España

Zapatero: "Comprendo los ataques que tuve de la izquierda"

  • Cuando se cumple una década de su llegada a La Moncloa, el ex presidente del Gobierno hace balance de una etapa de la que dice no echar de menos nada.

José Luis Rodríguez Zapatero muestra comprensión con el socialista francés François Hollande y los recortes que acaba de anunciar su Gobierno en Francia. "Me siento cercano a él, por supuesto", dice en entrevista el ex jefe del Gobierno español (2004-2011), que en mayo de 2010 aprobó los primeros ajustes de la crisis en España. Esa inauguración de la senda de la austeridad hundió su imagen y llevó a una parte de la izquierda a acusar al entonces líder socialista de virar a la derecha. "Es comprensible que hubiera ataques desde la izquierda", admite ahora Zapatero. 

-Se acaban de cumplir diez años de su llegada al poder, del que salió hace casi dos y medio. ¿Hay algo que eche de menos? 

-No, porque siempre tuve la convicción de que el poder democrático es un poder temporal. Nunca entendí a las personas que dicen que se crea un vacío porque el teléfono suena poco. Más bien se llena la vida con la experiencia de haber estado al mando de un país. El poder democrático tiene que ser un poder ligero. 

-Su primer mandato fue celebrado por una parte de la izquierda por los avances civiles y sociales, con medidas de gran repercusión como el matrimonio gay. Luego llegó la crisis y desde la izquierda le criticaron su gestión en el segundo mandato y lo acusaron de girar a la derecha. ¿Borró la crisis sus cuatro primeros años de gobierno? 

-Las cosas se hacen para que sean, no para que te las reconozcan, aunque sí conviene recordarlas. Hicimos una tarea de libertades y de derechos individuales que hacen a un país más democrático y a muchos ciudadanos más libres y felices. El matrimonio gay, por ejemplo, hizo directamente feliz a mucha gente. Eso pesa mucho más que las críticas. Es comprensible que hubiera ataques desde la izquierda: tuve que frenar el gasto público, el gasto social. Pero había llevado mi voluntad de dar respuesta con gasto público y decisiones de apoyo social hasta el límite y cuando estábamos en el límite se cruzó en nuestras vidas Grecia y toda la crisis europea. 

-¿Entiende usted a François Hollande? ¿Se siente cercano a él en este momento? 

-Me siento cercano a él, por supuesto, pero sobre todo siento una cierta crítica: creo que el Banco Central Europeo va a tener que actuar. Lleva casi un año debatiendo si toma medidas de liquidez. Las va a tener que tomar. Es el único instrumento real, operativo, con poder. El BCE es el único que puede parar a los mercados cuando están con máxima tensión. 

-Angela Merkel fue vista desde fuera como una pesadilla para su Gobierno. ¿Fue así realmente? ¿Cómo fue su relación personal? 

-La relación personal fue buena hasta en los momentos difíciles. Y debo decir que al final de mi mandato estuvo muy afectuosa conmigo, muy afectuosa. Me gusta ser honesto. Sí hubo una discrepancia evidente en el relato y análisis de las causas de la crisis de la deuda. Ahí es donde viene el divorcio. En los despachos de Bruselas y del BCE y en la opinión pública alemana se impone el relato de que el sur ha despilfarrado y el norte ahorra y trabaja. Es un relato fatal para Europa. No podemos comparar a los países del norte con los del sur porque cuando el euro se pone en marcha hay unas grandes diferencias todavía. Nosotros éramos los que consumíamos la sobreproducción alemana y lo hacíamos financiándonos con dinero del ahorro alemán. Angela Merkel me comentaba que venía a España y veía que teníamos mejores aeropuertos y autovías que Alemania. Pero era normal, porque los habíamos construido más recientemente. España fue un país muy pobre, no nos olvidemos. Tenía una gran necesidad de capitalizarse y modernizarse. 

-¿Pero hubo excesos? 

-Excesos ha habido, pero también en las infraestructuras alemanas. Cuando superemos un poco más la crisis se tendrá que hacer este debate y yo querré participar en él. Con la crisis ha sido imposible tenerlo. Tengo no solo respeto, sino admiración por Alemania, pero creo que debe escuchar un poco más a un país como España. A veces me estremece un poco el Bundesbank con sus tesis. Europa necesitará un proceso constituyente que deberá ir precedido de un debate muy a fondo. 

-Volviendo a España, hablemos de su diálogo con ETA en 2006, que generó tantas críticas y crispación política. El diálogo fracasó y ETA voló el aparcamiento de la T4 del aeropuerto de Madrid. ¿Contribuyó ese diálogo, aunque fallido, al anuncio de ETA del cese definitivo de la violencia en octubre de 2011? 

-Absolutamente. El anuncio no se produce por casualidad. A través del diálogo quedó en evidencia para mucha gente del mundo independentista vasco que las armas y las bombas no conducían a ninguna parte y que la política se debe hacer desde la política. La T4 fue el final del diálogo formal, pero el principio del fin de ETA. No es infrecuente que los procesos de violencia de estas características terminen con algún fenómeno tan contradictorio. Empeñamos mucho tiempo antes del atentado de la T4 y también después para reducir la capacidad operativa de ETA y persuadir de la fortaleza de la democracia. Renunciaron a la violencia por desistimiento, ya no sé si por convencimiento. La fuerza de la democracia es eso: no hubo contraprestación política. 

-¿Cree que se reconoce a su gobierno esa contribución al final de ETA? 

-Tuve la grandísima oportunidad histórica de luchar por el final de la violencia. El fin de ETA ha sido para mí el momento más intenso, el que más recordaré, del que más vivencias tengo y más experiencias he sacado. Pero lo importante es que haya tenido lugar ese final. La declaración de Mariano Rajoy del 20 de octubre de 2011 fue una buena declaración, en cierta medida una rectificación de muchas de las cosas que había dicho el Partido Popular sobre mi política antiterrorista. Confío en que mi relación con las víctimas, que han sido muy críticas, también pueda reconstituirse y podamos compartir algo tan importante como que la democracia ha ganado. 

-¿Le cambiaron los ocho años en La Moncloa? 

-Es una pregunta que me cuesta contestar. Quizá se han agudizado las contradicciones intelectuales. Por un lado he tenido la sensación última de lo que representa el poder democrático haciendo leyes que dejan huella en la gente y por otro he visto los límites a la capacidad de hacer y decidir con la economía. Yo he estado sentado con alguno de los presidentes de los grandes fondos que a lo mejor tienen un patrimonio como el PIB de España y él representaba a los ahorradores y yo a los ciudadanos, a un país, a un Estado, y el diálogo era muy de igual a igual. 

-¿Qué pudo hacer y no hizo como presidente del Gobierno? 

-Una ley básica que garantice el sustento mínimo a las personas y, desde luego, a los niños. Antes de la crisis no se veía como un problema tan grande. Pero es una deuda de la democracia. 

-¿No hablar inglés le supuso algún problema a nivel de política internacional? 

-No creo. Es mejor hablarlo, conveniente, pero no imprescindible. Mucha de la gente que critica luego no domina el inglés. 

-¿Cómo de mal lo pasó usted en la última etapa en La Moncloa? ¿Hubo muchas noches de insomnio? 

-No lo pasé bien pero no puedo quejarme porque había muchos españoles que lo estaban pasando muy mal. Todo lo demás se sobrelleva: las críticas de la oposición, de la prensa... pero eso no. Noches de insomnio completo, alguna tuve en los momentos más difíciles de toma de decisiones y cuando llegaban los datos del desempleo. Procuraba sobreponerme y reaccionar con ejercicio físico. 

-Hábleme de América Latina, de su relación con la Venezuela de Hugo Chávez y con Cuba. 

-Conseguimos que Cuba tuviera una cierta consideración por parte de la Unión Europea. Este fue uno de los temas que con Alemania no era fácil. Pero España tiene con Latinoamérica un deber especial, de favorecer el diálogo. Hugo Chávez fue una personalidad muy singular. No podemos analizar muchas de las cosas que pasan en América Latina con el prisma europeo, con nuestra cultura y nuestras constantes. No ha cuajado una homologación de sistemas de partidos de corte ideológico muy nítido, y eso ha permitido muchos personalismos. Pero es la región del mundo con más potencial de futuro: de crecimiento económico, de consolidación de la democracia. Más que Asia, que tiene muchos retos en cuanto a los derechos humanos. 

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