Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Reseña de la Feria de hace un siglo

  • El Parque González Hontoria contaba entonces sólo con dos paseos: el Central y el de las Palmeras. La batalla de flores se hacía por la tarde y al anochecer se ofrecía el desfile de carruajes por el real de la Feria. El alcalde Julio González Hontoria presidía personalmente las corridas de toros.

Desde principios del siglo XX ya la Feria se venía celebrando en el nuevo Parque González Hontoria, antiguo campo de instrucción militar que, gracias a la gestión del alcalde de la época, don Julio González Hontoria, los jerezanos pudimos ver convertido en el mejor terreno ferial que ya duraría para siempre, dejando pasar al más completo olvido al antiguo real de la Feria, en lo que fuera entonces Cañada de Caulina, también llamada Cañada de la Feria. Pero, entonces, la Feria en el Parque era más chiquita y tan solo la configuraban dos paseos: el Principal y el de las Palmeras, donde transcurría todo el ferial.

Estamos en 1912 y la Feria jerezana, siempre a caballo entre los meses de abril y mayo se presentaba como la fiesta más atractiva que nuestra ciudad podía ofrecer a propios y a extraños. Pero dos sucesos de repercusión internacional vendrían a amargar la fiesta a los jerezanos que nada más que tendrían un tema de conversación en el hundimiento del Titanic, ocurrido apenas unos días antes, y el accidente de aviación sufrido en Francia por el famoso aviador Vedrines, que a punto estuvo de costarle la vida, al caer con su aparato desde una considerable altura.

De esos dos terribles sucesos se hablaría largo y tendido, en todas las casetas de la Feria. Mientras los jerezanos trataban de olvidarse de los mismos participando en la batalla de flores, a la que concurrían anualmente carrozas, carruajes y automóviles exornados a propósito y ocupados por lindas muchachas, que bombardeaban a los paseantes con toda clase de flores, a modo de perfumada, colorista e inocua artillería. Este año lo hicieron más de trescientos vehículos de todas clases, comenzando la incruenta batalla al toque de clarín, dado desde la tribuna del jurado, que dejaría desierto el primer premio y con concedería el segundo, de 500 pesetas, al carruaje presentado por doña Carolina Pemartín, viuda de Sanchez Romate, el cual representaba una gran pandereta.

Don Julio González Hontoria era aún, a la sazón, alcalde de la ciudad, ya que ocupó dicho cargo en cuatro ocasiones distintas, prueba del enorme cariño que le tenían los jerezanos, sobre todo por haber dotado a Jerez del precioso marco de un parque único para real de su Feria. Y él mismo era quien solía presidir las corridas de toros que se celebraban en el coso de la calle Zaragoza, acompañado siempre de dos de sus tenientes de alcalde. Como ocurrió ese año de 1912, que presidió las dos corridas que hubieron de lidiar aquella feria, los mismos afamados diestros: Ricardo Torre "Bombita" y Vicente Pastor

El primer día, 28 de abril, con reses de Urcola; y el segundo, de la ganadería de Saltillo. En la primera corrida, Bombita hizo el paseillo vestido de corinto y oro, y Vicente Pastor de pizarra y oro; y en la segunda de Feria, vistiendo Bombita de pureza y oro y Vicente Pastor de nazareno y oro. El primer día comenzó a llover, cuando se lidiaba el cuarto toro de la tarde. Y el segundo ocurrió un lamentable suceso, al arrojar un espectador una botella vacía al ruedo de la plaza. Dicha falta de civismo fue observada por un soldado del Regimiento de Lanceros de Villaviciosa quien detuvo al citado espectador, entregándolo a las autoridades. Su meritoria acción sería recompensada por el Ayuntamiento, días después, con un billete de veinticinco pesetas.

Aquél año la Feria de inundó de sombreros de paja, cubriendo las testas tanto de hombres, como de mujeres y niños. Era la moda. La manifestación de la fiesta del trabajo la aplazaron los trabajadores para celebrarla el 5 de mayo, una vez pasada la Feria. El mercado ganadero, unos días más, otros menos, como el domingo de Feria, se vio bastante animado con vendedores y compradores de toda clase de cabezas de ganado.

Y cada día, a la caída de la tarde, después de finalizar la batalla de flores, era cuando comenzaba el desfile de carruajes y caballistas por el ferial, hasta la hora en que, ya de noche, la gente se apretujaba para ver en el real los tradicionales fuegos artificiales. Era algo que nadie quería nunca perderse. Y después, los paseos se ponían abarrotados de público, haciendo imposible el tránsito peatonal, entrando y saliendo unos y otros, continuamente, de las casetas, mientras en las de los casinos se echaban las cortinas para el "baile por lo fino" de sus asociados. Y a dichas casetas llegaba la noticia del triunfo del jerezano Joaquín María Rivero González, en el campeonato de la Copa de España de Tiro de Pichón, celebrado aquellos días en Sevilla; mientras otros comentaban el éxito de los Hermanos Quintero en las representaciones teatrales que se llevaban a cabo en el Teatro Principal de la calle Mesones.

A la Feria de hace un siglo no le faltó de nada y toda ella transcurrió dentro de la mayor animación y alegría. Más o menos como ahora, pero sin tantas casetas y con menos caballistas, porque lo que más privaba era los suntuosos carruajes, tirados por los mejores caballos del mundo enjaezados a la jerezana.

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