Cultura

Coppola, el hombre y su sueño

  • El director de obras maestras como 'El Padrino', 'Apocalypse Now', 'Drácula' o 'La conversación' obtiene el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2015.

A Francis Ford Coppola (Detroit, 1939) tal vez le haya hecho ilusión conocer que es el primer Premio Princesa -antes Príncipe- de Asturias de las Artes justo en el día de la celebración del centenario del nacimiento de Orson Welles, un cineasta con quien siempre le gustará que lo comparen y con el que, indudablemente, su carrera, su personalidad y su propio aspecto guardan no pocas similitudes. Es, ha sido Coppola otro cineasta barroco y manierista, un reelaborador consciente de los géneros, una personalidad creativa sensible tanto a la vieja Europa como al cine y la cultura popular norteamericanas, un maverick con un punto de exceso y necesaria megalomanía siempre incómodo para el sistema de los estudios. 

Ese mismo sistema que le puso en bandeja la que tal vez haya sido la mejor oportunidad (dirigir El Padrino para Paramount con un escaso bagaje profesional a sus espaldas después de iniciarse en la serie B junto a Roger Corman) para cualquier joven desde los tiempos de Ciudadano Kane, y que luego le obligaría a andar siempre por la cuerda floja, afrontando desafíos épicos contra los elementos (Apocalypse Now), sueños utópicos (la construcción de los estudios Zoetrope en los que imaginó un renacer del viejo artesanado con total libertad creativa para el autor) y fracasos comerciales sonados (Corazonada) que le acarrearon infinidad de deudas y la necesidad de pagarlas con una larga serie de películas de encargo (entre ellas, auténticas obras maestras como Drácula), hasta convertirse, ya en fechas recientes, en un cineasta viajero y discreto capaz de trabajar con presupuestos pequeños, libre de ataduras o de la necesidad del éxito para poder seguir experimentando con las nuevas herramientas tecnológicas cuya importancia él mismo anticipó en un famoso discurso sobre el futuro (digital) de la comunicaciones en la ceremonia de los Oscar de 1979. 

Llega este premio a Coppola, el sexto que la institución otorga a un cineasta después de los concedidos a Luis García Berlanga, Fernando Fernán Gómez, Woody Allen, Pedro Almodóvar y Michael Haneke, justo cuando sus últimas películas, entre ellas la coproducción española Tetro, han sido cada vez más invisibles para el gran público que un día le acompañó masivamente en las salas y que aún hoy no deja de ver una y otra vez El Padrino en la televisión. La más reciente, Twixt(2012), una incursión en el mundo de Edgar Allan Poe donde puso a prueba sus propios fantasmas personales y el potencial melancólico del 3D, ni siquiera ha llegado a estrenarse en España. 

Una noticia desalentadora que revela un cambio de estatus en la propia cultura cinéfila, pero que no empaña la trayectoria zigzagueante aunque siempre sorprendente de quien un día fuera un auténtico Dios en aquel Nuevo Hollywood de los años 70 en el que la generación de los barbudos cinéfilos (Spielberg, Lucas, Scorsese, De Palma, Cimino, Bogdanovich, Altman, Hopper, Schrader, Friedkin...) tomó al asalto los estudios, por entonces en plena crisis de ideas y muy necesitados de éxitos. 

A ningún espectador se le escapa ya a estas alturas el enorme poderío trágico-operístico de la trilogía de El Padrino o la sombría incursión en las entrañas del horror de la guerra de Apocalypse Now, las dos piezas más celebradas, premiadas y valoradas en el opus coppoliano. Tal vez este premio sea una buena excusa para rebuscar su magisterio en otros títulos de aparente menor envergadura como La conversaciónLa ley de la calle o la citada Corazonada, donde también se encuentran deslumbrantes pasajes de un cine moderno y visionario capaz de abrir caminos de futuro e interrogar al presente. 

El Jurado del Premio, presidido por José Lladó e integrado, entre otros, por Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, Josep María Flotats, Elena Ochoa, Miguel Zugaza y el actual director del Festival de Cine Europeo de Sevilla, José Luis Cienfuegos, ha reconocido a Coppola como un "narrador excepcional cuya carrera ha sido una continua lucha por mantener la total independencia emprendedora y creativa en todas las facetas que ha desarrollado como director, productor y guionista [...] Renovador temático y formal, sus exploraciones en torno al poder y sobre los horrores y el absurdo de la guerra han trascendido su obra artística, convirtiéndose en uno de los iconos colectivos y universales del imaginario y de la cultura contemporáneos".

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