Reconocimiento

Patrimonio de sangre

  • Un recorrido por el palacio de Campo Real y una charla con sus "entusiastas" propietarios, galardonados con el Premio Ciudad de Jerez.

Constancia y entusiasmo habitan el Palacio de Campo Real. Una casa que ha permanecido en la misma familia desde la reconquista de la ciudad, en 1264. Bien de Interés Cultural, sus propietarios, Manuel Domecq Zurita y Carmen López de Solé, han sido reconocidos con el Premio Ciudad de Jerez a la Conservación Patrimonial por la labor de rehabilitación llevada a cabo en dicho palacio, una de las joyas del patrimonio monumental jerezano, así como por la catalogación y conservación de su interesante archivo histórico.

Enclavado en pleno barrio de San Mateo, el origen del edificio actual se encuentra en la figura de Pedro Benavente Cabeza de Vaca y Carvajal o 'el gran comendador', tal como lo llamaban aquí, que fue quien lo mandó edificar sobre una construcción islámica transformada y embellecida con el tiempo. La fachada, de estilo neoclásico, fue construida en 1785 por José Vargas y Sánchez, encargo de Diego Ignacio Zurita y Fernández de Villavicencio y su esposa, Manuela de Negrete y Adorno. Tras ella se abre un espacio que conduce al visitante a otro tiempo, distribuido en dos alturas, en el que queda constancia de la sangre que ha habitado el lugar por sus diferentes motivos heráldicos. De hecho, uno de los medallones del apacible patio representa al matrimonio Pedro Benavente y a su mujer, Beatriz Bernalte.

Manuel y Carmen llegaron a la casa en los ochenta, y desde entonces no han parado de hacer obras para conservarlo, "y es que los muros antiguos son así". Tapices del siglo XVI, muebles del XVIII, cuadros de Villegas, Pacheco, Tiziano, de primitivos holandeses, flamencos, de Madrazo... Muchas piezas heredadas pero otras tantas que se van adquiriendo por el matrimonio. De hecho, Carmen es una amante de la pintura contemporánea, "porque cada habitante debe aportar arte de su época, de lo que vivimos. Pero tenemos muchas cosas guardadas que llenarán la parte de la casa que queda por arreglar".

"Este premio supone un orgullo. Para nosotros, la conservación es una obligación, pero acompañada de un entusiasmo tremendo. Puede parecer una pesadez esta labor, y tiene mucho trabajo, pero como nos gusta tanto, no nos pesa", apunta Manuel. Una casa en la que casi siempre hay un albañil enfrascado en algún arreglo. "No pararemos hasta que la tengamos completa", asegura Carmen.

El amor a la sangre, a Zurita, y a la casa, se ha inculcado desde que eran pequeñas a las tres hijas del matrimonio, que son las herederas del palacio. "No sólo lo asumen, sino que lo ven como algo natural. Les encanta, les entusiasma. Están preparadas". Una familia tocada por el arte, pues él dibuja "fenomenal", y Carmen estudió Piano, Historia del Arte y Arquitectura de Interior, "por lo que aquí no entra un decorador (ríe), porque yo lo soy, y amo además la jardinería. Pero no hemos inventado nada aquí, está todo como fue". Además, es encuadernadora, algo que aprendió para poder aplicar dichos conocimientos al archivo que se conserva en la casa.

Junto a la 'sala del billar', en la planta baja, está la estancia dedicada a dicho archivo, que se inició por la necesidad de esta 'elite nobiliaria' de ir guardando documentos que fueran testimoniando tanto sus privilegios, como las propiedades, que eran innumerables, no sólo en la ciudad. Un legado al que se van añadiendo 'papeles' de las familias que se van entroncando, como los Orellana, Cabeza de Vaca, Núñez de Villavicencio... "Una colección que permite reinterpretar la historia", apunta el experto en Archivística y encargado de la catalogación del archivo, Manuel Barea. "Hay que dar gracias -precisa- por que lo conserven, ya que si no hubiéramos perdido un elemento más de nuestra memoria". Una carta del príncipe Don Juan fechada en 1490, privilegios rodados del padre de Isabel 'La Católica' de en torno a 1450 por el que las tiendas que se iban abriendo en la ciudad las gestionaban los Zurita, un relato de los juegos en la plaza del Arenal, el testamento de Pizarro, legajos del Cuzco, de Pedro de Vera... También consta en el Archivo cómo se va labrando el palacio a través de esos documentos de las distintas casas que se van entroncando y que va generando un archivo de rango internacional, aunque faltan legajos que fueron vendidos antes de la llegada de Manuel y Carmen, que ellos están tratando de recuperar. "De valor incalculable", aquí se guardan como mínimo 50.000 documentos que llegan hasta el siglo XX, que también están siendo digitalizados. "Aquí está el testimonio de todos los ancestros, lo que nos conforma como lo que somos. Hay que seguir investigándolos", apunta Barea.

"Si pudiéramos, arreglaríamos todas las casas antiguas de Jerez, porque la ciudad está perdiendo su fisonomía. Y no hay ciudad que se preste con un buen casco antiguo, que no lo cuide. Ahí están Cáceres, Trujillo, Carmona, Úbeda... Y nosotros tenemos el nuestro en un abandono total. Parece ser que el Ayuntamiento quiere darle el valor que realmente tiene. No podemos permitirnos perder la esencia".

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