Jerez

"Un día fuera de Jerez es un día perdido"

  • El jerezano, hijo del bodeguero Manuel María González-Gordon, hace un repaso por su trayectoria profesional, la labor de su familia en defensa de la naturaleza y el significado de ser cazador

La Malvasía está ubicada en pleno ajetreo urbano, aunque aislada del ruido. Dos piedras a modo de señal delatan el inicio del camino de entrada. Al final de él, la casa. Está rodeada por un frondoso jardín. Unos perros reciben al visitante. Una vez dentro, ya no se escucha nada de fuera. Es un paraje que ha conseguido escapar de la agitación. Allí tienen la suerte de vivir Jaime González-Gordon y su mujer, Elisa.

Jaime nació en el año 1931 y confiesa que no fue un buen estudiante, aunque no le suspendieron mucho. De niño no fue al colegio, estudió en casa, hasta que se marchó al instituto y luego a la universidad, a Madrid, a hacer Económicas. Le ha gustado "mucho" trabajar y el negocio de la bodega le ha "entusiasmado bastante. Cuando estaba en activo me encantaban los lunes, no me importaban". Fue presidente de 'Wisdom & Warter', absorbida por González Byass hace unos años, y ha sido consejero de la bodega que creó Tío Pepe. Ya en 2000 se jubiló y ahora se dedica a gestionar sus propios negocios. Antes de acabar la carrera, ya estaba trabajando en la bodega.

Hermano, el más pequeño, del bodeguero Mauricio González-Gordon, María Dacia y Luisa, Jaime Pelayo, que así se llama, es hijo de Manuel María González-Gordon, marqués de Bonanza, de las bodegas González Byass, conocido por su libro 'Jerez-Xerez-Sherry', la llamada Biblia del Vino, y uno de los grandes impulsores de la creación del Consejo Regulador de la D.O. Jerez. Su madre fue Emilia Díez.

Jaime es un hombre que "reconoce" sus defectos y uno de ellos es "no saber trabajar en equipo. Me ha gustado mucho mandar. He trabajado mucho. Prefería estar en una empresa chica, más que en una grande", comenta. "Tuve suerte, aunque nunca le he dado su valor, de trabajar, que al final me ha permitido tener salud. Y lo sigo haciendo. Me levanto a las 7,30 de la mañana, desayuno agua con limón, que es muy buena para el colesterol, me ocupo de las cosillas del campo, mis negocios, y animo un poquito a Elisa", (ríe).

Jaime vivió en la calle Pizarro y de casa de sus padres se marchó a la actual, 'Malvasía', que no deja con frecuencia "porque un día fuera de Jerez es un día perdido". "He sido muy feliz en la vida", algo que justifica con su "buena salud, mi gratitud a lo que tengo y mi creencia en Dios. Con estas tres cosas es fácil ser feliz", asegura. "En mis viajes de cacería a África, cuando estás en lo más agreste y lejano, es cuando estoy más cerca de Dios", añade.

Sin hijos, ni naturales ni adoptados, el matrimonio tenía la necesidad de crear algo. Y nació recientemente la Fundación Jaime González-Gordon, en defensa de la naturaleza, de la que forman parte también como patronos el Obispado, el ex director del Zoo, Manuel Barcell, y los sobrinos de Jaime. "A ver si consigo que los jóvenes la continúen y hagan cosas que yo no he hecho y que aprendan a darle a la naturaleza el valor que se merece", comenta.

Y de tantos viajes, se acuerda Jaime de que está vivo gracias a su esposa. Jaime fue invitado a una expedición al continente africano en 1973 para ocupar el lugar del médico del Atlético de Madrid, Ángel Garaizabal, que prefería no ir por enfermedad, aunque al final acudió. Elisa le pidió que no fuera a ese viaje, algo que agradecerá toda la vida ya que su avioneta fue tiroteada en Mozambique.

Mientras Jaime pasea bajo un árbol centenario, que sobrevive al tiempo en el jardín de su casa en el que descansan además despreocupadas nueve tortugas, habla de su interés por la fauna y de su preocupación por la flora. "Ahora tenemos graves problemas con la seca, que está matando árboles viejísimos. Todo el mundo habla de ello pero nadie profundiza en los motivos". Dice que su amor por la naturaleza le viene de la afición a la caza. "Me han gustado mucho los caballos y he lanceado bastantes jabalíes". A este respecto dice que casi siempre caza en España, por sus fincas en Doñana o Los Alcornocales, o por Europa. Le pedimos que justifique esta afición y asegura que es "buena para todos, ya que alguien tiene que controlar la población animal". Comenta además que igual que hay impuestos por coches que contaminan más que otros, "habría que primar a las personas que cuidan y plantan árboles".

Una vez comentó el naturalista y científico Miguel Delibes (hijo) que dejó la caza cuando se dio cuenta de que prestaba más atención a los bichos y plantas que estaban a su alrededor, que a las piezas que tenía que abatir. Sin embargo, Jaime asegura que para este tipo de estudios de la naturaleza "siempre he sido un desastre. Un guarda que tuve en Doñana, Antonio Chico, que era como mi segundo padre, leía en el suelo lo que sucedía a través de los rastros. Yo no conseguí aprender. Soy incapaz de seguir una vereda. Y para no decirme torpe me comentaba diplomáticamente: Usted por Madrid andará muy bien ¿no?", cuenta sonriendo.

Piensa en Doñana y redibuja el Parque en su memoria, cuando sus ancestros lo arrendaron. Ya en 1941 el padre de Jaime compró 2/3 partes del Coto, hasta que en 1963, el Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF) lo adquirió casi en su mayoría. Jaime, asustado de que la entidad comprara la totalidad del terreno, le pidió a su padre que conservara un trozo para él a cambio de su propia vivienda en Jerez. "Algo -subraya- que le hizo mucho efecto. No sé si le hacía falta el dinero o no pero mi padre estaba dispuesto a vender su parte. Al final se quedó con la finca que pertenece hoy a la familia. Sin duda, Doñana nos ha influido mucho. Gracias a ella me gusta la Sierra". Cuenta la visita de su padre y su hermano a Franco para advertirle de que la excesiva plantación de eucaliptos en el Parque se cargaría Doñana. "Esta visita consiguió frenarla".

Su inevitable relación con el vino le ha hecho amarlo. "Sólo bebo vino y he disfrutado tanto de las bodegas... Me ha gustado criarlo, beberlo y venderlo. He viajado mucho gracias a él". Jaime hace un análisis del sector y del Marco y apunta que hay tantos vinos en España y en el mundo "que hemos tenido que repartirnos el mercado. De todas formas, pienso que debemos innovar. Atraer a los jóvenes y que trabajen en ello. No debemos salirnos de nuestro rail pero hay que hacer cosas y llegar a la juventud. El fino se bebe más ahora que antes". Tiene quejas y habla de la industria, "nos hemos quedado sin ella. Y aquí todos somos culpables".

Jaime hace, de nuevo, balance de su vida, "en la que prácticamente no he hecho nada", cuando se le pregunta qué le queda todavía por hacer. "He trabajado en lo que me ha gustado y conseguir esto no es fácil". Y tanto le ha dado a él Jerez, que a la ciudad asegura que su persona "le ha dado hasta poco. Creo que le hemos entregado el trabajo de mi familia y el mío. Pero todavía hay que seguir luchando duro y, por supuesto, brindado por ello".

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