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Declaran el estado de emergencia en Baltimore por disturbios raciales

  • El funeral de un joven negro que resultó herido bajo custodia policial y falleció después en un hospital acaba en violentas protestas en las calles. Hay más de 200 detenidos y 15 policías heridos.

Las autoridades de Baltimore (Maryland) se vieron obligadas este lunes a requerir refuerzos policiales y el envío de la Guardia Nacional para hacer frente a una jornada de disturbios que se desencadenaron tras protestas pacíficas por la muerte de un joven negro. Incendios, saqueos de tiendas y altercados con la Policía sumieron a Baltimore en el caos y un toque de queda, poco después del entierro de Freddie Gray, joven negro que falleció hace algo más de una semana tras sufrir heridas graves bajo custodia policial.

Al filo de la medianoche, el comisario de la Policía de Baltimore, Anthony Batts, lamentó el "vergonzoso" desenlace de las protestas iniciadas este fin de semana contra la brutalidad policial y atribuyó los altercados a "estudiantes de secundaria", que asaltaron negocios, provocaron incendios e hirieron a 15 policías. Los centenares de policías desplegados por la ciudad de Baltimore no fueron suficientes para controlar la situación y el gobernador del estado de Maryland, Larry Hogan, se vio obligado a declarar esta tarde el "estado de emergencia" y pedir el despliegue de más de mil efectivos de la Guardia Nacional.

Ante el temor de que este martes continúen los disturbios, las autoridades de Baltimore, una ciudad de más de 600.000 habitantes, han pedido ayuda a la Policía de Washington y Filadelfia. Además, la ciudad ha decretado desde el martes un toque de queda desde las 22:00 hasta las 05:00, mientras que escuelas y algunos negocios permanecerán cerrados hasta que se restablezca el orden.

En el noroeste de la ciudad, grupos de jóvenes asaltaron la tienda de una gasolinera sin la oposición de los empleados, mientras coches patrulla y vehículos blindados se desplazaban por las calles vacías para responder a las emergencias que se han ido declarando por toda la ciudad. Matt, empleado de un restaurante cercano, montaba guardia mientras se sucedían los altercados: "si no hubiese sido por gente del barrio que me ha ayudado, esta gente hubiese entrado aquí a llevarse todo", dijo.

Al menos una farmacia y varios coches de policía fueron pasto de las llamas a causa de los disturbios, mientras que aún queda por determinar la conexión entre los asaltantes y un gran incendio en un centro de ancianos en construcción, que obligó al despliegue de varias unidades de bomberos.

"Yo no vi nada, no escuché nada. Me enteré por la televisión de que el centro de ancianos, al lado de nuestra iglesia, estaba en llamas. Esto ha sido cosa de gente de fuera, pero nos recuperaremos", explicaba Keb, vecino de la barriada pobre donde se produjo el incendio. "Es una pena que esto haya acabado así, todo empezó de manera pacífica y mira en lo que ha acabado", explicaba a  Malcolm, mientras señalaba varios edificios en llamas empapado en el agua que lanzaban los camiones de bomberos.

En lo peor de los disturbios, pastores de las iglesias de los barrios afectados salieron a la calle para pedir calma a los jóvenes, algunos de los cuales eran miembros de bandas de los barrios más depauperados de la ciudad, que cuenta con dos tercios de población negra.

Los disturbios, que se han saldado con más de 200 detenidos, comenzaron poco después del entierro de Freddy Gray, de 25 años, y cuya familia lamentó que el caos y elementos criminales hayan ensombrecido la denuncia pacífica que comenzó el sábado. La protestas cristalizaron por un problema que un gran número de afroamericanos en Baltimore considera cotidiano: la mayor presión policial contra los negros.

La muerte de Gray, que agonizó durante una semana en un hospital con la columna rota tras una detención, se suma a otros fallecimientos en todo el país de afroamericanos desarmados a manos de la policía. En una conferencia, el abogado de la familia Gray, William Murphy, dijo que el problema de la brutalidad policial es un asunto de derechos humanos. Rodeado de varias decenas de representantes de la comunidad negra y miembros de bandas que han condenado la violencia, Murphy preguntó cuántos de los presentes habían sido víctima de brutalidad policial; casi ninguna mano quedó sin alzar.

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