Jerez en el recuerdo

Un paseo por la Ronda de Muleros

  • La verdad es que, hasta principios de la década de los sesenta del pasado siglo por nuestra calle principal discurrió la Nacional IV con su tráfico de automóviles y camiones.

ES cosa curiosa cómo pasados muy pocos años tras la transformación en zona peatonal de cualquier calle o plaza nos cueste imaginar cómo por allí pudo antes discurrir el intenso tráfico de vehículos que invaden otras vías urbanas. Pero aún es más inimaginable, incluso por aquellos que lo conocimos, que una calle actualmente peatonal tal es la calle Larga, formara parte de la carretera nacional. La verdad es que, aunque a los más jóvenes les pueda costar trabajo creerlo, como muchos recordarán hasta principios de la década de los sesenta del pasado siglo, cuando se construyó la nueva carretera de circunvalación que uniría la de Sevilla - Cádiz por el exterior de la ciudad, por nuestra calle principal discurrió la Nacional IV con su tráfico de automóviles y camiones. Claro que entonces era algo muy normal que las carreteras atravesaran el centro de las ciudades, máxime en este caso concreto, ya que la calle Larga antes de ser calle principal fue también una ronda que bordeaba nuestra vieja ciudad por el exterior de su muralla medieval y, por tanto, paso obligado en el camino que conducía desde Sevilla hasta Cádiz.

Varias son las vías jerezanas que reciben el nombre de Ronda, tales son las del Caracol, Viñedos, San Telmo, Pelirón o Alunados; pero la única ronda propiamente dicha que desde tiempos lejanos tuvo nombre y uso como tal fue sin duda la de Muleros. La misma, como es fácil desprender, conducía desde el camino de Sanlúcar hasta la de Medina rodeando el arrabal de San Miguel.

En principio podríamos pensar que Muleros es una denominación lógica para esta ronda y que no debería existir ninguna duda al basar su origen en que por allí pasaba el "transporte pesado" de otros tiempos: carros tirados por mulos y conducidos por muleros. Sería lógico ciertamente, pero el caso es que no es así, ya que el historiador Agustín Muñoz Gómez nos dice que allí en los tiempos de "maricastaña" hubo un cuartel de milicias y el mismo se denominaba Cuartel de Molero. Por lo que Muleros no es más que una derivación o corrupción de Molero y nada tiene que ver con acemileros ni con mulos.

La Ronda de Muleros, al parecer, nunca fue un lugar recomendable para paseos nocturnos, ya que no fueron pocos los asaltos y crímenes que allí ocurrieron en tiempos lejanos dado lo apartado y solitario del lugar. Tanto es así que, por su peligrosidad, a la Ronda de Muleros se la llegó a conocer popularmente con la original y reveladora denominación de "Huye si puedes", un nombre que lo dice todo. Posiblemente la peligrosidad nocturna de esta ronda en tiempos pasados viniese también incrementada por la proximidad a ella de numerosas casas de mancebía o de prostitución localizadas desde el siglo XVI en la cercana la plaza de los Silos.

Esta antigua ronda culmina en su cota más elevada al pie de la entrañable ermita de San Telmo, desde donde se divisa un amplio y magnífico panorama de las antaño denominadas "playas" del mismo nombre. Dicha capilla tiene su origen en el último tercio del siglo XVI, cuando se funda la hermandad del Santo Cristo de la Expiración por el gremio de barqueros, que dedicaron la capilla al santo dominico Pedro González Telmo

Poco atractivo estético tiene esta céntrica plaza tan cercana a la del Arenal, máxime desde que desapareciera tras caer por causa de un temporal el frondoso laurel de indias que la adornaba en su parte central, lo único interesante que manifestaba esta plaza. Como muchos recordarán, hasta la creación del "Merca" en el polígono industrial del Portal en tiempos de la alcaldía de Miguel Primo de Rivera, en esta vía y frente a la plaza del Carbón estuvo ubicado el denominado "Palenque", o lo que es igual: el mercado mayorista municipal de frutas y verduras con su constante trasiego de carros y camiones que transportaban las mercancías de las cuales se abastecían los puestos minoristas. Hemos de señalar que en los planos de 1852 aparece esta plaza con el nombre de Hoyanquilla, un barranco que al igual que la Hoyanca de San Telmo también era utilizado como vertedero de basuras y escombros. Sin embargo, ya en el plano de 1892 la encontramos con la denominación de Cruz de la Palma, que es el mismo nombre del último tramo de la calle Guarnidos antes de llegar a ésta. De modo que, como plaza del Carbón, sólo la hallaremos en el nomenclátor del siglo XX. A título de curiosidad diremos que, consultando varias de las guías oficiales de Jerez del primer tercio del pasado siglo, no hemos encontrado en ellas ninguna carbonería ni depósito de carbones establecido en este sitio. Como las denominaciones de calles y plazas de cualquier ciudad jamás son gratuitas y siempre responden a una determinada causa, hemos de pensar que quizás fuese éste el punto de destino para el pesaje y distribución a los comercios del ramo de los carros que transportaban este combustible desde sus lugares de producción en la sierra, dado que además en esta plaza siempre existió una garita con una enorme báscula para pesar vehículos. Otra razón no hemos encontrado.

Un poco más abajo y en la misma ladera que desde la Ronda de Muleros baja hasta la antigua carretera de El Puerto, una serie de angostas y empinadas callejas que discurren entre alegres casitas de blanca cal, adornadas muchas de verdes geranios y rojas buganvillas, componen las barriadas del Agrimensor y de Torresoto. Los terrenos de esta última fueron propiedad del rico bodeguero Pedro Nolasco González Soto. Ambas áreas de terreno comenzaron a ocuparse desde el último tercio del siglo XIX por familias necesitadas de un techo que allí fueron construyendo en principio chabolas y que poco a poco fueron transformando en sencillas casitas de obra, convirtiéndose en un arrabal del propio arrabal de San Miguel. No pocas familias que allí se asentaron provenían de los pueblos de la Sierra que a Jerez llegaban por aquellos tiempos en busca del necesario trabajo en las florecientes bodegas de nuestra ciudad. La cota más baja de esta zona, ya casi llegando a la cuesta de la Alcubilla, ocupa parte de la antigua finca denominada Reventón de Quintos, cuyo nombre aún conserva, incluso una calle que sube hasta la plaza de los Silos se denomina Quintos

Son varias las ocasiones en las que hemos oído que esta denominación se debe a determinado hecho militar de unos soldados o "quintos" que reventaron de tanto correr por aquellos pagos. Y desde luego nada más lejos de la realidad, y el historiador Agustín Muñoz Gómez nos da la respuesta diciendo que el mismo procede del nombre de un alfarero que en ese lugar tenía una fábrica de cántaros y botijos. Su nombre: Bartolomé López de Quintos. Y como las pendientes muy pronunciadas recibían el nombre de reventón, éste toma el apellido de don Bartolo el de los búcaros, y así quedó para siempre en el callejero local.

No podemos terminar nuestra referencia a este arrabal, sin tener un recuerdo para el que fuera inolvidable maestro Rafael del Águila, que aquí transmitió el noble arte de la guitarra a los grandes intérpretes que Jerez ha dado al mundo. Nunca podremos olvidar haber tenido la dicha, allá por los años sesenta del pasado siglo, el haber recibido algunas clases de tan genial maestro en la penumbra de una covacha llena de recuerdos. Aquel maestro sembró allí la semilla de su arte para orgullo de Jerez, y su memoria quedará imborrable en la mente de todos cuantos cada noche fuimos por aquellas estrechas y oscuras callejas donde Rafael dejó en el aire para siempre el lamento de unas cuerdas acariciadas por sus viejas y geniales manos. Desde 1975 una placa en la casa donde vivió y sembró su arte recuerda a este genial maestro.

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