Arquitectura La belleza intangible

Viejos amigos en Matosinhos

"Envejecer es perder la capacidad de concentración, sabiendo más. O de remordimiento -o de inconsciencia. (Tened consciencia de eso). Álvaro Siza, arquitecto.

Funcionaba hace unos años en Oporto una saga de arquitectos que, sin tener vínculos familiares, han ido sucesivamente transmitiendo sus conocimientos desde una generación a la siguiente. Los tres eslabones de la cadena fueron: Fernando Távora, Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura. Era tal la afinidad entre ellos que construyeron en Oporto un edificio de tres plantas, una para cada uno de los respectivos estudios de arquitectura. Esta singular alianza quedó interrumpida en 2005 con la muerte de Távora, arquitecto culto, delicado y humilde, fundador de la Escuela de Arquitectura de Oporto y maestro de Siza, maestro de Souto.

Matosinhos es una freguesía de Oporto. Esta condición es equivalente a lo que aquí sería una pedanía o un distrito. Situada frente al Oceáno Atlántico junto a la desembocadura del río Duero, a partir de los años 60 pasó de ser un pequeño pueblo de pescadores a experimentar un importante crecimiento que la conectó físicamente con la ciudad de Oporto. Al igual que otros muchos lugares de Portugal (no en el Algarve), este desarrollo ha sido relativamente cuidadoso con el medio natural pese a la presión urbanística que suele acompañar a los crecimientos turísticos. Matosinhos conserva en su zona antigua la estructura tradicional de casas bajas y parcelación profunda, que dan lugar a jardines interiores muy interesantes.

Quinta da Conceição fue una antigua granja monástica que el Concelho de Matosinhos adquirió y transformó en parque público con proyecto de Fernando Távora. Se trata de un gran espacio verde, con una frondosa arboleda, situado en una zona llamada Leça da Palmeira. La entrada al parque está presidida por dos árboles, un imponentes Pohutukawa o Árbol de fuego y un aguacate. Contiguo a esta zona de césped, aparecen pequeñas áreas contenidas por setos recortados de boj con decenas de olmos, castaños y ligustros. Existen una gran variedad de especies vegetales de carácter ornamental tales como sicomoros, pitospóros de China, camelias, tilos, fresnos, álamos, arces, mimosas, acacias, laurel, robles, encinas y eucaliptos. En este parque Távora también construyó en 1961 su famoso Pabellón de Tenis, una pequeña obra consistente en unos vestuarios y una tribuna para ver los partidos a la sombra, edifico que se ubica en el lugar con discreción sin renunciar a su condición moderna. Más tarde fue Álvaro Siza quien recibió el encargo de construir una piscina pública que, siguiendo las enseñanzas de su maestro, se integró con la misma sensatez y acierto en el parque.

Siza nació y creció en Matosinhos y aunque ha construido en muchos y diversos lugares del mundo, sus primeras obras construidas en su ciudad de nacimiento, mantienen una fuerza evocadora y una prestancia intemporal que las han convertido en pequeños tesoros de la arquitectura moderna, subiendo ese escalón al que se eleva la arquitectura de calidad de cualquier tiempo. En 1962 se terminó la construcción una de sus obras más emblemáticas: el Pabellón de Té y Restaurante Boa Nova, también en Leça da Palmeira. En un enclave frente al océano elegido por el arquitecto, construyó un edificio con un claro objetivo de poner en valor el lugar. El edificio no se diluye en el paisaje sino que revela la intención de establecer un diálogo con las características morfológicas del sitio. La blancura de los paramentos, la presencia de la chimenea como elemento escultórico, la longitud y el color de los tejados son los argumentos que la arquitectura contrapone al enclave rocoso, agreste de la costa. El interior se revela como un lugar de refugio, cálido e íntimo, sea por la dimensión acogedora que le dan los techos inclinados o por la minuciosidad de los detalles con la que los elementos de madera están trabajados. El recorrido de acceso hasta el restaurante a través de las rocas tiene un sentido casi pedagógico en la aprehensión del espíritu del paisaje, que se revela en todas sus dimensiones o se oculta de forma temporal hasta descender hasta el porche de la entrada. En el interior del edificio, una abertura horizontal larga fija el horizonte, anunciando los variados encuadres paisajísticos que animan el ambiente de las salas.

Apenas un kilómetro al sur, en 1966 termina la construcción un lugar para baños frente al atlántico, las Piscinas de las Mareas, que desarrolla a lo largo de la avenida del paseo marítimo a una cota suficientemente baja como para que su presencia no interrumpa la contemplación del océano. Los distintos cuerpos de la construcción y una serie de largos muros se disponen longitudinalmente con una geometría angulosa, muchas veces desalineados los unos respecto a los otros, configurándose como un conjunto orgánico. Más que a la definición de formas, el conjunto de la construcción parece subordinarse a la definición de recorridos encajados entre paredes. Partiendo de la cota de la avenida desciende una rampa que se ensancha hasta la entrada. Por otro lado, de acuerdo con el sexo de los usuarios se pasa a cubierto por las zonas de vestuarios tras los que se encuentra, de nuevo al exterior, un muro biombo que se interpone, en toda su longitud, entre los espacios de servicio y la playa y las piscinas

Ambas obras ponen en relación su ciudad y su mar, y la arquitectura, su oficio, como intermediadora entre ambas realidades. Por estas y algunas posteriores construidas en otros lugares (la relación de proyectos acertados, brillantes, hermosos, continúa interminable) el arquitecto portugués alcanzó un reconocimiento internacional que le ha llevado a la obtención de numerosos premios y distinciones, entre otros, el premio Pritzker de Arquitectura en 1992.

El Concelho de Matosinhos le encargó el desarrollo de la ciudad hacia el mar en una zona que había sido un polígono industrial y que a finales del pasado siglo XX fue desmontado y reconvertido en zona turística por su posición privilegiada frente al mar. Siza realizó la ordenación, Souto de Moura el paseo marítimo y en una de las manzanas resultantes, construyó unas preciosas viviendas una estupenda arquitecta portuguesa, Teresa Fonseca, alumna y colaboradora del maestro en el pasado, habitante de una casa del antiguo barrio pesquero, profesora dispuesta siempre a enseñar la obra de Siza a cualquier viajero empecinado por la arquitectura del maestro.

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