Jerez

Noches de 'roja' esperanza

  • Un dispositivo de Cruz Roja, formado por voluntarios, recorre a diario las calles de Jerez para proporcionar ayuda, comida y bebida a las personas sin hogar

Sobre las diez de la noche la furgoneta de la Cruz Roja llega, no todos los días igual de puntual, a la plaza del Mamelón. De ella se bajan cuatro voluntarios que, en esta ocasión, son Zeneida Sánchez, José Antonio Espinosa, Pablo Pozo y José Juan González. Juntos forman uno de los grupos del dispositivo de noche de la ONG: una camioneta que camuflada con la excusa de repartir comida, bebida y mantas hace un seguimiento específico a las personas 'sin techo' de Jerez. Ataviados con el peculiar chaleco reflectante naranja y una humanidad encomiable, los cuatro voluntarios abren las puertas del vehículo y esperan. A veces ya hay alguien aguardando su llegada y otras, tienen que permanecer unos minutos  hasta que llegan los primeros usuarios. 

 

 El técnico coordinador de este dispositivo, José Antonio Espinosa, explica que "principalmente atendemos a personas sin hogar, aunque también nos encontramos con una serie de usuarios que tienen techo pero no luz, por lo que no pueden cocinar ni nada. Ahí es donde Cruz Roja entra en acción".

 

Los voluntarios conocen a cada uno de los usuarios y las historias que hay detrás de ellos. "Intentamos hacerles un seguimiento, si precisan de un médico llamamos a una ambulancia y si necesitan compañía, le damos charla. Son personas muy solas", aclara Espinosa. "Nosotros no les repartimos dignidad porque son gente muy digna. Lo único que intentamos es ayudar", explica.

 

Alrededor de unas 30 o 35 personas son atendidas cada noche por el grupo de voluntarios de la Cruz Roja en Jerez. "Casi un 80% suelen ser hombres y además hay mucha variedad entre jóvenes, mayores e inmigrantes, sobre todo marroquíes", detalla José Antonio Espinosa. 

 

Un total de 190 usuarios han sido atendidos en lo que va de año por el dispositivo de noche. Este servicio cuenta con una triple financiación procedente del Ayuntamiento, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y fondos propios de la Cruz Roja. "Jerez es una población en la que el número de  personas sin hogar está dentro de la normalidad.

Esperamos poder llegar a finales de año a 300 usuarios atendidos", confiesa el técnico. 

 

El dispositivo, que opera todos los días entre semana menos el jueves, tiene una gran coordinación con otros organismos jerezanos como son Cáritas, los comedores sociales o el albergue municipal. "Intentamos trabajar todos en equipo para que la vida en la calle no sea tan dura", confiesa Espinosa. Las necesidades básicas también son atendidas por el centro de día de la Cruz Roja. Una ducha y productos de higiene básica son garantizados por la ONG a estas personas que padecen de una soledad e indiferencia social absoluta. 

Según el técnico, la zona centro es donde se encuentra el mayor número de usuarios con problemas. Espinosa declara que han atendido a algunos usuarios que, "en un principio, no han querido la ayuda de la ONG, pero siempre pensamos que son personas con problemas y aún así hay que intentar ayudarle de la mejor forma".  

 

El protagonismo de este humano dispositivo fluye por duplicado: por un lado los demandantes del servicio y, por otro, los voluntarios cuya labor, según José Antonio Espinosa, "es muy importante porque colaboran, de manera desinteresada, durante más de cuatro horas al día". Los jóvenes suelen llegar a la sede de la Cruz Roja sobre las 20,20 de la tarde. Una vez allí, preparan los bocadillos, la leche y el agua. Las mantas y los kit de comida e higiene corren a cargo del Ministerio de Servicios Sociales e Igualdad, por lo que ya vienen preparados.  

A las nueve en punto salen de la zona Sur camino a la Alameda Vieja. Arenal, Larga, Mamelón, la plaza del Caballo y Porvera son las paradas oficiales a diario. Aunque como asegura Espinosa, "muchas veces callejeamos y si recibimos una llamada de alguien que necesita comida en otro lado vamos expresamente al lugar donde se encuentre". Antes de partir en la furgoneta "hay que ponerse un escudo", advierte Espinosa a modo de consejo antes de añadir que "esto afecta y si estás todo el día pensando en lo mismo, no vives".

 

 En la plaza del Arenal esperan puntuales Juan y Sonia, una pareja de jerezanos que viven en el barrio de La Plata. Eso sí, sin luz. Él, con 50 años, perdió hace cuatro su trabajo de transportista y por eso se dedica junto a Sonia a vender artesanías diseñadas y elaboradas por ellos mismos. "Pero nos quitan siempre. ¡Ni que estuviéramos vendiendo  falsificaciones!", se exaspera ofendida esta jerezana de 42 años.

 

"Con algo tenemos que pagar las deudas de la luz e intentamos buscar lo que sea, pero no hay nada. Recibimos  ayuda de mis padres. La semana pasada nos ingresaron veinte euros para todo el mes", se lamenta el usuario. Por su parte, Sonia asegura que sus tres hijos ya no viven con ella. "No podían vivir en una casa sin luz, así que ahora se hacen cargo de ellos otras familias de Cádiz". Tras la difícil confesión, la furgoneta vuelve a la carga. Otros usuarios esperan y la voz de Sonia a lo lejos despide a los voluntarios, "¡vosotros sí que valéis!", retumba entre las paredes del Arenal. 

 

Con tres céntimos en el bolsillo y bajo el portal número 5 de la calle Ponce 'vive' Joaquín García Sanz sin más pertenencias que un colchón en el suelo, una manta roída y una muda. Por las mañanas se levanta a las siete para buscar cualquier café que le espabile el día. "A veces consigo algo para comprarlo y otras veces no ¡Qué le vamos a hacer!", lamenta este maño de 58 años. 

 

Aún con sus problemas de oído, Joaquín reconoce que duerme allí más a gusto que en el albergue, ya que "tuve problemas con  otro usuario por mi fuerte carácter. Me fui de allí por voluntad propia". 

 

"A día de hoy no puedo decirte por qué llegué a Jerez, supongo que por cosas de la vida", teoriza Joaquín antes de relatar que dejó atrás su trabajo, un "matrimonio fallido" y dos hijos. Desde entonces ha vivido en la calle. Un mal gesto hacia su padre es la espina que lleva clavada en el corazón desde hace más de treinta años. Puede que tal vez sea ese el origen de su situación actual. O quizás no. Lo que sí tiene por seguro es que "cuando lo recuerdo se me hacen las noches eternas y me acuesto en ese colchón con los ojos llenos de lágrimas".

Mientras se toma una sopa "calentita", como a él le gusta, Joaquín se despide con un: "Para lo que necesitéis, aquí estaré". Allí estarán, en la calle Ponce, en La Plata o en cualquier esquina donde la mendicidad haya echado raíces. Con tres céntimos al día o con veinte euros al mes. Para los 'sin hogar' las puertas de sus 'casas' siempre están abiertas.

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