Cultura

Fo, el gran juglar del siglo XX

  • El Nobel de Literatura Dario Fo, fallecido ayer en Milán a los 90 años de una afección pulmonar, lega una obra dramática comprometida con la libertad.

La concesión en 1997 del Premio Nobel de Literatura a Dario Fo (Varese, Italia, 1926), indignó a algunos escritores, especialmente italianos -que no sólo española es la envidia-, que tachaban su ingente producción de "obra menor". Una obra menor que asciende nada menos que a un centenar de piezas, muchas de ellas traducidas, publicadas y representadas en un sinfín de países, y algunas de ellas escritas a cuatro manos con su compañera de vida y de profesión Franca Rame, con quien se casó en 1954 para compartirlo todo hasta su muerte, acaecida en 2013.

Con este valioso galardón, que los suecos le concedieron "porque, según la tradición de los comediantes medievales, fustiga el poder y restaura la dignidad de los humildes", se premiaba no sólo al dramaturgo sino a su inmensidad de ser humano y de artista. Porque Dario Fo, fallecido ayer a los 90 años en Milán de una afección pulmonar por la que fue ingresado días atrás, fue autor, actor, mimo, pintor, escenógrafo, investigador del teatro popular, pedagogo… y, por encima de todo, el gran juglar del siglo XX y, como tal, una persona comprometida únicamente con la libertad en toda la amplitud y la grandeza del término.

Del campo de las Bellas Artes pasó a los pequeños locales de la bohemia milanesa para convertirse muy pronto, gracias a su capacidad gestual, su memoria prodigiosa y su increíble arte, en un auténtico icono del teatro italiano del momento.

Sin perder nunca la ironía o la comicidad abierta, su capacidad crítica lo llevó del vodevil a la obra de contestación, terreno en el que escribiría sus mejores obras. Así nacieron Isabel (1963), una ácida sátira contra la monarquía de los Reyes Católicos, y más tarde, en los años 70 (los llamados "años del plomo" para Italia por la profusión de atentados fascistas e intentos de golpes de estado), la Muerte accidental de un anarquista, Aquí no paga nadie, o su obra más conocida, Misterio Bufo, un conjunto de monólogos que no dejó de enriquecer durante toda su vida, con escenas tan conocidas como las dedicadas a La resurrección de Lázaro o al Papa Bonifacio VIII, que le permitieron, entre otras cosas, hacer un recorrido por la degeneración del aparato oficial de la Iglesia hasta llegar a su personaje favorito, el Papa Wojtyla, que fue para Fo algo así como la Duquesa de Alba para los Morancos. También en estos años, la compañía Fo-Rame comenzó a escribir y a escenificar los primeros textos sobre la condición de la mujer, especialmente después de que Franca Rame fuera secuestrada y torturada por un grupo fascista en 1972 (hecho que la artista lograría exorcizar años más tarde escribiendo e interpretando el monólogo La violación).

Siempre crítico con el poder, su irreverencia no sólo levantó ampollas en el Vaticano. En realidad, la censura fue siempre una fiel compañera. Primero lo echó de la radio; luego, en 1962, del programa Canzonissima de la RAI; en 1980, sus obras se prohibieron en EEUU y en 2012, tras viajar a Moscú con su pieza El anómalo bicéfalo (rebautizando al personaje central Berlusputin), sucedió lo propio en Rusia.

El episodio más reciente en ese campo ha sido el edicto del presidente Erdogan de Turquía (país al que algunos políticos tratan de facilitar la integración en la UE) prohibiendo que se representen obras de autores extranjeros, especialmente las de Shakespeare, Chejov, Brecht y Dario Fo. "Un honor, dijo el actor, figurar en semejante compañía".

Por encima de todas estas anécdotas, aunque muy significativas, Dario Fo forma ya parte de la historia del teatro. Amén de su ingente obra dramática, otros motivos de peso fueron el haber sacado el teatro de las salas teatrales para llevarlo a las casas del pueblo, las naves, las fábricas (con sus famosas representaciones a las puertas de la Fiat en Turín) o los ateneos culturales, o haber inventado un lenguaje para sus sketches históricos, el "grammelot" (lenguaje onomatopéyico inventado por los cómicos de la Comedia del Arte para que no los entendiera la censura), que él adaptó a muchas de las lenguas europeas, como pudo comprobar el público andaluz en sus visitas a nuestros escenarios.

Los libros darán cuenta, sin duda, de ese singular talento artístico que ha seguido demostrando hasta que, tras actuar el pasado 1 de agosto en Milán ante tres mil personas, una afección pulmonar se lo llevó a las ocho de la mañana de ayer. Pero los que lo conocimos fuera del escenario sabemos que con él se pierde también una persona apasionada, generosísima y con una energía en verdad arrolladora. Eso que los antiguos llamaban "una persona de calidad".

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