Un poco de historia

Historias de ayer y hoy

  • Un rápido paseo por la accidentada existencia del Casino Jerezano. El nuevo propietario quiere hacer del antiguo edificio un hotel de lujo.

Jerez fue siempre una ciudad de casinos. Y su vida en estas instituciones está llena de anécdotas. Este es un breve recorrido por algunas de ellas. 

No exageramos. Sólo en la última parte del siglo XIX, podían contarse en la ciudad hasta más de cuarenta sociedades de ocio. El primero en nacer fue el Casino Nacional, concretamente en 1843, que se llamó Gabinete Literario, luego Casino de Isabel II y Nacional desde el destronamiento de la reina. No adoptó el gentilicio de la ciudad por la influencia inglesa. Pero, ¿qué provocó esa proliferación? A mediados del XIX, el interés de la burguesía por extender su poder a todos los ámbitos de la ciudad, incluido el ocio, propició ese fenómeno multiplicador del casino, una fórmula que tuvo bastante éxito y que provocó la apertura de muchísimas entidades recreativas tratando de imitar a un grupo social superior pero que, en realidad, sólo se trataban de modestas reuniones de amigos que sólo aspiraban a la amenidad e intimidad de la conversación. 

Vayamos al Casino Jerezano: Se funda en el año 1850, y se presenta como ‘de proyección diferente’. Se declara como una sociedad “altamente expansiva, donde tienen cabida todas las clases sociales, para lo cual se procurará la eliminación de cuotas”. Claro que no era igual ser del Casino Nacional  que del Jerezano. El primero es exclusivo de la alta burguesía; el Jerezano, para clases medias burguesas.  Tanta importancia tenía todo ello que el mismísimo fundador de González Byass, Manuel María González Ángel, paso de ser socio del Jerezano al Nacional cuando su negocio prosperó.

El Casino Jerezano es un casino ‘nómada’: Nació en su penúltima ubicación, Larga 40; luego pasó al palacio Domecq; desde 1866 y hasta once años después, en Larga, 50, para volver más tarde a Larga, 40 y, posteriormente,  a su sede actual de calle Tornería. Lo de su ubicación futura está todavía por determinar.

El paso del Jerezano por el pasado siglo es más bien anodino, si  excluimos los grandes actos de Carnaval y otros festejos que acogía cuando la fiesta de Don Carnal disfrutaba de gran calado en  Jerez.  Su imponente situación, dominando el corazón de la ciudad, añadió prestancia a la entidad, que alcanzaba por entonces grandes números de filiación.

Y del blanco y negro, al color. Cuando en los últimos años del pasado siglo el Casino despertó, los socios cayeron en la cuenta que la delicada situación del Casino sólo podía paliarse con lo que tenían más a mano: las cuatro paredes de la entidad. Una joya. Corrían buenos tiempos para el ladrillo, se sucedían exorbitadas ventas de inmuebles por todo el centro de la ciudad y el Casino no era una excepción. La carrera hasta llegar aquí no fue agradable, sino lamentable: Dividió a los socios de la entidad (que sumaban una media de edad algo avanzada) en dos sectores que defendían al mismo tiempo haber gestionado la venta del edificio al gigante de Inditex, propietario de la cadena Zara, y de tal forma se enconó el asunto que la gresca se prolongó durante quince meses, con encierro de los trabajadores incluido. 

Finalmente se impuso un acuerdo que contentó a unos y otros. El 8 de marzo de 2002, Inditex desembolsaba dos millones de euros (unos 331 millones de pesetas) y se hacía con la propiedad del edificio. La entidad se echaba otra vez a la carretera hasta conseguir una bicoca: Se trataba de más de 1.500 metros cuadrados del edificio que, en calle Tornería, fue propiedad de Juan Pedro Domecq y Díez y que venía ocupando la Cámara de Comercio al precio de 150 millones de pesetas. El nuevo Casino, el ‘Casino del siglo XXI’, se presentaba con una directiva nueva y joven, en una nueva etapa de paz, que consiguió desde su apertura números espectaculares de socios y familiares, en su mayoría matrimonios jóvenes.

El resto ya se conoce bien. Tras  doce años y una calamitosa situación económica, la asamblea de socios decidió vender el edificio al empresario del vino José Ramón Estévez Puerto por una cantidad de un millón de euros. Estévez pretende hacer del inmueble un nuevo hotel de lujo. Mientras tanto, el Casino Jerezano tendrá que volver, otra vez, a echarse a la carretera.

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