Jerez

El último plato de 'chef Pizarro'

LUIS Pizarro se afilió al Partido Socialista en 1973, pero sus trienios no se cuentan por años, sino por coches. Son los que ha destrozado por las carreteras de Andalucía de comité local en comité local durante la clandestinidad, de provincial en provincial en la Transición, de regional en regional en la democracia y de torta en torta durante las batallas de reconquista de los renovadores contra los guerristas. Los guardias civiles de la autopista Cádiz-Sevilla lo conocían como uno de los habituales, porque el flamante vicesecretario general del PSOE de Andalucía (Alcalá de los Gazules, 1947) ha mantenido desde entonces, y estuviera en el puesto que estuviera, la dominica costumbre de dormir en su casa todos los días. En Cádiz. Hace unos años, y después de gripar su último automóvil de batalla en una prolongada marcha atrás por el arcén, el Partido Socialista le puso un coche y un conductor, Paquito, lo que además de favorecerle la esperanza de vida de un modo notable, le permite dedicarse a lo suyo, el teléfono móvil. Pero a pesar de sus trienios, Pizarro debe cocinar ahora el que quizás sea su último plato: un guiso tradicional, pero al gusto de las clases urbanas, con una pizca de andalucismo reivindicativo y servido por un nuevo equipo de mesa a cuyo mando quizás no esté el metre de siempre, Manuel Chaves. O sí, que diría Rajoy.

Se lo dijo Rodríguez Zapatero el viernes pasado en Granada, recién llegado de Oujda (Marruecos): Manolo, confiamos en ti. En ti -y esto es una suposición que algunos han hecho- para que lo hagas bien: te presentes o no te presentes, en cuyo caso debe conducir con precisión certera los mecanismos del partido.

Y es ahí donde entra Pizarro, que debió salir del congreso como secretario general, pero se quedó en vice por miedo al debate de la sucesión.

Pizarro es, tal como se conoce en los partidos, un cocinero, un fontanero, el hombre de la maquinaria, el engrasador del aparato, un apagafuegos; ese tipo de personas imprescindibles en las organizaciones políticas aunque pasen desapercibidas para la opinión pública. Diana de críticas, claro está, por parte de quienes vienen pidiendo paso, pero Chaves quiso dejar claro su agradecimiento explícito a Pizarro y al desaparecido Alfonso Perales, y por eso los nombró como dos de las personas que más han hecho por el PSOE andaluz. Sonó, ciertamente, un tanto a despedida en un partido donde casi todo el mundo está convencido de que debe conducirse si no a una renovación exotérmica, como las de Zapatero, al menos sí controlada.

Hay razones para ello: un partido en el que su líder, Manuel Chaves, proclama "no temáis, si me queréis en 2012, yo también estaré (en las próximas elecciones autonómicas)", y nadie se levanta ni aplaude es una organización un tanto adormecida, aunque la narcolepsia se debiera a las tres horas de discursos leídos con el que arrancó el congreso de Granada.

Pero a pesar de ello, en Granada hay un atisbo de cambio: la convocatoria de la conferencia política para el año 2009, de la que se supone saldrá un PSOE más urbano, más andalucista y más joven, porque a pesar del triunfalismo, los socialistas comienzan a entender lo que significa aquéllo de "morir de éxito". "Al final, un congreso no sirve para estas cosas de nuevos modelos ideológicos, a un congreso la gente va a lo que va", explicaba a este medio un viejo dirigente socialista. Es decir, a un congreso se va a intentar entrar en la ejecutiva, a que cada provincia o cada familia encuentre su hueco.

Pizarro, que es cocinero en el partido, también sabe de los fogones de verdad, aunque es más de la escuela de Santi Santamaría que de la de Adriá: es decir, del arroz con conejo de campo. En su partido se le conoce por sus diagnósticos, presume de olfato -"me da en la nariz que Arenas no gana", dijo en 1996, cuando al líder del PP auguraban la victoria todas las encuestas-, y es el inventor de la teoría de las caritas, que consiste en fijarse en el rostro de los políticos la noche de las elecciones para averiguar quién ha ganado o quién ha perdido con independencia absoluta de lo que en esos momentos esté contando. Vamos, la carita de la gente del PP en la calle Génova durante la noche del pasado 9 de marzo, que sólo aventuraba la crisis de la que este partido está comenzando a salir.

Pizarro acaba de salir del congreso de Granada con los aliños suficientes para su último guiso, que consiste en preparar dos platos. El primero, el más delicado, el de la sucesión de Manuel Chaves al frente de la Presidencia de la Junta. Y segundo: el giro del Partido Socialista no ya a las clases medias, sino a las urbanas.

Con varios sondeos poselectorales en las manos, el PSOE sabe lo mismo que el PP, que lo que aún llamamos pueblos en Andalucía son poblaciones con una importante capa urbana: profesionales, trabajadores que acuden todos los días a una gran urbe, aunque -como el propio Pizarro- prefieren dormir en su casa gracias a la mejora de las infraestructuras. Es la urbanización de la sociedad rural andaluza. Gentes que ya no votarán al PSOE por el recuerdo histórico, sino por lo que este partido haga durante el presente.

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