Jerez

La gran familia de La Constancia

  • La barriada se mantiene entre el fantasma del apuntalamiento y una solución que nunca llega por el incumplimiento de la Junta Una mañana en la vida cotidiana de una barriada singular

Era 1953 cuando esa cabeza privilegiada de Fernando de la Cuadra planificó una barriada al norte de la ciudad que se llamó La Constancia. De la Cuadra, el arquitecto que se proclamó, con mucha gracia, 'el romano que hizo la fuente de Albarizones', venía de poner en pie La Plata. La hizo a su imagen y semejanza: un conjunto de edificios audazmente realizados que aparecían entre soportales, jardines y plazoletas. Un lugar de encuentro plácido y habitable entre sus vecinos.

La Plata, como La Constancia, La Alegría, La Vid o la cercana barriada de España se levantaron bajo el paraguas de la antigua Junta Fomento del Hogar en tiempos en los que gobernaba Álvaro Domecq en la ciudad. Y entonces, en aquel páramo que ocupaba una fábrica de puntillas y el antiguo coso taurino, emergieron una colonia de edificios en torno a una coqueta parroquia. La fábrica de puntillas , una empresa subsidiaria del vino, abastecía lo suficiente a las firmas madereras. La Aserradora Jerezana creció muy cerca. Y dicen que, algo antes, se instaló sobre ese terreno la primera fábrica de vidrio de Jerez. Que se llamaba 'La Constancia' y, que por esa razón, se le quedó el nombre. Y, por su cercanía a la plaza, sus calles fueron rotuladas con cierto aires del arte de Cagancho. Estaba la de Lagartijo, o la de Juan Belmonte, la plaza Pedro Romero y un puñado más. Y por supuesto, en la calle Manuel Rodríguez hubo un bar que se llamó el 'Bar Manolete', con sus imponentes carteles, que llevó durante años Manolo.

La Constancia está regada de bares, auténticos cultos de la convivencia. ¿Quién no recuerda 'El Chirri'? Palabras mayores. Una de los primeros tabancos del barrio, con 'el Ratón', 'el Mateíto', los Bomba, los catorce hermanos de la familia de Lili... ¿Y qué decir de 'El Gallego? El negocio que montó con ojo y acierto un ídem, cuyo hijo Manolo ha cogido el relevo con 'El Colmao del Gallego'. En fin, La Constancia es una enorme familia. Pasead por sus laberínticas calles y veréis que todos se conocen. Vecinos para siempre. Viven en plena ciudad, al norte. Junto a los restos que dejó la bodega Williams, el antiguo cementerio inglés y, a tiro de piedra, los primeros grandes bloques de Urbis que conformaron la majestuosa 'milla de oro' que da entrada a la ciudad.

Durante años y años, la cincuentena, aquellas casas cedidas a familias humildes en régimen de amortización pasaron de padres a hijos, y de hijos a nietos... Y hoy no extraña ver por esas calles a Carmen Acosta, hija de ese monstruo de la voz, Juan Acosta Jorge, saetero mayor y premio del concurso nacional de Flamenco Antonio Chacón, que llegó hasta La Constancia con cinco añitos. Estamos en el 'Bar de Fran', un hombre cumplidor con el barrio que se vuelca cada Navidad con sus gentes. En casi todos los vecinos de la barriada hay mucho de solidaridad. Años y años juntos, hombro sobre hombro, sobrellevando como se podía una vida de dificultades y penuria. Sebastián Nieto fue un sensible y prudente frutero de la barriada. A su favor, hay que decir que fue una de las personas que más ayudó a sus vecinos. Como lo fue Garrucho, el de la farmacia.

Hubo mucha gente buena que luchó por la barriada y se fueron... Manolo Requejo, Joaquín de Cos, Enrique Ventosa, Paco 'el Careto', 'El Tiriti' o Diego Conde, que fuera hermano mayor del Transporte y que tantísimo hizo para poner en pie los expedientes de cada vivienda... Y ahora hay hasta un generoso 'supermillonario' entre ellos.

La vida cambió en el barrio. Pasaron los años. Y, al final, en una esquina, aguardaba tranquilamente su oportunidad un joven, el niño 'Paco Veneno', Paco Flores Prieto, hijo que fuera del chófer de los Domecq y de Pepe Pantera. Se llamaba Manuel Flores Chica y su muerte fue prematura. Cierta tarde, cuando regresaban de Sevilla, a la altura del cruce con Utrera, se les vino encima una furgoneta repleta de pescado. El padre de 'Paco Veneno' y un agente que les acompañaba se encontraron con la muerte en el choque. Pepe Pantera sobrevivió al impacto.

Cuando llegaron los años de la emigración, Paco vivió en Holanda. Luego volvió a Jerez radicalizado. Un utópico con los pies en el suelo que fundó con otros entusiastas más el sindicato CNT en Jerez y que se puso como objetivo la solidaridad por encima de todo. Arrastra años y años como presidente de los vecinos de La Constancia. Y muy posiblemente, sin la vehemencia, coraje y tozudez de Paco, la barriada no sería la misma.

Y eso que los problemas de La Constancia siguen a flor de piel entre sus paredes. Hoy día, un paseo por la barriada y sus plazoletas dibujan un extraño paisaje inacabado. Hay bloques de viviendas cicatrizados por la humedad y desgastes en sus enfoscados. Hay sensación de vacío en muchas de sus casas que aparecen con sus persianas echadas: No pueden ser habitadas por el peligro de un desplome de sus techos y sus inquilinos, la mayoría de edad más que respetable, se han visto obligados a vivir junto a la familia en otro punto de la ciudad, dejando tras de sí un mar de puntales en muchas de sus habitaciones. Triste sino. Es el permanente miedo de los vecinos de La Constancia. Y, junto a estos, otros bloques parecen presentarse en perfectas condiciones de pintura y conservación.

Y mire usted por dónde que si la muerte ha rondado alguna de estas viviendas esa fue la del propio presidente. Ocurrió una noche de invierno de fuertes lluvias mientras Paco dormía junto a su mujer María cuando ¡cataplúm! toda la techumbre del dormitorio se les vino encima hasta caer de bruces en la habitación inferior.

El suceso fue brutal y el trabajo con que se emplearon los amigos bomberos heroico y emocionante. Honorio Trillo, uno de ellos, se empleó retirando escombros de la cama hasta que, entre la oscuridad y el polvo, pudo adivinar el rostro de su amigo Paco. Ambos se comunicaron a gritos y, a los minutos, se fundieron en un largo abrazo.

Pero los problemas estructurales de La Constancia habían dado la cara muchos años atrás. En 1985, ya estalló un problema de huecos y reparos que enfrentó al vecindario con Álvaro Domecq, a la sazón presidente de la Junta Fomento del Hogar, a quienes coreaban "Menos golpes de pecho y más cemento en los techos". Todos a una. Fue el año en que Paco movilizó a sus gentes para restituir el buen nombre de Francisca Pérez, una vecina que fue encontrada salvajemente muerta a la entrada de una viña. Por aquel entonces ejercía de gobernador civil Mariano Baquedano. La nota oficial del Gobierno Civil la calificaba de prostituta y eso enfadó a sus convecinos. Una ola de protestas y la pertinente actuación judicial obligó a rectificar a Baquedano, que quedó con la cabeza gacha.

En estos días, Paco ha vuelto a tocar a rebato para hacer cumplir a la Junta de Andalucía su parte proporcional a la que se comprometió para la remodelación integral de la barriada. La ruptura del pacto PSOE-IU hizo que la intervención del entonces delegado territorial de la Vivienda, el comunista Manuel Cárdenas, quedara en el aire, tan en el aire como ha quedado la barriada: más de diez expedientes abiertos, casas apuntaladas, problemas en cubiertas... Los vecinos reaccionaron como saben, juntos. El viernes formaron un gran cadena humana para airear las falsas promesas de la Junta. Dicen que no pararán aquí, que seguirán con sus reivindicaciones.

Entretanto, la vida sigue en La Constancia. Juan Antonio Chacón cuida, con unos cubos, de que la lluvia acumulada en un piso superior no provoque daños en sus techos del piso que posee en la calle Juan Belmonte. Otros, más manitas, hacen lo que pueden. El ruido de golpes se extiende por el barrio. Apenas se oye en el tumultuoso centro de barrio, abarrotado a la una de la tarde, donde experimentados jugadores de dominó echan sus partidas. Todos, con un ojo dentro y el otro fuera. Un oído dentro y el otro fuera. La Constancia se cae. Todos vigilantes. Como una gran familia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios