Jerez

Tres décadas de lucha igualitaria

  • Agentes de la Policía Local de Jerez relatan sus experiencias cuando se cumplen 30 años del ingreso de la primera mujer.

Hace ahora treinta años, Ana Navarro, Mari Carmen Reyes, Carmen Mateos y Mari Luz Rojo se convertían en las primeras cuatro mujeres en acceder al cuerpo de efectivos de la Policía Local. Corría el año 1985, cuando tras pasar por la Academia de Policía Municipal, aquellas cuatro intrépidas jóvenes, porque su edad media oscilaba entre los 21 y 23 años, iban a hacer historia pasando a formar parte de la plantilla. Hoy, tres décadas después, el número de mujeres dentro de esta institución alcanza los once agentes, una cifra pequeña si tenemos en cuenta que el grueso de efectivos de la Policía Local consta actualmente de 298 personas, es decir, un 3%. 

Mucho han cambiado las cosas desde aquel 1985, una fecha de la que guarda muy buenos recuerdos Mari Luz Rojo, una de las cuatro mujeres que por primera vez lograban plaza en el cuerpo. "Yo había visto mujeres Policías Locales en Ceuta, y desde entonces tenía ese sueño. A los 19 años salió una oposición, me avisaron y directamente eché la solicitud y entré en la academia junto a otros 40 compañeros, de los que sólo podíamos pasar 20. Nunca fui con la sensación de ir a un sitio en el que no había mujeres, iba a un trabajo que era la ilusión de mi vida, ser policía".

En aquellos primeros años "no nos dejaban salir a la calle a patrullar, nos ponían en sitios de sala y en la oficina. Hasta que no pasaron cuatro o cinco años no empezamos a hacerlo. Recuerdo que la primera fue Ana Navarro, que en paz descanse, que además quería salir en moto. Le hicieron hasta una prueba, que habitualmente no se hacía a los hombres, para que pudiera salir".

Para muchas personas, ver a una mujer policía suponía "algo extraño", comenta Mari Luz, y "en muchas ocasiones, por ejemplo en la Feria, los padres se paraban con sus hijos delante nuestra para decir 'mira, una mujer policía', una situación que "todavía se pasa" -interrumpe Mari Paz, otra de las agentes. "Lo que más llama la atención a la gente es cuando va una mujer en moto", explica Ana, la única agente de tráfico. "Cuando llego a algún accidente y me levanto el casco y todos me miran. 'Oh, una mujer, y va en moto'. Eso es algo que  se va perdiendo pero aún lo hay".

En una sociedad en la que poco a poco la igualdad de género es una realidad, todavía existen situaciones y circunstancias contradictorias. "Ahora no tanto pero nos ha costado patrullar con una mujer", cuenta Mari Paz. "Unas veces nos decían que era una cuestión de corpulencia, cuando a veces no es cuestión  de corpulencia, sino de sentido común", explica. "A mí me llegó a decir un jefe-exclama Lourdes, la única oficial de las once- que eso estaba muy feo y me dijo ¿y si os pasa algo?". Precisamente ese sentido de la protección "es algo en lo que siempre se han apoyado, nos pasó al principio", continúa Mari Luz, "y es algo que a veces lo hacen de una manera instintiva. Yo he tenido una intervención con un compañero y en un primer momento me ha puesto la mano delante para que frenara, como una medida de protección". 

Cada una relata sus múltiples experiencias pero todas coinciden en una afirmación, que "siendo mujer, el hecho de querer entrar en un mundo de hombres es porque te gusta este trabajo". De cualquier manera, las situaciones a veces son extrañas "como he llegado a un sitio y cuando me han visto, han dicho '¿y esto es lo que me han mandado?' Y luego cuando ha entrado mi compañero han continuado 'ah, bueno, vale'", cuenta Mari Paz.

Cuando se le pregunta por el valor y las agallas a la hora de afrontar un momento delicado, todas dan muestras de plena convicción en lo que hacen. "Saben que todas las que estamos aquí damos la cara, ninguna nos hemos escondido en ninguna actuación ni ningún servicio. Esto no es cuestión de sexo, porque hay algunos que cuando hay que dar la cara cogen por la calle de al lado", recalca Gemma. "Es todo lo contrario, te exigen más por ser mujer. Si un hombre se echa para atrás no pasa nada, porque entre doscientos...pero si lo haces tú, como somos menos...", interviene Pilar.

  

Dentro de la propia jefatura, la convivencia "es muy buena", aseguran, eso sí, las deficiencias de las instalaciones sí que pasan factura al sector femenino. "Lo peor es el vestuario, que se ha quedado pequeño, porque estaba hecho para tres personas y ya somos once", cuenta Isabel, si bien todas confían en que sea una situación transitoria, ya que pronto esperan tener nuevo recinto. 

No obstante, también hay ciertos reproches asociados a un mundo de hombres. "Soy la única mujer mando y el cuarto de los mandos, subinspectores y oficiales, está arriba con sus taquillas. Yo me cambio abajo pero cuando llego arriba me encuentro a uno en calzoncillos cambiándose y eso es algo que aún ocurre.  Yo no me asusto, pero es una cuestión de respeto", explica Lourdes. 

Su día a día es "como el de otra madre", reconocen, "igual que si trabajas en el hospital y tienes turno de noche, aunque sí es cierto que en ocasiones tienes que hacer un esfuerzo doble", explica Estefanía, que actualmente espera un bebé. En el capítulo del debe, otro detalle, la falta de uniforme para las agentes que trabajan encinta. "En mi caso,-prosigue Estefanía- me han permitido ir de paisana porque no hay uniforme para eso". En ese sentido también hay algo contra lo que en la actualidad deben luchar, "la reducción de jornada, a veces algo que es un derecho para cualquier trabajador, nos lo reprochan. Es una barrerita que no han superado", añade Gemma. "Normalmente un hombre no pide una reducción de jornada para cuidar de sus hijos", agrega.

     

De las once agentes que actualmente conforman la plantilla de policías locales, una de las de mayor antigüedad es Mari Luz, que cumple este año 30 décadas en el cuerpo, y las de menos Pilar y Ana, que accedieron hace ahora ocho años, en 2007, la última vez en la que se convocaron oposiciones. "Había once plazas y entramos cuatro mujeres, eso quiere decir que esto está cambiando", asegura. Todas sueñan con ampliar pronto el número de compañeras y de paso abrirse paso entre un cuerpo de mando sin ninguna mujer.   

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