Persiguiendo un sueño

Alberto Espinosa García

En una semana

LA Semana Santa de este año 2014 llegó a su fin y centenares de cofrades jerezanos -y no tan jerezanos-, guardarán entre recuerdos, estampitas y dolor de pies esta semana donde la lluvia ha tenido el detalle de no sacarse su papeleta de sitio.

Fue en el momento en el que los cuatro zancos del palio de la Piedad arriaron definitivamente su pena callada en la capilla del Calvario cuando todo se consumió y las agujas del reloj comenzaban a rondar las cuatro de la mañana.

A esa hora las fuerzas ya flaqueaban, y los rostros delataban cansancios en todos aquellos que buscamos a Dios y a su bendita Madre a través de la devoción de las maderas talladas y de los sentimientos que sólo un izquierdo, una saeta o una candelería encendida nos puede trasmitir.

Pero los que amamos esta forma de amar estamos hechos de otra pasta, y nos recomponemos con facilidad del golpe que supone abrir las puertas a la nostalgia.

Ya solo nos quedan 51 domingos para que todo vuelva a su sitio, para que la ciudad vuelva de nuevo a sentirse impregnada de inciensos y de azahares, y para que nosotros volvamos a vivir en primera persona aquello que no dejamos nunca de revivir en tercera.

Si no me entienden, déjenlo, pues esto que les cuento no es para explicarlo, sino más bien para sentirlo, para apreciarlo, para respirarlo.

En una semana los cofrades acunamos el todo y la nada de nuestra vida; nos rendimos ante la cera gastada y desabrochamos el nudo de las promesas; buscamos resquicios de lo que no somos ante un cortejo de imperfecciones y acariciamos el dolor de lo que somos en una despedida, en una espera, en una papeleta de sitio, en una lagrima ahogada, en una bulla,…

Y todo esto en una semana… ¿se imaginan que tuviésemos más tiempo?

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