Galería del crimen

El Superviviente

  • El 23 de marzo de 1994 dos delincuentes atracaron el pub Tanit, de Jerez l Secuestraron toda la noche a tres camareros y, al amanecer, intentaron ejecutarlos. Dos de ellos sobrevivieron milagrosamente

CUMPLO quince años el próximo 23 de marzo. He nacido dos veces, el día en que me parieron y el día en que una mano del más allá se posó en mi frente cuando me dispararon a metro y medio con una escopeta de cañones recortados. Toca, toca mi frente. ¿Ves? Eso que notas en la cicatriz es plomo. Me sacaron ciento y pico plomillos, pero muchos se quedaron incrustados en los huesos. Para el médico, un milagro. Dicen eso de que cuando te mueres te metes en un túnel y al final hay una luz. ¿Te lo crees? Tú piensas que te mueres y te mueres. Yo vi esos dos cañones muy negros delante mía y ese fogonazo. Muy, muy lento, eterno. Pasé años soñando con eso. ¿Sabes lo que es ver todas las noches esos cañones? Aquel hijo de puta disparó. Y yo vi el túnel, toda mi vida pasando por delante, cada detalle. Estaba en ese túnel, estaba esa luz y cada minuto de mi vida. Me habían matado.

Cuando llegué al pub estaban esos dos tipos, el Peseta y el Tiramillas. Luego supimos que se habían quedado sin gasolina en la motillo. Iban a dar un palo en otro bar. Tendrían que estar presos, pero habían conseguido una prórroga. Pensaban en sacar algo de dinero para entrar en la cárcel con pasta o droga que vender, para no entrar con una mano delante y otro detrás, pero no creo que pensaran en dar el palo en el Tanit. El Tanit era un pub donde podía llegar gente hasta el amanecer, de lo peor y de lo mejor, pero nunca hubo una pelea. Y éstos, mira, ni siquiera tenían mala pinta. Estuvieron allí charlando, hasta que llegó la hora del cierre. Les dijimos que abonaran unas dos mil pelas. Cuchichearon, uno salió fuera y volvió con una bolsa. Dijo un momentito y se metió en el cuarto de baño. Salió encañonándonos. Serían las dos de la madrugada. Nos amarraron y nos llevaron detrás de la mesa de billar, atados boca abajo, y el Tiramillas, el tonto, siempre apuntándonos, y el Peseta, el cerebro, rompiendo máquinas. Mis compañeros, el Chema y Abucha, me miraban desde el suelo como diciendo que se lleven lo que quieran y se larguen. Pero no se iban.

A lo largo de la noche llamó gente a la puerta, habituales del Tanit. Cada vez que llamaban me llevaban a la puerta encañonado. Yo decía que no podía abrir y al cliente le extrañaba. "Joder, abre Lolo, sólo una copa". "Estoy con una tía, ya te contaré". Fue la excusa que se me ocurrió. Y volvía detrás del billar.

Los dos zumbaos decidieron levantar el cuartel sobre las cinco de la mañana después de vaciar los extintores por todo el bar. Era fantasmal, todo cubierto del polvo blanco. Pensábamos que se había acabado. Pero no. Nos llevaron a los tres a mi coche y eso ya empezó a parecernos extraño. Nos montaron detrás y salieron por carreteras secundarias. En un carril pararon. El Tiramillas nos apuntaba con la recortada. "¿Tú tienes hijos, chico?", me acuerdo que le pregunté. Intentaba hablar con ellos. Pararon. A partir de ese momento, el Peseta cogió las riendas, esto es, la recortada. Agarró la escopeta, abrió una puerta y disparó a Abucha. Cargó y disparó a Chema. Dio la vuelta al coche, abrió mi puerta y me disparó. El fogonazo. Yo creo que el otro le dijo algo. El siguiente paso fue rociarnos de whisky. Iban a quemar el coche con nosotros dentro. Yo decía no vamos a morir, compañeros, vamos a salir de ésta, pero Chema me decía que cuidara de su madre, que tenía mucho frío. Se le estaba yendo la vida. Chema... Chema era como un hermano pequeño para mí, se había criado conmigo, en mi bloque. Joder, Chema... te sientes culpable. No sabes por qué. Cada noche te dices qué podías haber hecho.Y no podías hacer nada más de lo que hiciste, pero la culpa, la culpa... Está ahí, sabes.

Fuera el Peseta se fumaba un cigarrillo y el Tiramillas se comía una magdalena que había cogido del bar. "... y si te parece mal te pego un tiro a ti también", escuché que decía el Peseta al otro. Acto seguido volvió a la carga. Disparó de nuevo contra los tres. La cabeza de Chema cayó sobre mi hombro, muerto. Ahora todo ardería. Se lo dije a mi compañero: sal por esa puerta, yo saldré por ésta y me los llevaré detrás a ver si gano la carretera. Saltamos del coche y corrí, no sabes cómo corrí. No me hubiera cogido un campeón de los cien metros pese a que no veía nada. La sangre se metía en los ojos. Pensaba en mí, sólo en mí, en vivir. Gané la carretera y grité, pero ningún coche paraba. Me arrodillé en mitad de la calzada. Me daba igual que me atropellaran o que me pillaran esos psicópatas. Un citroen frenó y me agarré al capó. Avanza, déjame en la gasolinera. Lo hizo, pero con los pestillos echados. Al llegar a la gasolinera empapado de sangre le grité al encargado: "Llama a la Guardia Civil, dos ambulancias y, por lo que más quieras, dame un cigarro". Ellos huyeron, regresaron a por la moto y se cortaron el pelo.

Desperté en el hospital rodeado del juez, la policía y los guardias civiles. El juez se puso pesado con lo del ajuste de cuentas. Habíamos pasado lo que habíamos pasado y el Diario también hablaba de ajuste de cuentas por drogas. Qué coño, un atraco, joder, un atraco de dos salvajes. Así lo vio la Guardia Civil. Pelearon por quedarse con el caso. El paseo por las carreteras secundarias les daba una idea clara de que tenía que tratarse de alguien de las pedanías, alguien que conociera ese laberinto. Dieron con ellos. A uno lo detuvieron con mi chamarra y mi reloj. Los civiles encontraron huellas en el envoltorio de magdalenas que se había comido el Tiramillas, en una gota de sangre en una cortina, en los vasos...

Ahora están libres. No sé lo que haría si me los cruzara, no lo sé. No te vas a buscar una ruina. En el juicio crucé la mirada con el Peseta, le maté con la mirada, se la clavé con todas mis ganas. Lo dejé muerto, mirando al suelo. Había segado la vida de un chaval de 24 años por veinte mil duros. Escupo sobre ese miserable que aparece cada noche en mis sueños, que me ha condenado a vivir con esos dos agujeros negros mirándome y ese fogonazo. El está libre y Chema ya no está.

(Manuel Becerra sobrevivió al atraco del Tanit. Hoy tiene 47 años, un hijo de 18 y otra hija de 15. Dejó la barra por un trabajo con máquinas excavadoras en la construcción. Por primera vez en su vida está en paro).

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