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Carmen Machi. Actriz

"Los mitos y los clásicos son masa madre para trabajar"

  • La intérprete lleva hoy al Teatro Falla 'Juicio a una zorra', donde da voz a Helena de Troya a través de las palabras de Miguel del Arco.

-El de Helena de Troya es un personaje, casi un icono, que suena interesante aunque no se haya profundizado en él. ¿Qué ha descubierto en esta propuesta de Miguel del Arco?

-El gran mérito de Miguel del Arco con el personaje es que ha tomado a un nombre secundario de entre un montón de nombres principales y le ha dado protagonismo. Siempre se nos describe a Helena de Troya como una gran belleza, o como la culpable de una guerra pero nunca se le ha dado protagonismo por sí misma así que, si lo tenía, era para mal. Aquí, Helena cuenta en primera persona la experiencia de toda su vida: al ser medio inmortal, le resulta una horrible carga el ser recordada como una mujer terrible, así que plantea al público un juicio contando cómo fue su vida. Y lo que se produce en el escenario es inenarrable, catártico, tremendo, brutal... Miguel del Arco ha pintado a una mujer muy inteligente, que desarrolla un gran sentido del humor para poder manifestar su dolor. Es una mujer que amaba profundamente y que descubrió la felicidad a través del amor, pero a la que se utilizó. Para contar su vida, se ayuda de una pócima que es como el prozac y la mezcla con el vino. La experiencia con Helena supone un viaje increíble: a lo largo de toda mi vida, me ha gustado distanciarme de los personajes para verlos con más claridad, pero este se te mete dentro del cuerpo aunque no quieras. Es una experiencia horrible y bella a la vez, y doy fe de que al público le ocurre algo parecido.

-Pero poner en pie un monólogo durante tres años suena agotador. ¿Cómo hace para mantener fresco al personaje?

-Bueno, no han sido tres años continuados. Desde finales del 2011, sí me llevé casi un año girando pero como he tenido que ir compaginándolo con otras producciones, el montaje llevaba un año y pico parado. De hecho, lo he retomado hace unos días y Helena seguía igual de viva. La propuesta es agotadora no por los tres años, sino por lo que pasa el personaje durante una hora en el escenario, aunque como digo también muy placentero.

-Es curioso que siendo Helena de Troya un personaje mitológico que forma parte de la historia de la humanidad, durante siglos nadie haya dicho: "La vida de esta pecadora fue un horror". Violada con nueve años, casada con doce, usada como moneda de cambio...

-Por eso creo que es muy honroso que un hombre le haya devuelto la dignidad. Miguel del Arco siente un amor profundo hacia el sexo femenino. Conoce muchísimo todos los recovecos del alma humana. Hay pellizcos que parece que sólo sabemos entre nosotras, y él los conoce muy bien. Si alguien se acercara al texto sin saber, podría decir que lo ha escrito una mujer.

-¿Está en la naturaleza de los clásicos, de los mitos, recontarlos?

-Nos sirven como espejo para contar nuestro aquí y ahora, tienen que ver con algo que nunca se pasa de moda. Los personajes clásicos están, de hecho, para ser revisados, dirían los dramaturgos. Son un legado para que tomemos la masa madre y podamos manejarla y trabajarla porque todo está ya contado. Cuando haces clásico, por ejemplo, yo hace poco estaba con Macbeth, te das cuenta de que cuatro siglos después se sigue contando lo mismo. Helena de Troya es al fin y al cabo una mujer trofeo de las que ahora hay tantas, cuya misión es lucir como premio, estar calladita y hermosa. Esto te hace plantearte quién es el que escribe la historia y, claro, han sido hombres. Así te das cuentas de por qué está desaparecida. Este no es un texto feminista, pero es altamente femenino. Incluso entre los hombres es raro quien no haya sentido empatía absoluta.

-Un voceo muy común entre las actrices de Hollywood es que no hay papeles sustanciosos para mujeres de cuarenta, de cincuenta años. ¿Dicen eso porque no son Carmen Machi o las producciones nacionales dan más margen?

-Seguramente, quien lo dice lo vive pero yo nunca he estado de acuerdo con eso. Se dice que hay personajes más grandes masculinos, pero lo cierto es que yo he encontrado a personajes femeninos muy interesantes a lo largo de esta década. Mi experiencia es otra aunque, claro, personajes de treinta no los vas a hacer cuando tienes cincuenta. También yo tengo la suerte y la fortuna de trabajar en los tres medios, aunque tenga la tele aparcada.

-En este sentido, ¿el teatro es más amable?

-La edad del escenario es la edad escénica, no importa mucho tu edad real. Pero, además, los dramaturgos nuevos están escribiendo personajes extraordinarios. Eso está ocurriendo, en ese sentido, diría que todo se está revolucionando bastante bien.

-Miguel del Arco, Carmen Machi y los mitos griegos vuelven a reunirse en Antígona.

-La obra forma parte de un proyecto colectivo muy hermoso que se llama Teatro de la Ciudad. El núcleo de toda la propuesta es el coro griego; cada uno lleva una puesta en escena diferente pero usamos la misma escenografía y elementos. He de decir que aquí no hago de Antígona sino de Creonte, un Creonte mujer, una especie de Merkel, que me parece muy interesante. Ha sido un viaje muy bueno y muy curioso porque te das cuenta de que no hace falta un personaje masculino antagonista en la historia de Antígona: lo que se cuenta es un enfrentamiento de poder y da un poco igual el género. Lo cierto es que cuando dije que sí al proyecto me decía: "No sé por qué lo hago, pero tengo que hacerlo".

-Otros de sus últimos proyectos es la película La puerta abierta, con Terele Pávez y Asier Etxeandía. Si hay proyectos enjundiosos, este es sin duda uno.

-La película parte de un guión extraordinario realizado por la directora, Marina Seresesky, que también es compañera actriz. Ha escrito su primer largo a partir de la obra Agosto, en la que estábamos Amparo Baró y yo. Desgraciadamente, Amparo no pudo formar parte de este proyecto, pero insistió en pasarle el legado a Terele Pávez. Ambas damos vida a una madre y una hija que son prostitutas, igual que el personaje de Asier Etxeandía. Es una película maravillosa pero muy dura, con un gran riesgo. Retrata la soledad de este tipo de prostituta que es Rosa, una persona que no tiene un ápice de felicidad, que está insatisfecha, endurecida por dentro. Yo diría que esta película es un regalo muy grande que me han hecho.

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