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"La guitarra es el instrumento más democrático del mundo"

  • A sus 39 años, convertido en el más internacional de los guitarristas españoles del momento, Pablo Sainz-Villegas graba con Juanjo Mena y la ONE música de Joaquín Rodrigo.

El pasado 29 de junio, el día de su onomástica, Pablo Sainz-Villegas (Logroño, 1977) vivió "una de las experiencias más inspiradoras" de su vida, su participación en el homenaje que se le hizo a Plácido Domingo en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. "Nunca había tocado en un sitio como ese y para 85.000 personas. Tuve todo el día el diablillo bullendo por dentro, pero me agarré al disfrute; aquello era una fiesta, una celebración, me agarré a ese sentimiento y cuando salí al escenario no estaba nervioso, disfruté cada segundo, de cada nota. Fue una experiencia inolvidable, que recordaré el resto de mi vida". Un par de semanas después, Sainz-Villegas debutó en el Concertgebouw de Amsterdam, "una sala con una acústica maravillosa, y con todas las entradas vendidas. Otra sensación extraordinaria". En estos momentos se encuentra en una larga gira por Japón junto a la Orquesta Nacional de España presentando su reciente registro para el sello de la propia ONE, que recoge el Concierto de Aranjuez, la Fantasía para un gentilhombre y el Concierto para una fiesta de Joaquín Rodrigo, con la batuta de Juanjo Mena.

-¿Recuerda su primer Aranjuez en público?

- Sí, por supuesto. Lo toqué con la Orquesta Sinfónica del Vallés en el Palau de la Música de Barcelona. Tenía 18 años. Yo había crecido escuchando en un LP el Concierto de Aranjuez y lo había tocado ya en el Conservatorio con acompañamiento de piano. La primera vez que lo tocas con orquesta es una sensación que queda para el recuerdo. Sentir esos colores, esa masa de sonido detrás de ti… Aquello le daba sentido musical al deseo con el que crecí. Recuerdo perfectamente el primer ensayo con la OSV y sentir esa emoción de saber que lo que tantas veces había idealizado en mi cabeza de repente estaba pasando. Desde entonces lo habré tocado no sé si 150 ó 200 veces, pero aquella primera fue inolvidable.

-¿Se puede decir algo nuevo de esta obra?

-Siempre que la toco es algo irrepetible. Con la buena música uno siempre puede encontrar un nivel más profundo de expresión y de musicalidad, que empieza en el trabajo de preparación. Una gran obra permite muchas interpretaciones diferentes, y todas pueden ser maravillosas. El Concierto de Aranjuez te permite ese espacio creativo desde el punto de vista interpretativo. Es un proceso siempre vivo. Como lo tocaba hace cinco años no tiene nada que ver a como lo toco ahora o incluso el año pasado. Me acerco siempre a la obra con la intención de querer descubrir algo más y ese algo más hace que la interpretación tenga ese punto de profundidad que la gran música requiere. Es una obra maravillosa, y a pesar de haberla tocado tanto la motivación de cuando salgo al escenario con ella es una experiencia única para mí y así me la tomo.

-¿Cómo fue el trabajo con Juanjo Mena?

-Juanjo Mena es una de las batutas más importantes del mundo sinfónico hoy día. Trabaja con la orquesta con una máxima exigencia artística, pero también con extraordinaria humanidad, es capaz de crear un ambiente muy distendido, y eso es fundamental, pues en el proceso de creación de una obra en la que están implicadas 70 u 80 personas cualquier actitud que no sea la correcta afecta a la música. Su trabajo técnico y musical es de un detallismo profundamente inspirador.

-La Fantasía es también una obra popular, pero no así el Concierto para una fiesta, ¿qué puede decirme de esta obra?

-Se trata de una obra menos tocada, en primer lugar porque es muy difícil. Está al límite de lo que se puede hacer con el instrumento. No hay mucha gente que tenga la determinación, el compromiso y la capacidad de embarcarse en un proyecto que puede llevar entre uno y dos años. Es una obra de mayores dimensiones que las otras dos y muy compleja a nivel estructural. El material está más desarrollado. Aparenta más ser un gran concierto romántico. Las otras dos son muy muy populares, eso hace que la demanda por esta obra sea menor, pero es también maravillosa, con ese final en el que suenan unas sevillanas, a la vez alegres y dramáticas. La relación entre la guitarra y la orquesta es muy especial en esta obra.

-Algunos hablan de usted como el nuevo Andrés Segovia. Segovia fue quien abrió a la guitarra los grandes auditorios, igualándola al violín o al piano. ¿Cuál es la situación actual del instrumento en los grandes centros musicales?

-No ha habido nadie como Segovia. Él hizo que la guitarra clásica española fuera instrumento requerido en todas las salas principales del mundo. Trascendió como pocos artistas han hecho, pienso en Domingo, Casals, Rostropóvich, maestros que han trascendido el mundo de la clásica para llegar a la gente. Eso es de una gran inspiración, porque la música le pertenece a la gente. Esa época dorada continuó con algunos discípulos de Segovia, John Williams, Julian Bream, Christopher Parkening, luego han venido otros, Manuel Barrueco, David Russell y otros guitarristas maravillosos. La guitarra ha madurado mucho en estos cincuenta años, vivimos uno de los mejores momentos a nivel interpretativo, aunque es cierto que después de aquella época dorada ha ido perdiendo un poco de su momento. Es mi compromiso absoluto intentar seguir esa gran inspiración que es Andrés Segovia, hacer que la guitarra trascienda el mundo de la música clásica. Al fin y al cabo la guitarra es el instrumento más popular del mundo, el más cercano a la gente, el más democrático. Todo el mundo se acerca a él como si fuera un amigo, no le tiene miedo. La guitarra tiene un gran potencial como invitación a los nuevos públicos (sin olvidar a los viejos, por supuesto). Soy muy optimista de dónde está y más aún de dónde va a estar dentro de poco. Va a crear muchos puentes de comunicación.

-El año pasado publicó su primer álbum en Harmonia Mundi, Americano, qué puede decirme de él.

-Tuve la fortuna de estrenar en Malibú la primera (y única) obra para guitarra sola del famoso compositor de bandas sonoras John Williams, Rounds. Vivo en Nueva York desde hace seis años, siento muy cercano ese concepto de las Américas, y pensé que era bonito hacer un homenaje a este gran continente, a través del instrumento que lo unifica, que es la guitarra, que participa de todas sus identidades culturales, desde las folclóricas hasta el jazz, el blues, el bluegrass, el pop, el rock, lo clásico... La idea era hacer este viaje por Brasil, Argentina, Venezuela, México, Paraguay, EEUU. Además de la primera grabación mundial de esa obra de John Williams creo que es también la primera vez que un guitarrista clásico grababa obras de bluegrass americano en la guitarra clásica. Añadí también transcripciones de West Side Story de Bernstein y repertorio de la guitarra clásica hispanoamericana. La guitarra española pertenece hoy tanto a las Américas como a la propia España.

rodrigo: concierto de aranjuez y otras

Pablo Sainz-Villegas, guitarra. ONE. Juanjo Mena. OCNE

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