Roberto Fernández Díaz. Historiador. Rector de la Universidad de Lérida

"Se puede querer a dos mujeres y no estar loco"

  • Nieto de murcianos de Águilas y Puerto Lumbreras, Roberto Fernández Díaz ha vuelto a Sevilla cuatro décadas después para presentar su libro 'Cataluña y el absolutismo borbónico'.

-Piense un puente entre Andalucía y Cataluña...

-Para conocer el comercio y la industria catalana sigue siendo obligatorio venir a investigar al Archivo de Indias. Es lo que hice yo en 1976 para preparar mi tesina y mi tesis doctoral.

 

-¿Hablar de burguesía catalana es redundancia?

-Habría que preguntarse si lo que hay ahora es una burguesía en el sentido  más noble de la palabra o empresarios, que no es exactamente lo mismo.

 

-¿Va a contracorriente que un libro sobre Cataluña obtenga el premio nacional de Historia de España?

-El libro se titula Cataluña y el Absolutismo Borbónico, pero el subtítulo es tan importante como el título, Historia y Política.

 

-¿Hay que estudiar el pasado para entender el presente?

-El presente debe ser siempre historiado, pensado históricamente, pero el presente no debe estar condicionado por la Historia. Los muertos no deben condicionar a los vivos ni hipotecar su libertad.

 

-¿Condiciona la cuna?

-Yo nací en pleno franquismo en un barrio de Hospitalet de Llobregat que en la Guerra Civil era de murcianos anarquistas. 

 

-¿Cómo han sido las relaciones entre Cataluña y la Corona?

-Después de la Guerra de Sucesión se crean puentes de colaboración y entendimiento de la Corona y las clases ascendentes catalanas, la burguesía comercial e industrial, parte de la aristocracia. La relación entre los catalanes y la Monarquía fue muy buena, hasta el punto de que en 1808 Cataluña es posiblemente la región de España que más se levanta contra los franceses.

 

-El nuevo secretario general de UGT, Josep M. Álvarez, habla de Cataluña y España como entidades diferenciadas...

-Yo no soy nacionalista catalán ni soy nacionalista español. Sólo soy aficionado del Espanyol. Es herencia de mi padre. Uno puede traicionar a la patria, pero no a la patria potestad.

 

-¿Cree que está calando ese discurso de Álvarez?

-Históricamente no fue así. En el siglo XVIII y parte del XIX hay un sentimiento catalanista que defiende una identidad diferenciada pero al mismo tiempo se siente español. Como decía el barcelonés Antonio de Capmany: Cataluña es mi patria, España mi nación. Era posible un patriotismo doble; se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco, como cantaba Antonio Machín.

 

-¿Qué rompe todo eso?

-La dictadura de Primo de Rivera y la dictadura franquista han hecho muchas cosas a favor de que en algunas ocasiones sea difícil sentirse español. El franquismo no hizo más España, hizo menos. Hay que defender una dialéctica entre España y las Españas. Y creo que la idea de España, a la espera de una construcción definitiva de Europa, es algo que todavía vale la pena defender. 

 

-Boadella dice que el nacionalismo usa al Barça como almogávares...

-Yo soy catalanista, no nacionalista. Dice Capmany: Cataluña es mi nación, España mi  nación-Estado. Hay un catalanismo que derivó en nacionalismo y en independentismo. Hay otro catalanismo no rupturista con el resto de los españoles que entiende que mi forma de ser español sea sintiéndome catalán.

 

-¿Estará el libro en la Generalitat?

-La Generalitat no tiene biblioteca. En la Biblioteca de Cataluña sí que está.

 

-A la ya extinta mayoría absoluta del PP la llamaban algunos absolutista...

-El absolutismo no era una dictadura. Utilizaban una autoridad real, casos de Federico II de Prusia o Catalina de Rusia, para llevar a cabo las reformas.

 

-¿Qué recuerda de aquella Sevilla hace 40 años?

-La pringá de la Venta Pilín, las tostadas de la Ponderosa, el cafelito en la plaza de Doña Elvira, el olor a dama de noche y la amistad con Carlos Martínez Shaw, mi maestro, mi hermano, mi amigo, que me acogió en su casa de la Puerta de la Carne.


-¿Vivió los Juegos del 92?

-En la final de Fermín Cacho me quedé afónico y terminé abrazado a un vasco al que no conocía. El día que eligieron a Barcelona lloré, salí a la calle, que estaba llena de alegría. Fue un año fantástico para Barcelona, Cataluña y España. Ojalá volviera el 92. Me gusta mucho esa letra del himno andaluz, por sí, España y la Humanidad.

 

-Si su libro fuera una película, ¿quiénes serían los principales actores?

-Los historiadores y los políticos. Los políticos han influido en algunas tesis de los historiadores del siglo XIX y viceversa. Los historiadores nunca hemos solucionado una guerra, pero hemos estado detrás de algunas. El conocimiento del pasado y su gestión es muy peligroso. Hay que gestionarlo a través del silencio de las pasiones y el método científico.

 

-¿Cómo fue su vocación?

-No tuve vocación de historiador. Me eduqué en el materialismo histórico, en una tradición de izquierdas y entendí que para cambiar el presente había que conocer cómo habían funcionado y cambiado las sociedades. Yo quería cambiar el mundo, todavía lo quiero hacer, más con la reforma que la revolución.

 

-¿Estudiar es trabajar?

-Cuando tenía 13 años, me puse a trabajar. En el matadero de Barcelona, vendiendo olivas, en Kelvinator reparando neveras y lavadoras, en las Páginas Amarillas de Telefónica, en el muelle de Barcelona. Cambiando de oficio en función de los horarios escolares.

 

-Así es difícil ser burgués...

-Mi padre era pintor de coches y se arruinó. Vengo de un barrio obrero; ninguna cosa especial, como miles de personas.

 

-¿Su ensayo histórico está recogido en la reputada literatura barcelonesa?

-No me sale un sí. Me sale un no. No está contado.

 

-El libro parece un encargo de la actualidad...

-El libro lo empecé hace ocho años. Puede ser oportuno, pero en ningún caso oportunista. Empecé por una necesidad personal para estudiar las relaciones entre ideología y ciencia. Yo me desnudo ideológicamente en el libro, hago lo que llamo egohistoria. Si mi ideología contamina las conclusiones científicas, el libro habrá sido un fracaso.

 

-¿Está la burguesía viviendo su decadencia?

-La burguesía da mucho para el esplendor, para el éxito y la decadencia. Como clase, sabe transformarse para seguir siendo clase dominante.

 

-¿Vínculos con historiadores andaluces?

-En quinto de carrera le organicé un homenaje a Antonio Domínguez Ortiz, uno de mis maestros junto a Pierre Vilar y John Elliot. A Ramón Carande lo veía en el Archivo de Indias. Me lo presentó Carlos (Martínez Shaw) en el barrio de Santa Cruz.

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