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Lectores sin remedio

D E los muchos recuerdos que uno conserva de la infancia y primeros años de la adolescencia, cuatro son en mi caso los que con más intensidad se han grabado en mi memoria: la caja de lápices de colores marca Alpino, la primera pluma estilográfica, la primera máquina de escribir y la enciclopedia que antes de nacer ya mi padre había comprado. Tener aquella caja de lápices en perfecto estado de revista, es decir, en su orden correspondiente y con sus puntas bien afiladas, dispuestos a colorear cualquier dibujo, era realmente una verdadera satisfacción. Comenzaba el antiguo y siempre llorado Primero de Bachillerato (yo soy de aquel Bachillerato de seis años, del que ahora tanto nos acordamos) y el profesor de Lengua exigió como material obligatorio una pluma estilográfica, una vez pasada aquella etapa de la caligrafía a plumilla y tintero, también tan añorada. Mis padres me compraron una Parker, la más barata que encontraron, conocedores como eran de lo delicado del objeto y el poco cuidado que un estudiante suele tener por los utensilios de su trabajo. Mi, o mejor, "nuestra" primera máquina de escribir ya fue una necesidad para que tanto mi hermano como yo pudiéramos hacer los trabajos de clase y presentarlos con la decencia que ya aquellos tiempos requerían; yo creo que si no todos, buena parte de nuestra generación aprendió a escribir a máquina con dos dedos (técnica rudimentaria que hemos trasladado al teclado del ordenador) en aquellas Olivetti verdes (todavía alguna queda entre los armarios de mi casa), a las que en unos años o se le iba una tecla o se agolpaban si uno era más rápido de lo que la pobre podía admitir. El ruido de una máquina de escribir sigue siendo uno de esos recuerdos imborrables que lamentablemente nos llevaremos con nosotros cuando a Dios le dé la gana. Pero mucho de lo que yo escribí por aquellos siempre "maravillosos años", a pesar de la modestia familiar, con aquella estilográfica y después en la máquina de escribir, lo saqué de una enciclopedia que acompañó a la vida de la familia durante mucho tiempo. La componían unos doce tomos de pastas duras de color burdeos, había sido publicada por la editorial Labor, y era una enciclopedia temática. Después se fueron comprando una Espasa abreviada ya organizada alfabéticamente y alguna otra, que utilizábamos ocasionalmente a modo de diccionario para aclarar significados o para ampliar alguna materia. Pero aquella de Labor era para nosotros el perfecto modelo de lo que podría llamarse el "saber enciclopédico", desde las Matemáticas, la Física, la Literatura, la Historia, y hasta las reglas de un deporte o las medidas de una cancha de baloncesto o de una mesa de ping-pong; y todo profusamente ilustrado con fotos, dibujos o imágenes que reproducían la materia explicada. ¿Internet? Al lado de este teclado desde el que escribo, al que por cierto le falla ya alguna tecla, tengo algunos lápices de colores que ahora me sirven para subrayar, varias plumas (una Parker, por supuesto) y en el salón sigo teniendo una enciclopedia, por si se va la luz. José López Romero.

IRRUMPEN con fuerza los blog literarios. Es un hecho incontestable que escritores y lectores se han lanzado a la red de forma masiva, y dan a conocer sus nuevas propuestas o experiencias en ese soporte virtual. ¿Quién nos lo hubiera dicho hace unos pocos años? Y es que Internet lo esta cambiando todo, hasta nuestros hábitos más queridos, por lo que el "renovarse o morir" parece más vigente que nunca. La prensa en papel, por ejemplo, está siendo arrinconada por las ediciones digitales, e incluso la televisión, la que algunos han calificado como la última frontera por traspasar, parece que es cuestión de tiempo, de muy poco tiempo, que sea desplazada y absorbida por la red de redes. No podíamos esperar que el mundo del libro quedara intocado ante tal reto. Y por ello, como les decía , escritores y lectores irrumpen, irrumpen con fuerza en el ciberespacio reclamando su propio rincón. Así no es extraño que el blog se convierta en una herramienta eficaz, con la que cada vez más escritores, pongamos por ejemplo a Félix J. Palma, amplían el eco de su última novela, en este caso la atractiva "El mapa del tiempo"; o en una especie de laboratorio experimental desde donde se analiza en clave literaria la realidad cotidiana de una ciudad, en este caso Jerez, como se hace en el muy interesante Diario Inconfeso, del periodista local Marco A. Velo. También esta misma página, como no podía ser de otra manera, se prolonga en la red con el blog, en este caso de perfil totalmente literario, Laberinto-1873. De los blogs literarios que sigo, de escritores o lectores de nuestra provincia (que aún son pocos, entre ellos Hipogrifo violento, El cuartito de pensar…), hay uno que me atrae especialmente. Me refiero al "Blog jerezano de Carlos Jurado Caballero". ¿Literario? Es éste un blog total, donde la cultura, especialmente la literatura está muy presente, aunque las más de las veces sea al servicio de brillantes análisis, o conseguidas ambientaciones, de la realidad más candente que nos afecta a todos. En este sentido su último post, "Casuales remodelaciones", resulta un buen ejemplo. Ramón Clavijo Provencio

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