Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Mauricio González-Gordon Díez. Enólogo, bodeguero y defensor de la naturaleza

"El vino hizo de Jerez una ciudad mucho más culta. Y eso no lo presiento, lo veo"

  • Un puñado de reflexiones de uno de los grandes bodegueros de las 'dinastías del jerez' y próximo Hijo Predilecto de la CiudadLos intensos ochenta y seis años de Mauricio González-Gordon

Aparece en uno de los salones de su casa sin el apoyo del bastón y un envidiable paso firme para sus 86 años. Se emplea ahora en la nemotecnia y no ha perdido su característico sentido del humor, medio inglés medio jerezano. Bajo el brazo, lleva un ejemplar de la cuarta edición de la 'Guía de aves de Europa', que él mismo tradujo al castellano, y un puñado de papeles en los que trabaja para contestar, este viernes, a su solemne nombramiento como Hijo Predilecto de Jerez.

-¿Cómo se encuentra?

-Muy bien, muy bien... Hombre, a mis 86 años. Mi padre murió con 94; mi abuelo con 97... Ahora, el mayor de la familia es Perico, primo hermano mío, que vive en Madrid y cumple en estos días 97. Y está estupendo.

-¿Qué explicación tiene esa longevidad?

-Estuve el otro día con un amigo que es médico y como todo el día estoy hablando de vinos, me dio un papel y me dijo: 'Esto te va a interesar'. Eran unas páginas de una revista de médicos donde se decía que el vino es una de las cosas que protege mucho los problemas vasculares. Y entonces pensaba yo en mi primo Perico; su mujer tiene 94. Ellos se toman entre los dos una botella de Tío Pepe al día; media botella él, media botella ella. Sin faltar. Lo que pasa es que han llegado a la conclusión de que eso les sienta bien.

-A su edad, ¿qué le preocupa?

-En general preocupan las 'maldades' médicas, pero no tanto de mí mismo como de otro miembro de la familia. Me asusta que uno se ponga malo... me asustan las carreteras... Hay tantísimos automovilistas que es indudable que haya algunos que no sepan conducir. Me da miedo perder a un miembro de la familia en la carretera. Si muere uno mismo, se acabó la preocupación y adiós, pero si es otro... Y eso está un poco reñido con el vino. Y el vino tiene que predicar que no hay que beber a la hora de conducir.

-¿Es usted como aparenta?, ¿un hombre sencillo, bonachón y tranquilo?

-Yo procuro medir las preocupaciones, y dar la importancia que realmente tienen y no la que uno le suele dar por miedo.

-No es amigo de alharaca, pero lo de ser nombrado Hijo Predilecto debe suponerle algo especial.

- Me ha impresionado, porque estoy seguro de que no he hecho nada suficiente para que me premien de este manera, y este es un premio muy notable.

-Hable de Jerez.

--Bueno, no sería equilibrado... Es como hablar de mi hijo, de mi madre, o de mi padre... nunca es uno equilibrado. Yo nací en Inglaterra y vinimos a Jerez cuando sólo tenía tres años. Llevo 83 años aquí. Jerez es una ciudad avanzada en muchos aspectos. Carmen Borrego Plá concluye en su libro 'El jerez, hacedor de cultura' que el vino ha hecho a Jerez más culto de lo que normalmente sería una ciudad de esta dimensión. Y yo eso no lo presiento, lo veo. La cuestión de los idiomas aquí es importante, poder comunicarse con el mundo es básico. El hecho de ser el vino de Jerez responsable, me pongo a pensar en mi bisabuelo Manuel María González Ángel, fundador de la empresa, y es bonito que ya nos vayamos acercando a los dos siglos de existencia de la bodega. Y seguimos como empezó, con la familia... Porque, a veces, cuando la familia ve dinero, hay divisiones y eso es malo para el negocio. Es bonito ver que una familia pueda estar junta desde 1835, comprobar que sigue siendo una empresa de la familia.

-¿Ese fue el sueño de su bisabuelo?

-Él estaba trabajando en un banco en Cádiz y veía la cantidad de botas de vino que salían por el puerto, y veía el dinero que entraba en el banco. Y pensó que podía ser un negocio. Y se vino aquí, sin saber nada de vinos, pero un tío suyo, José, le dijo: 'Mira Manolo; yo te ayudo porque sé que quieres hacer una empresa importante con todo el tema de los vinos. No te pienso cobrar absolutamente nada, no quiero que me des nada, nada más que me pongas unas cuantas botas y me des una llave para salir y entrar a mi antojo en la bodega. Y así nació la bodeguita con la solera del Tío Pepe. Manuel María hablaba mucho de trabajar. Pero su palabra favorita era la constancia. Él decía: 'Hay que trabajar pero hay que trabajar constantemente, manteniendo el ritmo de trabajo más años'. Y entonces hizo su primera bodega, que fue precisamente 'La Constancia'.

-También es su propio sueño, el de la continuidad familiar.

-Claro. Y él debe estar desde allí arriba diciendo: 'Hombre, hacéis bien, hacéis bien'.

-¿La vida le ha tratado bien?

-Maravillosamente. Y no tengo remordimientos. Lógicamente, hay cosas que piensa uno: Debía haber hecho esto en aquella ocasión y no se me ocurrió. Qué le vamos a hacer, pero constantemente piensa uno en cómo se había podido haber hecho mejor lo que hiciste. Y esa es una manera de aprender.

-Cuando mira a su alrededor y descubre la situación del Marco, ¿le provoca lástima?

-Eso ocurre siempre, lo que no sé si va a durar demasiado... Lo que hay que ser es constante, trabajar bien y tratar bien a la competencia, que lógicamente trata muchas veces de hacerte la puñeta, pero si eres constante en tu manera de trabajar, podrás salir adelante.

-¿Saldremos de ésta?

-Imagínate en un siglo la cantidad de cosas que tienen que cambiar. Hombre, no te puedo decir que ésto no preocupa. Preocupa y lo que hay que pensar es en soluciones buenas. Cuando ya lleva uno muchos años en un tema, le asusta a uno mucho menos. Hay épocas en las que hay procurar tomar soluciones inteligentes. Éso es mucho pensar y mucho hablar con la gente.

-Bueno, usted ha vivido los buenos momentos, las épocas doradas del jerez.

- Pero he visto de todo, de todo... Claro, claro que sí. Le preocupa a uno, pero la juventud se está tomando con mucho empeño su trabajo y yo estoy seguro, seguro ¿eh?... Pero no me asusta.

-¿Somos los jerezanos muy diferentes del resto?

-Somos más 'constantes'... Por ejemplo, en nuestra copita. Es importante tomarse una copita.

-¿Y qué piensan de nosotros?

-Yo creo que se ríen de algunas cosas nuestras, pero en general nos respetan y admiran el sentido del trabajo, en el sentido de todo lo que se hace por ayudar al negocio desde el punto de vista de cómo vendemos. Cuando fui en 1946 a América, desde Cádiz, en un barquito pequeño en el que iba también Ramón Guerrero, éramos diez pasajeros y once tripulantes. Llevábamos una caja de vino de doce botellas; antes de llegar a Nueva York, ya se había agotado. Pero yo nunca me he tenido que preocupar por beber demasiado porque eso era algo natural, te educaban desde pequeño. Bueno, te decían, 'tómate una copita, pero... mídelo'.

-¿Cómo ha cambiado la ciudad?

-Ha sido importante. Esto, por ejemplo, era 'El Cuco' y sólo había una casa, que era el colegio, donde vivió nuestro abuelo. Todo lo demás era campo. Recuerdo que había una viña importante frente al Altillo... Todo, en general, ha mejorado mucho.

-Hablamos de la ciudad y, ¿quién se le viene a la memoria?

-Multitud de gente. Pero sí especialmente uno: Manolo Regife. Trabajaba en González Byass en cuestión de técnica del vino. Y él me enseñó muchísimo. Mi padre fue amigo suyo y le decía: 'Hombre, dále clases a este niño a ver si se despierta'. Yo iba en bicicleta a la casita que tenía frente al Polo, que ya no sabe uno ni dónde está éso. Me daba clases diarias de químicas y matemáticas. Es el primero del que me he acordado. Le debo muchísimo. Explicaba las cosas divinamente, era un gran profesor.

-¿Qué recuerdos tiene de la bodega?

-Cuando mi bisabuelo levantó 'La Concha', eso era una gran novedad. Las bodegas no eran circulares. Se discutió mucho porque decían que aquello lo había hecho Eiffel. Pero Eiffel no hizo nada allí, lo que pasa que algunas teorías de Eiffel las adoptaron. Y yo espero que este viernes no llueva. Si llueve no pasa nada, porque estás bajo cubierto, pero no se oye, porque el ruido de la lluvia sobre el cinc es tremendo.

-¿De quién se acordará?

-Creo que, muchas veces y en gran parte, de mi padre.

-¿Tanto influyó en su vida?

-Era una persona notablemente humana y eso combinaba muy bien con la negociación. Era un gran negociante. Sabía convencer, lo sabía hacer muy bien. En las carreteras, paraba constantemente en las ventas. Por ejemplo, de aquí a Madrid se paraba cuarenta veces, porque lo que no quería era pasar una venta sin entrar y saludar. Y de aquí a Sevilla, se sabía las cuatro o cinco ventas de memoria, los nombres de los dueños... Yo me acuerdo que me decía: 'Espera... ¡Para, para...!' Él no conducía normalmente. 'Bájate, que vamos a ver al encargado'. Llegaba y decía: 'Antonio, buenos días'. Él ya sabía que ése era Antonio. '¿Qué?, ¿aprobó el niño o no aprobó?' Porque el otro le habría comentado días antes que estaba asustado, que le iban a catear a su hijo... 'Sí, ha aprobado'. '¡Hombre, bien! Pues vamos a tomar una copita...' Total, era muy sociable. Y eso es muy agradable en la vida, personas que tienen paciencia.

La vida de Mauricio González-Gordon no sólo ha sido una vida dedicada al vino y a la bodega. Formado entre Jerez, California y Sevilla, también se ha entregado en estos 86 años a la defensa de la naturaleza, la ornitología y la vela y navegación, de la que es un enamorado. "Quien no se divierte -repite siempre-, es que es tonto".

Siguiendo el consejo de su padre Manuel María, que hubo de trabajar en unos astilleros en Glasgow antes de ejercer su profesión de ingeniero, Mauricio ingresó en 1939 en el Taller del Aire, cerca de la actual Madre de Dios, donde se montaron los últimos 'Ratas', para realizar trabajos de lima. "La prueba que me hicieron para ascender consistía en hacer, todo a mano, en el centro de una pieza de hierro de poco menos de un centímetro de grosor, u orificio triangular perfecto, donde después debía encajar una pieza triangular".

EL VINO: Mauricio González-Gordon ha pasado por todos los cargos de responsabilidad de la empresa familiar. Uno de sus mejores logros se inició en 1946, cuando viajó junto a Ramón Guerrero hasta Nueva York en barco, llegando hasta California por carretera de día y durmiendo en trenes cada noche. Alli conoció al profesor Amarine, gran estudioso de la viticultura, y regresó con la idea de levantar el primer centro privado de Investigación Enológica. Miembro del Consejo Regulador del jerez durante 24 años y capataz de honor de la bodega San Ginés, siguió de cerca el pleito del 'sherry' tanto en su primera sesión en Jerez como en la Alta Corte británica.

LA NATURALEZA: "De niño, ya me gustaba salir al campo con un tirachinas y tirar a los pajaritos. Con ocho años, ya tiraba a las codornices, a los conejillos... Fue allí donde mi padre me enseñó a reconocer las primeras especies de aves. Me empecé a aficionar a reconocer a los animales. Él me obligaba a aprender el nombre de cada ave en inglés y en español. Así comenzó mi afición". Con el tiempo, en 1954, conoció a José Antonio Valverde y a Paco Bernis, que decidieron sumarse junto a Mauricio y otros dos expertos a la creación de la Sociedad Española de Ornitología, de la que fue presidente. La sociedad creció y creció y de cinco personas hoy cuenta ya con cerca de veinte mil en toda España. También se encargó de traducir al castellano el libro 'Guía de las aves de Gran Bretaña y Europa', que ya ha alcanzado su quinta edición. Pero la intervención principal que le ha alzado como gran defensor de la naturaleza ocurrió en Doñana, cuando consiguió con ayuda de la familia y expertos contarrestar las intenciones del franquismo de cultivar en el coto eucaliptos para la fabricación de caucho y urbanizar el litoral. "Destruir o desvirtuar estos parajes es como suprimir los atributos de este país. Algo como prohibir al individuo humano las creaciones poéticas".

LA VIDA COTIDIANA: Cuando los achaques y las piernas se lo permiten, Mauricio vuelve a la bodega. En su despacho, se 'entrega' al ordenador dando salida a la correspondencia. Parte de su tiempo libre lo invierte en la familia: Casado con Milagros López de Carrizosa Eizaguirre, su hija Bibiana le ha dado cuatro nietos. Y son siete si sumamos los tres hijos que ha aportado su hijo Mauricio tras su boda con Cristina Luque. El resto de la vida del marqués de Bonanza está plagada de reconocimientos: Fue medalla de oro de la Cruz Roja por sus servicios durante trece años como presidente de la asamblea local. También lo fueron su padre y su abuelo. Vicecónsul danés en Jerez durante veinte años, fue nombrado Caballero de Dannebrog por la reina de Dinamarca, ostenta además la Cruz al Mérito Naval y la Gran Cruz al Mérito Agrario en la sección de Alimentación.

¿Qué quiso ser de niño?, se le pregunta: "Yo admiraba mucho a mi padre y, por éso, suponía que el camino de mi padre era el camino bueno, porque mi padre no presumía de nada. Era fantástico en éso, siempre estaba buscando la manera de hacerlo mejor todavía".

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