Patrimonio

Voces en el desierto

  • Un paseo por la Cartuja, la vida de las Hermanas de Belén, reacciones al posible traslado de un retablo y un proyecto de visitas guiadas al edificio.

A las tres de la madrugada, alguien empieza a velar por ti. En la oscuridad de la noche, cuando la muerte ve con más claridad, en las horas de los enfermos y cuando las tentaciones se venden más baratas, comienza una travesía en el desierto. Un camino en la arena, vacío de riqueza y de las seguridades de este mundo, donde las Hermanas de Belén se encuentran con Dios, con lo que vivirán en la Eternidad. Es mediodía en la Cartuja. Han bajado al Santísimo y la iglesia abre sus puertas más tiempo de lo habitual después de la misa de las 8,15. En el interior, una de las hermanas reza sobre un suelo cubierto de esteras. Las estancias están iluminadas con luces tenues. El retablo del siglo XVI preside la iglesia, una obra de arte a la que se unen una serie de iconos neobizantinos. Sólo hay silencio. 

Visitantes y algunas hermanas pasean por el patio y la pequeña capilla de la entrada. Un goteo continuo de personas entran y salen de la tienda y museo del monumento en el que se vende artesanía monástica y se explica, de una manera muy didáctica, la vida en la Cartuja desde su fundación hasta la actualidad, con recreación incluso de una celda original de los cartujos. Una fotografía de un desierto recibe al curioso. “Llevan una vida de adoración, de entrega y de trabajo dedicado a la belleza, a los demás. En una pobreza llena de riqueza. Y velando, rezando por la humanidad. Algo que es difícil de comprender desde fuera, pero su ofrenda al mundo es la más bonita que se pueda hacer”, cuenta el cura encargado de oficiar las misas en la Cartuja, Lorenzo Morant. “Durante la noche, ellas rezan por todo el mundo, nos velan, como lo hace una madre por sus hijos cuando están enfermos o cuando se queda en el salón porque han salido. Algo invisible, que nadie puede agradecer”, añade el capellán. 

 

Son una veintena, con edades  que oscilan entre los 20 y los 80 años. Llegaron en marzo de 2002 al monasterio de Nuestra Señora de la Defensión, construido en la segunda mitad del siglo XV por orden del jerezano Álvaro Obertos de Valeto para ser habitado por los monjes cartujos de San Bruno, que fueron relevados por ellas. Fue declarado Monumento Nacional en 1856 (hoy Bien de Interés Cultura o BIC) y es considerado como el más importante de la provincia. La orden de Belén nació a mediados del siglo XX bajo la paternidad espiritual de la orden de San Bruno. 

 

El posible traslado del retablo de la Sala Capitular a la iglesia de la Encarnación de Setenil ha levantado una polvareda. “Ellas no tienen nada que decir ya que las obras de arte de la Cartuja son propiedad de la Diócesis (cedidas por los cartujos cuando se marcharon), es asunto del Obispado. Ellas se mantienen al margen, están despojadas de esos intereses, están al servicio de la Iglesia. Pero si el retablo se va, tendrá la ventaja de que se podrá disfrutar de una manera distinta ya que ahora con la clausura no puede ser visto. Obras de arte aquí quedan pocas, muchas de ellas están en la Catedral, como el apostolado de Arce y el San Bruno, entre otras, para el disfrute del público”, apunta Morant. “Yo he visto mejor estas imágenes cuando han estado fuera y no en el retablo”, dice. “Cuando los cartujos –explica– regresan aquí en 1948, tras la desamortización de 1835, tiempo en el que sí que hubo expolio, se encargaron de traer de nuevo esas obras que habían desaparecido, aunque otras prefirieron que se quedaran para el disfrute del público. De lo que era original de la Cartuja lo que queda es el edificio, que es propiedad del Estado”. 

 

La priora de la Cartuja, la hermana Lucille, muestra a este Diario su apoyo al Obispado en el traslado del retablo. “La Iglesia somos una familia y estamos de acuerdo con que se marche a Setenil. Es lo mejor porque allí tendrá más uso público y litúrgico. Y por nuestra parte, nosotras claro que conservamos las obras que hay”. Respecto a una apertura mayor del monasterio al visitante, Lucille apunta que para ello “ya hay otras iglesias en la ciudad, nosotras estamos en clausura y es difícil compaginar las visitas turística con la vocación”. 

Una vez fuera del monumento, comienza el ruido de la vida urbana y las críticas surgidas a raíz  de ese posible traslado del retablo a Setenil, que el Obispado ha dado por bueno alegando que fuera del monasterio tendrá “un mayor culto litúrgico y artístico”. Ahora sólo queda esperar que la Comisión de Patrimonio de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía dé el visto bueno, o no, algo que no está tan claro porque, según fuentes fiables, dentro de la misma Administración hay voces contrarias a este traslado, que califican de “disparate”. 

 

Lo que dicen los historiadores

 

Para Manuel Romero Bejarano, las obras que quedan en la Cartuja, así como las hermanas, “deben tener un control de alguien y no pueden hacer lo que les dé la ganas. Por ley deben dejar visitar el monasterio al menos un día al mes. En la Cartuja siempre hay gente trabajando, pero no visitantes”, y se queja de que el Estado está construyendo celdas y una hospedería “y ese es dinero de restauración, no para celdas. Y en vez de quitar el retablo, que restauren la pared si está llena de humedad”. “Es la Junta –añade– la que debería controlar las obras de arte. Como la lápida del siglo XVI del fundador del convento, Álvaro Obertos de Valeto, que es una pieza única y la tienen tapada con una tarima y una estera. Está delante del altar mayor”. Bejarano asegura que sí es compatible la clausura con las visitas turísticas, “como ya hacen en el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores en Burgos o Santa Paula en Sevilla”. 

Según el artículo 14, apartado 3, de la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, cuando se trate de Bienes de Interés Cultural (BIC), “se permitirá la visita pública gratuita, al menos cuatro días al mes, en días y horas previamente señalados, constando esta información de manera accesible y pública a los ciudadanos en lugar adecuado del Bien de Interés Cultural. El cumplimiento de esta obligación podrá ser dispensado total o parcialmente por la Consejería competente en materia de patrimonio histórico cuando medie causa justificada. En el caso de bienes muebles se podrá, igualmente, acordar como obligación sustitutoria el depósito del bien en un lugar que reúna las adecuadas condiciones de seguridad y exhibición durante un período máximo de cinco meses cada dos años o, preferentemente, su préstamo temporal para exposiciones organizadas por la Consejería competente en materia de patrimonio histórico”. Al respecto, hay que señalar que la Cartuja se puede visitar de 7 a 19 horas, todos los días del año, pero sólo el patio exterior y la fachada. Sin embargo, se puede entrar hasta la mitad de la iglesia cuando hay misa, de martes a sábado a las 8,15 horas y domingos y lunes a 17.30 horas. El resto es clausura. 

 

El historiador Fernando Aroca apunta que este traslado “no es lo más acertado, ya está la Cartuja lo suficientemente expoliada desde siglos para que se siga haciendo lo mismo. La historia nos debe enseñar a no cometer los mismos errores. La cuestión es saber el patrimonio interno que hay aunque parece que las hermanas no lo están cuidando. Jerez ya sufre una situación lamentable como el convento del Espíritu Santo y ahora le ha tocado a la Cartuja con una obra en concreto. Hay que actuar. Un monumento de esa categoría no se puede tener así, es señero a nivel andaluz. Habría que buscar otra solución y no desmantelarlo por mucha necesidad que haya en otros sitios como en Setenil”. 

 

José Manuel Moreno Arana, experto también en Historia del Arte, recuerda que “muchas de las cosas de la Cartuja están en la Catedral. El San Bruno que estaba en el retablo del altar mayor, por ejemplo, al que le han puesto iconos neobizantinos de nueva realización, el apostolado que estaba en el refectorio, la Piedad que estaba en el retablo que se quiere quitar y también se llevó otro retablo que está ahora sobre la tumba del obispo Rafael Bellido en la Catedral. Entiendo que las monjas no quieran tener retablos allí porque va en contra de la espiritualidad que procesan, que es ajena al arte andaluz y español, ya que tienen ideas más orientales, pero el hecho de estar habitado hace que se mantenga pero no quitando el patrimonio que trajeron los cartujos cuando regresaron a Jerez en 1948 y que consiguieron reunir muchas de las obras que quedaron dispersas por varias iglesias de la provincia”.  Respecto a las visitas, Arana cree que se debería ver la iglesia entera, “y hacer visitas guiadas como un medio económico más para mantener el edificio”. El historiador está en contra del traslado del claustro porque primero es un “bien que pertenece a un monumento declarado BIC y que forma parte de ese edificio. Una obra que se hizo en Jerez y para la Cartuja, con medios de la ciudad y con artistas de esta ciudad. Veo ilógico justificarlo con la conservación, si es así, que se actúe allí. Pero si se quiere quitar, que se instale en algunas de  las muchas iglesias que hay en Jerez. No creo que este retablo barroco mejore una iglesia como la de Setenil que es gótica”. El investigador alerta de que con esta acción se va a abrir “La Caja de Pandora ya que ahora todo el mundo querrá tener un retablo de la Cartuja, como Sanlúcar, que a este paso puede reclamar el que fue donado por la duquesa de Medina Sidonia y que estaba en la Merced”. 

 

Esperanza de los Ríos es partidaria de impedirlo, porque este traslado “sería una barbaridad. ¿Acaso no se han llevado ya bastantes cosas de Jerez, que está más que expoliado? Alguien tiene que hablar con las hermanas y decirle que hay leyes de patrimonio que tienen que cumplir. El monumento se ha restaurado con dinero público y tienen la obligación de abrirlo y alguien debería ver cómo están las obras de arte. Entiendo su vocación religiosa y no por eso deben dejar de respeta las leyes de patrimonio. El retablo se podría poner en Santiago, que está desnudo. La Cartuja son los bienes que también hay dentro. Y no es incompatible la clausura con las visitas”. 

Manuel Antonio García Paz cree que no es de recibo retirar el retablo “porque es una falta de respeto a los cartujos. Desde que se marcharon, he ido bastante pero no he visto las obras que quedan. Imagino que las tendrán bien cuidadas porque las hermanas se preocupan. Ellas viven en su casa, si es de clausura, qué van a hacer”.

 

José Miguel Sánchez Peña, conservador restaurador emérito del Museo de Cádiz, señala que con los cartujos “no había los obstáculos que hay ahora para ver las obras. El Obispado se equivoca con este traslado. Si no quieren saber nada de las imágenes, que hagan este monumento visitable y sirva para el mantenimiento del mismo y que se forme un patronato. Cuando los cartujos se fueron temían por el futuro del monasterio y era por algo. Hay organismos que deberían haber dado la voz de alarma con lo que allí está pasando, como las Academias de Bellas Artes y la Administración, que para algo se han creado. Los particulares no tenemos por qué poner denuncias”. Asegura Sánchez Peña que los cartujos “lo tenían bastante bien conservado. Y ahora se ha expoliado todo. No hay criterios, cada uno hace lo que quiere”. 

 

La versión de las Administraciones

 

Para el delegado municipal de Cultura, Francisco Camas, “la Cartuja es un símbolo importante de la ciudad, ya que se invierte en ella. Lo mejor no sería deshabitarla. Las Hermanas de Belén son bastante aperturistas”. 

Desde la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, y ante las quejas de historiadores y ciudadanos, “la Delegación no tiene constancia de denuncia oficial sobre el incumpliendo de visitas o deterioro de las obras de arte que hay allí. Y respecto a los proyectos que se vayan a desarrollar en la Cartuja, –en este caso, el posible traslado del retablo– pues pasará por la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía”. Desde la Delegación animan a que se comuniquen las quejas y denuncias a dicha Administración para actuar si fuera necesario. 

En palabras de la Iglesia

 

Para el secretario general canciller de la Diócesis, Miguel Ángel Montero, “el retablo es de la Diócesis y la idea es que se disfrute mejor, además, ¿por qué gastar dinero en un retablo para Setenil si se puede llevar el de la Cartuja? Lo que hay allí no calza en todas partes, en otras iglesias de la ciudad, y el desmontaje lo harán profesionales de la restauración. Eso sí, no haremos nada sin la conformidad de la Junta de Andalucía”. Montero defiende la labor de las Hermanas de Belén y asegura que cuidan aquello “estupendamente. Lo que tiene problemas y necesita restauración está en manos de la Administración, como las reformas que se están haciendo de las celdas en el ala norte y la adecuación de una zona para hospedería. El monumento tiene muchas posibilidades de habitabilidad”. Respecto a la restricción de las visitas, “es así porque hay una clausura. Y se puede llegar hasta donde se puede, y algunas zonas no son visitables porque están en obras. Y lo que no se puede visitar por clausura la ley obliga a explicarlo en el museo. Y así se hace”.

 

Respecto a esa supuesta desatención por parte de las hermanas a las obras y retablos que quedan en la Cartuja, Lorenzo Morant asegura que ellas “tienen un cuidado exquisito con todas las cosas. Las hermanas valoran todo lo estético, todo lo artístico como una manifestación hecha para Dios. Y su trabajo, en todos los monasterios, es un trabajo artístico, porque hacen también cerámica, imágenes, iconos...  Hablan a través de la belleza. Tienen una forma estética más sencilla, más simple de las cosas y es lo que utilizan en la liturgia diaria, pero no hacen ningún estropicio con nada, algo que no se puede decir de otros lugares. Las hermanas todo lo mantienen tal cual. Si ellas no estuvieran aquí, tendríamos unas ruinas preciosas y no está la cosa para hacer Paradores”. En cuanto a que la tumba de don Obertos esté cubierta con una estera, el párroco confiesa que sería “una aberración quitar la tumba del fundador, pero poner un alfombra encima para evitar un suelo helado..., no es un problema. Hay que tener en cuenta que ellas rezan sentadas en el suelo, y un invierno, aquí, sobre el mármol..., ya me dirá. Y yo doy precisamente misa encima de la lápida, así que los que vivimos el día a día de la Cartuja somos los que agradecemos este gesto”. En cuando a una mayor apertura de las visitas, el capellán señala que la vida de desierto “abierta a la visita turística es muy difícil y las hermanas tienen muy abierto el monasterio a la participación en la liturgia, pero su vida de adoración tienen que conservarla. Lo que hay que visitar se ve al entrar en la iglesia. Es una Cartuja muy viva, más que nunca. Pero hay que entender su reticencia porque su vida es escondida”.

 

El párroco hace de guía por la tienda de cerámica y el cuidado museo de la Cartuja en una amable visita. Allí, una voluntaria, Rita, atiende a los visitantes. “Cuando regreso a casa me voy llena de vida, como si me llevara un pedazo de Cielo”, reconoce mientras toma una taza de té con unos bizcochitos que le ha traído una de las hermanas en una bandeja junto a unas flores recién cortadas. “Ves, son detalles como estos. Ponen belleza y dedicación en todo lo que hacen”.

 

En la Hermandad de la Defensión también se han hecho eco de este posible traslado, y su hermano mayor, Fernando Barrera, muestra su aprecio por las Hermanas de Belén y “lo que hagan ellas están sujetas al obispo. El retablo de la sala Capitular es patrimonio de Jerez y que como tal debería seguir siendo, pero si el obispo decide que su traslado es lo mejor, pues no hay que darle más vueltas”. Las hermanas hacen “una labor fantástica, enorme y siempre que se puede se les ayuda. Y respecto a las obras de arte, son mantenedoras y tienen aquello abierto y limpio. No sé si la alternativa de que fuera público o estuviera cerrado sería mejor”.

 

El deán de la Catedral, Antonio López, cree que la gente “se piensa que en la Cartuja hay tesoros, y la mayoría de las cosas las hicieron los cartujos cuando estuvieron allí. Cuando se fueron, se las cedieron al Obispado y algunas cosas se han venido a la Catedral y a otros sitios porque allí no tienen utilidad. Tantos los cartujos como las hermanas, son de vida contemplativa y cuando los expertos quieren investigar, pues es complicado porque tienen que ajustar horarios”. En cuando al tipo de obras, más sencillas, que ellas profesan, “tienen otro tipo de liturgia (oriental y latina) y a pesar de ello, han respetado todo, aunque han utilizado cosas modernas como iconos, pero son de quita y pon. No han hecho obra ninguna. Ellas hacen una gran labor y es un centro de espiritualidad y al que acude gente de muchos sitios. Comparten su oración con el público en las horas de misa”. López recuerda que la Cartuja “fue un problemón cuando se fueran los cartujos. Se pensó hacer un hotel o una residencia, pero eso era una fortuna hacerlo y mantenerlo. En ese intervalo de tiempo surge la propuesta de que vinieran las Hermanas de Belén. Es un edificio que está concebido como cartuja y es una riqueza para todos. No se puede pretender que como es del Estado es de cada uno. Ya la quisieran muchas poblaciones. El afán de entrar de mucha gente es porque está prohibido, pero luego esas personas no conocen ni San Miguel, ni San Marcos, ni tan siquiera la Catedral”.  

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