Cultura

Art Déco, sofisticación y modernidad

  • La Fundación Juan March reivindica la riqueza de un movimiento habitualmente menospreciado por los estudios de la Historia del Arte y raramente incluido en la programación de los museos

Opulento y sofisticado, aunque su frivolidad escondía una respuesta necesaria al espanto de la Primera Guerra Mundial, el art déco supuso una intensa sacudida en su tiempo, un estallido de imaginación libre de prejuicios que englobó todo tipo de disciplinas -la moda, la cartelería, la arquitectura, el mobiliario, el diseño de joyas, la pintura o el cine-, reflejo de una época vibrante y deliciosa como una pieza de jazz, en la que el progreso -era el tiempo de las grandes embarcaciones o los modernos automóviles- y los descubrimientos arqueológicos en Egipto y la fascinación que despertaba entonces el África negra hacían pensar en un mundo lleno de prodigios en el que no se agotaban las posibilidades. Hasta el 28 de junio, la Fundación Juan March de Madrid reivindica, mediante la exposición El gusto moderno. Art déco en París. 1910-1935, un movimiento que paradójicamente, como subraya Manuel Fontán del Junco, director de exposiciones de la fundación, ha sido prácticamente excluido de los estudios de la historia del arte y la bibliografía posterior, vinculado erróneamente al linaje de lo kitsch y perjudicado por ese apellido -déco, abreviatura de décoratif- por el que se asociaría con una corriente burguesa, supeditada al mercado, que no rompía con la tradición ni se interesaba por alzar banderas políticas. La muestra que propone la Fundación March, la primera que se organiza en España sobre este tema en una institución centrada en el arte moderno, como defienden sus organizadores, pretende derribar la barrera levantada entre las bellas artes y las artes aplicadas para poner de manifiesto la altura de un estilo que iba mucho más allá de lo ornamental.

Dividido en ocho secciones, el recorrido legitima a través de 350 piezas de 122 artistas el viaje que emprendieron los creadores adscritos a este fenómeno. La Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París de 1925 sería el hito que contribuiría a la enorme repercusión que alcanzaría el art déco, pero la exhibición de la Juan March retrocede hasta los orígenes, hasta las primeras décadas del siglo XX. La exuberancia de la escenografía y el vestuario de los Ballets Rusos de Diáguilev, que cautivaron a la Francia de 1909, o la aparición de revistas como Femina y la Gazette du bon ton sólo son algunos de los antecedentes, un campo de cultivo en el que también jugaron un papel importante los pintores cubistas, representados en la muestra por Picasso, Juan Gris o Albert Gleizes. En la exposición pueden verse desde los suntuosos interiores en los que tienen cabida los bellos biombos elaborados con laca japonesa firmados por el suizo Jean Dunand o las encuadernaciones y las joyas de Pierre Legrain hasta la irrupción de una mujer liberada del corsé y dispuesta a la aventura de la vida moderna que concibieron los diseñadores franceses. Son años en los que los creadores -Man Ray entre ellos- caen subyugados por el imaginario de África y se celebra en París la Exposición Colonial de 1931, un período en que elegantes automóviles y espectaculares aviones protagonizan ferias y una moderna cartelería anuncia trasatlánticos decorados con esmero por los diseñados del momento. Cierra la exposición, en el último tramo, el trabajo de algunos autores, como Le Corbusier, Charlote Perriand o René Herbst, que principalmente desde la Union des Artistes Modernes (UAM) se encaminaron hacia nuevas formas e ilustran con la audacia de sus obras la complejidad de un movimiento que, pese a la fama que aún le persigue, supo avanzar más allá de lo acomodaticio.

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