Jerez

Idas y vueltas del proyecto de ciudad bodega

  • Aladro analiza la dualidad entre renovación y tradición en el modelo territorial vitivinícola

El dilema entre tradición y renovación está tan presente en Jerez que "afecta a su arquitectura, sus actuaciones urbanas y todo lo simbólico". Así presentó el profesor de Arquitectura de la Universidad de Sevilla José Manuel Aladro la ponencia con la que participó en el congreso científico, titulada 'Renovación vs. tradición. Arquitectura y ciudad en la segunda mitad del siglo XX'.

La mecanización y la revolución tecnológica que salpicó a Jerez, junto a toda Europa, durante la segunda parte del siglo provocó la transformación de la cultura del vino, "con un desmantelamiento de un modelo de arquitectura, ciudad y territorio establecido desde el siglo XIX". El cambio de modelo territorial llevó "al traslado de los lagares a la ciudad. Sin embargo, el cambio es más relevante en el caso contrario, ya que a partir del siglo XX los transportes mecanizados posibilitaron que algunas empresas decidan trasladar sus instalaciones al campo y a la viña, de manera que el vino salió de la ciudad".

A partir de entonces, el paisaje de Jerez cambia y las bodegas empiezan a asentarse en el perímetro de la novedosa carretera de circunvalación, gracias a que en esta época empieza la organización a través de los planes generales de urbanismo. Al principio, estos proyectos favorecían que las dos grandes firmas de la ciudad ampliaran sus fronteras hacia la zona de Cuatro Caminos. Sin embargo, "las bodegas fueron por delante, y el municipio no pudo satisfacer la necesidad de las bodegas. La euforia de la época hizo que el terreno se quedara pequeño", por lo que terminaron apareciendo inmensos polígonos bodegueros en la periferia. El paisaje, a partir de ahora, "fue el de la Nacional IV, el del turista en coche que contempla las bodegas camino a al ciudad o la costa".

Por otro lado, el hormigón y la estructura metálica supusieron una renovación arquitectónica que es paralela a la renovación de las funciones de las bodegas con la creación de los grandes complejos. La empresa necesitaba de un espacio para el embotellado, que se une a las naves bodegueras y aquí comienza la renovación total. En este punto se produce una dislocación, ya que "de cara a la galería, el edificio mantenía una estética parecida a la bodega tradicional, pero la arquitectura interior era absolutamente industrial y no se reconocía un esfuerzo por cualificar los espacios interiores (...). Algo recogido y que ya contemplaban, por otra parte, los planes generales de urbanismo que abogaban por la representación de los elementos establecidos y reconocibles a la hora de construir nuevas bodegas".

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