Vetusta Morla. Grupo de música

"Queríamos alejarnos de las señas de identidad anteriores de Vetusta Morla"

  • La banda madrileña regresa a Sevilla el próximo 9 de mayo, en el segundo tramo de la gira de 'La deriva', su tercer disco de estudio, para ofrecer un concierto en el Estadio de la Cartuja

Un año y un disco de oro después, La deriva sigue llevando a Vetusta Morla de un lado para otro. Tras presentar el álbum el pasado otoño en varios países de Latinoamérica y Europa, la banda madrileña que en 2008 rompió el techo del indie español para llegar al gran público y convertirse prácticamente en un fenómeno prepara de nuevo su regreso a los escenarios, ahora en grandes recintos, como el Estadio de la Cartuja que visitará el 9 de mayo. "Cambia la energía que se mueve entre los músicos y el público, claro, pero por eso mismo vamos a adecuar el espectáculo a los sitios donde vamos a actuar, con proyecciones y otros elementos visuales para acompañar la música. Y como ya en otoño hicimos la gira de presentación del disco propiamente dicha, tocaremos más canciones de nuestros trabajos anteriores", dice el batería David García sobre el aumento de la escala de sus actuaciones y el repertorio que los seguidores del grupo podrán escuchar en esta nueva cita en Sevilla, para la que ya están las entradas a la venta (www.ticketea.com, 25 euros).

Lógicamente, en cualquier caso, buena parte de las canciones corresponderán a La deriva, un álbum fruto del interés del grupo en que fuera como "una foto lo más realista posible del momento que estamos viviendo", apunta Guillermo Galván, guitarrista de Vetusta Morla, junto al citado David García y al cantante, Pucho. Los tres visitaron Sevilla días atrás para promocionar el nuevo tramo de la gira. La otra mitad del grupo, Juan Manuel Latorre, Álvaro B. Baglietto, Jorge González, hacía lo propio en Bilbao para promocionar la actuación que ofrecerán en el Bilbao Exhibition Centre unos días antes. "Estamos llegando a sitios a los que no pensábamos que íbamos llegar, como esta última gira por América y Europa. Estamos muy contentos, pero siempre preferimos hacer balance una vez que se ha cerrado un ciclo porque estando dentro de la vorágine no tienes la perspectiva global", añade el vocalista.

Eso hicieron los seis miembros de la banda después de Mapas, el disco que siguió a su explosión con su debut en largo, Un día en el mundo, y decidieron buscar "esa sensación de vértigo siempre buena" cuando se camina por una linde menos familiar de lo acostumbrado. "En La deriva queríamos hacer algo distinto, algo muy frontal, que se basara sobre todo en el ritmo, buscar la intensidad de otra manera. La idea era que se diferenciara de Mapas, que era un disco muy arreglado. Este último tiene menos arreglos, pero están muy presentes, quizá por eso la gente nos dice que es muy guitarrero y en realidad es en el que menos guitarra hay de los nuestros. Las letras las planteamos también de manera más directa, queríamos que fuera un disco menos metafórico, o más literal que los anteriores, porque no tenía sentido hacer un disco de sonido muy frontal y que los textos fueran abstractos o ensoñadores", explica Galván, que admite que hubo otra premisa al hacer el disco: "alejarnos de todo lo que fuera seña de identidad de Vetusta Morla en los otros discos".

"¿Por qué? Para evitar la sensación de estar repitiendo fórmulas -continúa el guitarrista-, de estar en zonas de confort. También veníamos de hacer dos cosas que no tenían mucho que ver con lo que habíamos hecho hasta entonces [la banda sonora para el videojuego Los ríos de Alice y el disco en directo junto a la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, un proyecto que tuvo su germen en el concierto que ofrecieron en 2011 en Lorca para recaudar fondos en favor de las víctimas del terremoto de Lorca], y esas experiencias nos permitieron trabajar de otro modo, sin tener que ceñirnos a la canción de tres minutos con dos estribillos y un puente. De ahí que nos apeteciera recuperar el formato de combo de rock, y huir un poco del sonido muy identificable al que habíamos llegado".

"Las cosas se ven muy distintas desde fuera", tercia Pucho, el rostro más visible de esta formación nacida en Tres Cantos en 1998 y que tras casi una década batallando en locales modestos con un puñado de demos y epés encontraron un éxito espectacular con la autopublicación de Un día en el mundo en su sello, Pequeño Salto Mortal, en el que han seguido viendo la luz sus demás trabajos a pesar de los cantos de sirenas, algunos estruendosos, de alguna que otra multinacional. "Fue el disco que cambió nuestra vida. Antes todos teníamos un trabajo distinto, y después pudimos dejarlos para dedicarnos a lo que más nos gusta, que es esto, tocar y hacer canciones. En ese sentido fue un cambio muy radical, pero en cuanto a todo lo demás... nosotros estamos a lo nuestro. Al principio fue una locura, pero simplemente tuvimos que organizarnos mejor para no dejar de sentirnos cómodos como grupo", dice el vocalista, que recuerda aún los reproches escuchados en sus primeros contactos con las discográficas hace unos años, "tanto multinacionales como independientes". "Veían como negativo el hecho de que éramos demasiado alternativos para el gran público, o eso nos decían, y con un punto demasiado abierto para quienes suelen escuchar música independiente. Nosotros no éramos capaces de entender por qué eso ha de ser negativo... Joder, mejor, ¿no? No sé qué problema hay con gustar a la gente. El caso es que ese defecto, mira por dónde, era algo que ha ido pidiendo la gente en los últimos años. Y es bueno, que no me diga nadie que no, porque es necesario que existan este tipo de bandas para que exista una industria".

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