Francisco Benavent El ‘concejal de la Feria’

“Me asombra a diario el murmullo tras el encendido del alumbrado”

  • Desempeña funciones como concejal de Juventud, de la Ciudad del Flamenco y del Distrito Norte, zona de Jerez en la que se ubica el parque donde se celebra la Feria del Caballo.

— Como concejal del Distrito Norte que es usted se podría decir que estos días Jerez se ha venido a su casa...

— Efectivamente, todos estáis en mi casa, lo cual me supone un enorme placer (risas).

— La verdad es que para venir a la Feria del Caballo a estas alturas de semana ya se requiere de una especie de preparación espiritual...

— Más que espiritual, yo diría que es absolutamente necesaria una preparación previa tanto a nivel mental como de estómago: que si comes sentado, que si comes de pie, que no hay horas, que si bebes y no comes... ¡Un lío!

— Hace años decían que el caldito había que tomárselo antes de ir a la Feria, para que el vino no cayera en un pozo seco y tuviera funestas consecuencias...

—  Yo sigo prefiriéndolo  al final más que al principio.

— Pero convendrá conmigo que venir con el estómago vacío es una práctica prácticamente suicida...

— Indudablemente. Lo primero que se debe hacer es comer. Yo soy partidario de que además sea algo contundente como un menudo o una berza.

— ¿Cuál es su punto con el vino de Jerez?

— Mi punto idóneo es ese al que hace referencia esa expresión tan nuestra que dice ‘Estar a gustito’. La borrachera es un fracaso.

— Hay que reconocer que a veces no hay forma de escaparse de la Feria...

— Eso también supone una seria preparación mental. Llega el momento en que sabes que debes irte, que hay que parar y que no te pueden liar. Hay que ser fuerte.

— Hay que reconocer que es difícil pasarlo mal, pero venir al González Hontoria a diario es una práctica arriesgada...

— Yo tengo dos días en los que no piso la Feria desde hace años. Son el domingo de alumbrado y el Sábado de Feria.

— ¿...?

—  Sí, sí, la verdad es que nunca me ha atraído eso de ver por primera vez un alumbrado que, quiérase o no, volverá a repetirse otras siete veces a lo largo de la fiesta.  Lo que me sigue asombrando es la forma en la que pese al ajetreo se escucha ese murmullo de asombro colectivo cuando se encienden 1.100.000 bombillas. Es asombroso... Y sucede a diario.

— ¿Y el sábado por qué no?

—  Ese día hay que dedicarlo a la recuperación física.

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