Cultura

Lección humorística en clave argentina

  • Les Luthiers finaliza en la ciudad su gira en España con tres funciones gracias a la lunática y brillante obra 'Lutherapia'

Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: Viernes 17, sábado 18 y domingo 19. Formación: Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés, Daniel Rabinovich, Jorge Maronna, y Marcos Mundstock. Aforo: Completo.

En Jerez sabemos mucho sobre la solera. Ese misterioso sistema de crianza que aporta al vino la categoría y madurez que hace del jugo de la ciudad una denominación de origen a nivel internacional. Un sistema que el legendario grupo argentino Les Luthiers puede asumir perfectamente como propio. Los cómicos -y músicos, no se olvide- dan en el Teatro Villamarta una lección de humor a los más grandes y hacen de una obra lunática una representación absolutamente brillante, dando una lección de sabiduría, clase y sobre todo, humor. Un humor que huye de localismos -a excepción de un par de alusiones a Cataluña- y que se puede entender perfectamente en cualquier país de habla hispana.

La formación hace triplete hasta esta noche en el Teatro Villamarta y aunque la cantidad no es símbolo de calidad, en unos tiempos donde las familias miran hasta el último euro, el hecho de que hayan sido capaces de llenar el coliseo jerezano hasta en tres ocasiones con entradas que oscilan entre los 45 y 70 euros es indudablemente un símbolo de éxito y una inversión que vale la pena -sobre todo, si se sabe apreciar el buen humor-.

El planteamiento de la obra es bien sencilla. Daniel Rabanovich da vida a un hombre atormentado que visita a un extravagante psicoanalista encarnado por Marcos Mundstock. En sus respectivos diván y silla roja van dando paso a los anhelos del paciente porque no logra concluir una tesis sobre el célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero. La angustia de Rabanovich va dando lugar a una serie de sketches y números musicales centrados en momentos históricos, sueños o situaciones familiares que tienen relación con la obra de Mastropiero.

De esta forma, lo que en un principio resulta incomprensible para cualquier espectador, Les Luthier termina dándole forma y sentido, irónicamente dentro del ámbito onírico y de la locura sin dejar de lado el ámbito musical, con una instrumentación que recorre desde los elementos más clásicos hasta inventos disparatados, como el 'bolarmonio' o la 'exorcítara', que terminan produciendo el efecto esperado: sorpresa y carcajadas.

Hasta once escenas da de sí la consulta psicoanalista de un profesional casi más perturbado que el paciente, que con la habilidad que profiere el lenguaje, termina perdiéndose en términos técnicos freudianos que terminan siendo el chascarrillo o la entradilla para próximas escenas. Desde la persecución del Sultán Saladino, que termina convirtiéndose en toda una bacanal gracias a una "arpía hechicera", hasta el exorcismo del anticristo en la orden de Nosferatu en el que los componentes terminan llegando a la conclusión que es más provechoso dejar que nazca el hijo de Lucía Fernández (Luci-Fer) que seguir como estamos. También, por supuesto, hay lugar para el humor más costumbrista, donde dos señoras toman el té y a través de la música van desgranando sus vidas hasta que descubren que más allá del amor a la vida, comparten amor -o más bien, fidelidad- hacia el mismo hombre.

A nivel técnico, en escena la formación utiliza la sencillez en el sentido más honrado de la palabra, ya que el humor de Les Luthiers, entre canalla y enternecedor, hacen cómplice de que un buen uso de la iluminación y la correcta posición en el escenario es símbolo de éxito.

El espectador jamás podría definir el estimo de Les Luthiers, más allá el de una representación propia, donde encarnan a docenas de personajes caracterizados básicamente por gestos y voz mediante una clase que les mantuvo durante la hora y media de entretenimiento en sus clásicos trajes de chaqueta con pajarita.

Espectacular final, con sorprendente giro de guión en la historia de Mastropiero. Rabinovich es el encargado de poner punto y final a la obra, supliendo a una famosa cantante que finalmente no puede acudir al Villamarta. Acuden a él para que interprete una obra en especial de la intérprete, a su amado Raúl, que el argentino intenta salvar haciendo el cambio a femenino en ese mismo momento. A veces lo consigue y otras no. Lo cierto es que entre todos consiguieron poner en pie al público jerezano y despedirse, como no puede ser de otra forma, entre palmas de bulería y dejando un sabor de boca a humor de solera y con denominación de origen.

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