Cultura

Paleta de bailes en el Alcázar

  • El escultor Ernesto Aladro, uno de los autores homenajeados en Paleta de Colores, habla de su obra y de este reconocimiento.

Como en la vida, hay cosas que tienen su razón de ser, y otras que no. Un paseo por la XXIII muestra Paleta de Colores, que permanecerá abierta en el Alcázar hasta el próximo día 30 de noviembre, es un ejemplo. Y es que son diversos los sentimientos que afloran al recorrer esta exposición de pintura, escultura, dibujo... Hay de todo, aunque por suerte para el espectador, hay más de bueno y muy bueno, o lo que es lo mismo, trabajos que tienen un sentido artístico, esa razón de ser para estar expuestos de la que se habla. Otros, mejor se deberían haber quedado en casa.

Este año, el certamen está dedicado al Consejo Regulador, y rinde homenaje al pintor Miguel Barrón y al escultor Ernesto Aladro. Ambos consiguen despertar lo mejor de uno mismo. "Me siento raro con este homenaje y no sé por qué se han decidido por mí. Es cierto que el año pasado ya vieron mi trabajo, y gustó... La verdad es que estoy muy contento de que en Jerez se reconozca algo así", asegura Aladro. Una obra, la de este escultor jerezano, que se pudo ver recientemente en Pescadería Vieja en una muestra llamada 'Quien conmigo va'. Muchas de aquellas piezas están expuestas ahora en Paleta de Colores, acompañadas además por textos de Carmen Oteo, Caballero Bonald, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Rivera Cross... "Porque sus letras completan lo que yo quiero expresar con mis figuras. Con ellas trato de despertar en el público las mismas sensaciones que tenemos los artistas. Y pienso que se consigue", apunta el autor.

Palabras, sentimientos o estados como la amistad, el baile, las creencias, el flamenco, la tristeza, la muerte, la soledad, el desamor..., son materializados en bronce. "Aquí muestro la variedad de cosas que puedo hacer, la profana e incluso mi obra religiosa como La Piedad de San Juan Grande o un Nacimiento que hace unos meses estaban en barro y ya lo he pasado al bronce". Pero con la figura que más se siente identificado Aladro es con la del desnudo, y en ello sigue trabajando. "Aunque -dice- mi trabajo es de pequeño formato por ahora, creo que lo que aquí importa es lo que se puede llegar a comunicar al otro. Y si además está apoyado en estos poetas, pues el sentido es total". Ideas exprimidas al máximo, sentimientos en juego de bronce que tientan al espectador a tocar y a apreciar el frío del material. Obras que tienen todas su origen en experiencias vividas por el autor.

Y las estrellas del espectáculo de Aladro son los danzarines, pequeños personajes que esperan al final de la sala para mostrarle al visitante sus mejores movimientos, ese baile contagioso que llevan dentro. Una coreografía improvisada de talentos que exploran y desentierran de cada uno lo máximo, de lo que sea. Y ahí está el resultado.

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