es su manera de matar el gusanillo de los escenarios?

-Árbol se parece a hacer bandas sonoras y música melancólica, ahí no me voy muy lejos, y mira que hemos dado conciertos, hasta 50 bolos al año por Japón y América, con chelistas, con una banda completa, con visuales y luces... pero me faltaba y me falta parte de la música que representa Montgomery. Tenía muchas ganas de disfrutar del directo, ver a la gente moverse y también cantar, quitarme la responsabilidad de controlarlo todo. No quería sino a creadores nuevos, menos conocidos, que pudieran dar frescura y viniesen con actitud y compromiso. Con Miriam, Jesús y Amanda funcionó desde el minuto uno. Ya hemos tocado en Cataluña y el Monkey Week. El disco se publicó el  lunes en Meridiana. 

 

-En el Mes de la Danza ha mezclado a su equipo con bailarines.

-Cuando vivía en Bcn ya trabajaba con Teresa Navarrete como parte de la compañía Errequeerre. Me surgió la oportunidad de organizar una inauguración en un casino de Poble Nou. Me inspiré en Rojo, Azul y Blanco de Kiéslowski y ya tenía el germen de lo que hemos hecho en Sevilla. Estaban Teresa, María Cabeza de Vaca y un puñado de bailarines jóvenes con mucho talento. Ensayamos una semana en el Estadio Olímpico y listos. Quería un concierto coreografiado, donde la música estuviese por encima de la danza, un híbrido entre una inauguración y una fiesta donde no existiesen barreras entre el público y nosotros. Quería que nos tuviesen a mano y bailasen.

 

-¿Bailaron?

-El primer día no se movió nadie. El segundo se levantó todo el mundo. Supongo que al principio había mucho miedo a ser el único. Me encanta que la gente vibre con la música que hago, es una pasada sentir la potencia que transmite eso. En el segundo concierto alargamos quince minutos, me recordó a una película-documental inglesa sobre la movida de Manchester con el Northern Soul, donde cada uno se mueve a su aire. Ver bailar a la gente mientras tocas es un subidón. El DJ pone una música que no es suya, ésa es la gran diferencia. 

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