Hablando en el desierto

Francisco Bejarano

Alvar Fáñez de Minaya

Nadie se acordará del noveno centenario de la muerte de un personaje de la historia de España y de la historia literaria española, Alvar Fáñez, sobrino del Cid y su segundo, cuyas hazañas divulgaron los juglares entre los cristianos, no por capricho, sino por haber sido de verdad espejo de caballeros guerreando contra moros, que fue como se hizo España. Aparte de su relevancia en Mío Cid, se cree que tuvo un cantar propio muy popular, perdido luego, después de ser incluido en la Crónica General prosificado. Como ocurre con el Cid y con los héroes populares en general, su vida ha llegado a nosotros llena de leyendas, pero esto no empaña su figura histórica sino que la engrandece: solo los héroes populares, antiguos y modernos, pueden convertirse en legendarios, porque sus hazañas verdaderas se transmiten de viva voz.

Minaya no es leyenda. Aparece como sobrino en los documentos de la boda del Cid con doña Jimena y en los de la concesión del fuero de Sepúlveda, fue gobernador de la Toledo reconquistada y embajador ante Almotamid de Sevilla, enviado por Alfonso VI, defendió a Alfonso VII en su minoría frente a otras pretensiones, reconquistó Cuenca e impuso tributos a régulos de taifas. Fue vencido por infieles en Zalaca, pues muchos "garzones y malfechores" se unieron a los moros; pero defendió Toledo de Ali ben Yusuf y no dio descanso a los invasores almorávides, que lo admiraron y odiaron al mismo tiempo. Su fama recorrió España, cristiana y mora, para gloria de una y temor de la otra. Fue princeps christianorum para los moros y sarracenorum terror para los cristianos. Un modelo para los muchos caballeros ejemplares de la Reconquista.

Si se conmemorara alguna triunfante escaramuza de moros o cualquiera de las invasiones africanas, que a punto estuvieron de arruinar la formación de España, ya sonarían atabales y chirimías a lo lejos. Es inútil negar la gesta cristiana de rescatar España de las manos de los invasores. Se puede tergiversar u ocultar la historia en los colegios, pero es obligatorio estudiar el cantar de Mío Cid y ahí estará para la eternidad de los héroes Alvar Fáñez de Minaya. A él se atribuye la artimaña de sacar al Cid a caballo recién muerto para espantar a la morisma. A la muerte de Minaya, las crónicas musulmanas condenaron su alma a las llamas eternas y lo llenaron de improperios, demostrando así el miedo que le tenían, muerto el Cid, al más grande capitán español de su tiempo.

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