gastronómico y costumbrista

Fátima Ruiz De Lassaletta / /

Renovarse o morir, en Rompecerones

JEREZ fue siempre una zona vitivinícola pionera, en la que el concepto Pago - que es una extensión de terreno para el buen cultivo de la vid, bien delimitado y lindante con otras tierras que dan jereces de cualidades diferente- estuvo siempre muy arraigado en el pensar y el hacer del vitivinicultor: Macharnudo, Balbaina, Añina, son algunos de los nombres de esos pagos, que se extienden desde el Cerro de San Julián, hasta La Atalaya, a las puertas de Sanlucar o La Cañada, a la salida del Puerto, y aún más allá. A las Viñas, bautizadas con preciosos nombres de santos o toponímicos, se accede por caminos o carriles de no menos pintorescos nombres: la hijuela de las Tablas, o en este caso por el camino de Rompecerones, al final del cual está la Hacienda Vistahermosa de Luis Pérez, en la segunda mas alta situación de la comarca, que se destaca roja sobre Ikea.

Allí hacía decenas de años, tal vez desde la filoxera, y desde que el mal piso destrozaba con el vaivén de los baches lo cerrones de los borricos, que no se habían repuesto las cepas. El terreno no es la tradicional albariza pura, sino yeso y piedra abundante mezclada, pero muy del gusto de otras cepas o porta injertos distintos a la de la uva Palomino, como se viene demostrando con las variedades europeas de Petit-verdot, Merlot, Sirac, entre las principales. De suerte, que en el momento oportuno, a finales del siglo reciente pasado y casi antes del infame Euro, un Enólogo sanluqueño y directivo de I+D - investigación mas desarrollo- en La Bodega, adquirió 25 hectáreas y concibió un proyecto, alternativo a lo existente, para vinos tintos de mesa y enoturismo.

Sí algún día en el Reino de España, este industrial recibiera - como se acostumbraba obtener en siglos anteriores- la carta de hidalguía que su trayectoria avala, su lema en el escudo de sus etiquetas o contras podría ser el que ejerce: se enseña los que se aprende y lo que se sabe, se hace. Esto es un mucho la tradicional forma de trabajo que existía en todos los gremios, donde la figura del aprendiz, aún no se había perdido. Aquí el discípulo resultó aventajado y Willy Pérez, cuya esposa ya espera a Luis III, está dispuesto a continuar bajo la dirección del catedrático de la universidad de Cádiz, su padre, y en buena armonía con sus tres hermanas una Empresa familiar, que al día de hoy ya emplea a una docena de cabezas de familias, y que dará que hablar en el sector vinícola español, por la calidad de sus vinos y lo hermoso de sus instalaciones de ocio: una casa o señorío restaurada con alberca, una gañanía dedicada a salón de degustaciones y de catas dirigidas, salón de banquetes para 400 comensales, un museo vivo de las principales variedades de cepas mundiales, un chenil de Jack-Russel, primos de nuestros Bodegueros-Ratoneros y un picadero para la equino-terapia, todo ello en terrazas sobre la ciudad de Jerez. De forma que a las últimas nuevas Bodegas de destacada arquitectura de vanguardia, en la Rioja Alta o en la Ribera, como Baigori, Vivanco o el Hotel de Riscal, no tiene nada que envidiarle Vistahermosa, con camino ya asfaltado entre cipreses, frente al Olivar de la Cotorra.

Un lujo, al alcance de todos los que tengan el gusto de solicitar su visita y disfrute. No cabe duda que el abuelo materno don Juan L. Vega, viñista, almacenista y corredor de vinos de Jerez en el siglo pasado, aprobaría y se sentiría orgulloso de esta iniciativa familiar, si la viera. Que cunda el ejemplo.

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