Jerez

"Si no me dan un piso acamparé en la puerta del Ayuntamiento"

  • Una madre de 21 años busca a la desperada un lugar en el que vivir, con sus hijos, tras la notificación de deshaucio del inmueble que ocupa ilegalmente en León de Carranza

Tras una puerta medio destruida y sin cerradura vive, de manera ilegal, Tamara Trinchete con sus dos hijos desde que hace un año los drogadictos que habitaban el piso fueron expulsados por la Policía. Mediante una carta de desahucio, le dan un plazo de doce días para abandonar el inmueble, pasados los cuales será la Policía la que tenga que intervenir. Tamara asegura que de ser así, tendrán que echarla por la fuerza y que cuando esto ocurra acampará con sus hijos en la puerta del Consistorio hasta que la alcaldesa la reciba.

Con 21 años, sin un sólo céntimo y con dos hijos a los que alimentar, la joven no obtiene ninguna solución por parte de los poderes públicos a los que se ha dirigido en diversas ocasiones.

El piso, situado en la avenida León de Carranza, mide unos 20 metros cuadrados y no tiene ni luz ni agua, recursos que consigue gracias a la ayuda de los vecinos. La luz le llega a través de un cable que comunica el piso de su madre, que vive en el bloque de enfrente, con el suyo. El agua, en cambio, la consigue de un grifo común del patio de vecinos y la almacena en la bañera y en diversas garrafas.

Cada día, los vecinos se encargan de suministrarle alimentos y todo tipo de recursos básicos para sus hijos como pañales, biberones y mantas ya que, a pesar de sus muchos intentos, no consigue encontrar un trabajo que le de acceso a una vivienda de protección oficial.

Tamara decidió ocupar este piso a raíz de que su marido fue encarcelado y de que ella no cuenta con ninguna ayuda social para sacar adelante a sus dos hijos, de uno y dos años, respectivamente. "Estoy cansada de escribir cartas a Emuvijesa, al Ayuntamiento e incluso al Defensor del Pueblo y que nadie me responda", asegura Tamara con una copia de dichas cartas en la mano.

Los niños sobreviven gracias a que desayunan y almuerzan en una guardería cercana al piso que la Junta de Andalucía les asignó y de la que no regresan hasta pasada la media tarde.

Tamara, por su parte, se pasa muchos de los días llorando y cada vez más sumida en una depresión de la que sólo sale cuando ve a sus hijos, el único motivo por el que sigue defendiendo su derecho a un hogar digno.

Hoy mismo ha empezado a recoger firmas de todos los vecinos, que la apoyan y animan, en un último intento de que su próximo hogar no sea una tienda de campaña frente al Ayuntamiento.

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