El acento

Juan Carlos López Eisman

El asno de Juan de Buridano

QUE la libertad consiste en poder elegir parece que es algo en lo que todo el mundo está de acuerdo. Así, sin más análisis ni matizaciones, habitualmente todos entendemos que es la libertad precisamente la capacidad de optar ante varias alternativas y también en poder decir que sí o que no a algo o ante algo que tenemos delante, que se nos ofrece. Incluso nos parece que cuantas más posibilidades se nos ofrezcan, mayor es el grado de libertad o, dicho de una manera más familiar, más libres somos. "Tener por patria el cielo abierto, el universo, y por ley la voluntad" es el reclamo de los contrabandistas en la ópera Carmen. Pero no nos engañemos tan fácilmente. Casi nada de esto es así y las cosas son mucho más complicadas y complejas de lo que a primera vista nos puede parecer.

Juan de Buridano fue un excelente profesor de filosofía en la Universidad de París al que se le atribuye una especie de chascarrillo, que por cierto no está en ninguno de sus escritos, para explicar que no es tan sencillo esto de la libertad ni tan fácil de explicar. Imaginemos, se cuenta que dijo, un asno o un burro que, muerto de hambre, se encontrara delante con dos montones de paja tan absolutamente idénticos que no tuviera ninguna razón, ninguna de ningún tipo, para inclinarse por uno o por otro. En ese caso ¿qué haría? El problema está en que, si es siempre el motivo más convincente el que dirige nuestra conducta, la existencia de varias opciones de idéntico peso nos complica hasta el punto de que al final no seamos capaces de inclinarnos por una posibilidad o por otra. ¿A cuánta gente le ha pasado que, no sabiendo a qué película asistir, ha acabado por no ir al cine? En el ejemplo algunos piensan que el animal se moriría de hambre.

La anécdota ilustra suficientemente el problema estructural a que han llegado las llamadas sociedades modernas y desarrolladas. Por el afán de acaparar, de aumentar progresivamente la riqueza y los medios fuera de todo control racional, se han transformado en insultantemente excesivas, llevando sobreabundancia para cada vez menos gente y generando una quiebra social como nunca se ha visto en la historia y que hoy estamos sufriendo casi al límite. Ese "cada vez más", que aparenta más libertad y más opciones, está ahogando a demasiados pudientes al tiempo que aumenta hasta lo intolerable el número de menesterosos a los que no les llega nada de nada.

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