Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Bordón y tinta nueva

Santiago Moreno

El gitano fascista

EN la Sierra de San Cristóbal -una pequeña cumbre que une Jerez y el Puerto- se mueve un extraño y curioso gitano.

José, errante desde que la madre lo trajo al mundo y dedicado al trapicheo de la chatarra desde que tiene uso de la razón, sobrevive a duras penas con lo poco que logra sacar de su negocio que -aunque en alza estos años- no da para ningún capricho. Sé de su historia porque el hambre o el azar le ha llevado a grabar un sencillo pero jondo disco de flamenco, en casa de un amigo mío, con las letras que ha ido tatareando a lo largo de su existencia durante las agrias noches que ha debido y debe de soportar en la olvidada loma.

Nadie lo había escuchado porque ni tan siquiera él se había oído antes en un reproductor; nadie sabía de dónde venía porque se refugia, desde hace muchos años, en el interior de una destartalada furgoneta.

Hasta ahí parece el guión de una de esas películas en las que un minero cantor se hace de oro con sus interminables jipíos o un pequeño niño huérfano consigue alcanzar los escenarios de media América del Sur... Pero solo hasta ahí porque la historia de este hombre logra dar otra vuelta de tuerca: la de ser el primer gitano fascista -al menos que yo sepa- de la historia. Para darse cuenta de ello solo hay que echar un vistazo dentro de su coche. Me cuentan que banderas con águilas, enseñas nazis y emblemas fachas recubren el interior de su furgón... Algo intolerable para un miembro de la comunidad gitana; una raza que fue perseguida por la dictadura.

Pero el asunto podría tener su truco porque me han revelado que de política, el buen gitano, no sabe un pimiento y que solo lo hace para quedar bien con algunos policías que no paraban, una tras otra, de exigirle que abriera las puertas de su vida: las puertas de su vieja furgoneta.

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