Pretérito perfecto

Cartuja: redecora tu vida

EN 1948, y tras más de un siglo de exilio, los cartujos volvieron al monasterio de Santa María de la Defensión. Gracias al apoyo incondicional del cardenal Segura y al de destacados miembros de la burguesía bodeguera, se hicieron una serie de obras que permitieron una habitabilidad mínima del conjunto, muy deteriorado por los avatares sufridos desde la exclaustración de 1835.

Luego vinieron décadas de mucho trabajo, durante las que los monjes trataron de devolver parte del esplendor perdido al que hubo de ser uno de los monasterios más fastuosos de España. Por una parte se rehabilitaron numerosos espacios en campañas de obra dirigidas por Francisco Hernández-Rubio (quien llevaba interviniendo en el monumento desde inicios del siglo), Fernando de la Cuadra, Félix Hernández y Vicente Masaveu. Además, regresaron algunas de las obras de arte que habían sido desperdigadas por diferentes templos comarcanos, como la sillería coral (en Santiago), el retablo de la sacristía (en San José del Valle), o las esculturas de San Bruno, la Virgen de las Angustias y el apostolado de José de Arce (en la Catedral de Cádiz). Nunca volvieron los cuadros de Zurbarán ni muchas otras piezas cuya memoria se llevó una levantera. Por su parte, y en defecto de un retablo mayor, la duquesa de Medina Sidonia donó el que fue fabricado para el convento de la Merced de Sanlúcar de Barrameda.

La vida era feliz entre los muros de la Cartuja, pero había un pequeño problema: el régimen de visitas era muy restringido, pues sólo se abría la iglesia a los varones una hora a la semana. Con todo, el acceso a los investigadores (varones) no sólo estaba permitido sino que era casi festejado por la comunidad, que no ponía ningún impedimento a quienes querían estudiar las vetustas piedras cartujanas. Parece que la administración comenzó a presionar a los monjes para que abrieran las puertas a las mujeres, hasta tal punto que, cuando el capítulo General de la Orden acordó que había que cerrar una de las 5 casas que había en España, se dicidió que fuese la de Jerez.

Fueron días de amargas lágrimas para quienes conocimos a los cartujos y de temor para los amantes de las nobles artes, pues se llegó a pensar que todo lo hecho en los últimos años se perdería. Pero surgió el milagro, y el obispo Juan del Río encontró una nueva orden para ocupar el cenobio. Entonces…

This is the dawning of the Age of Aquarius, the Age of Aquarius, Aquarius, Aquarius…

Entonces comenzó la Era de Aquarius, un nuevo renacer cartujano que tuvo (y tiene) dos puntales básicos, como son la supresión total de las visitas y, no menos importante, la redecoración integral del conjunto. En contra de todo lo que se prometió, las Hermanitas de Belén NO permiten que un ciudadano de a pie pueda conocer el conjunto arquitectónico más destacado de la provincia, pese a la ley, pues el edificio es Bien de Interés Cultural y además ha recibido subvenciones estatales para su restauración, circunstancias ambas que obligan a abrir las puertas a los visitantes al menos un día al mes. Bueno, para ajustarse a la verdad, ustedes podrán acercarse a ver la fachada de la iglesia de 7 de la mañana a 7 de la tarde. A los interesados, les indico que la fachada de mi casa puede visitarse las 24 horas.

Pero lo mejor, sin duda, son los cambios ornamentales en el interior. ¿Que tienen ustedes un San Bruno de José de Arce por el que matarían en cualquier museo del mundo, y que además es la perfecta representación del ascetismo al que se supone aspira una orden de vida contemplativa? Pues lo largan a la Catedral, camino que han seguido varias obras de arte más. ¿Que tienen una iglesia gótica reformada en tiempos barrocos, preciosa y construida a mayor gloria de Dios? Pues ustedes la transforman con tarimas y esteras en algo similar a un estudio de pilates, animado por varios iconos que además de feos, son más falsos que los zarcillos de la contenta. ¿Que tienen una lauda renacentista única en Andalucía, representando la efigie del fundador del monasterio, Alvaro Obertos de Valeto? Pues ustedes la ocultan a la vista, demostrando no sólo desprecio por el arte, sino verdadera ingratitud por el que donó su fortuna para levantar la casa en la que viven. ¿Que llega la Navidad? Pues se llena de paja el altar mayor, recreando el momento en que las tropas napoleónicas ocuparon la Cartuja y transformaron la iglesia en cuadra. ¿Que hay un retablo del XVIII en la sala capitular? Pues da igual si lo mandan a la parroquia de Setenil o lo tiran por el Tajo de Ronda.

Desconozco dónde está el límite de la sinrazón y el mal gusto. Tampoco sé por qué las autoridades eclesiásticas y civiles no sólo impiden sino que apoyan a las Hermanitas en sus correrías, quienes parece que tiene como fin dejar el monumento como la cabaña del Tío Tom.

Pero no se preocupen, nadie moverá un dedo. Aquello seguirá cerrado a cal y canto, y la depuración ornamental galopante continuará. Tal vez lo siguiente sea tapar el retablo mayor con una cortina de IKEA o tapizar la sillería coral. El tiempo nos dirá. Mientras ellas siguen atacando a nuestro patrimonio cual termitas insaciables, cantemos despreocupados al modo de Raphael

Aquariuuuuuuuuuuus, Aquaaaaaariuuuuuuus...

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