Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La jaima de Gadafi

LA jaima de Gadafi es como el baúl de la Piquer: viaja muchísimo. Tanto que no estoy del todo seguro que el tipo que acampó en la Hacienda La Boticaria de Alcalá de Guadaira, hace una semana, sea el auténtico jefe de la dictadura que gobierna Libia desde 1969. Después de que en Cuéntame nos hayan refrescado la leyenda de los dobles de Franco, quién nos garantiza que el Gadafi de la Boticaria no era un socias del coronel contratado por José Antonio Sáenz Sánchez (JASS), el afortunado dueño del lujoso establecimiento. Lujoso es lo menos que en la prensa regional, nacional e internacional se ha dicho de La Boticaria; he llegado a leer fastuoso. Lo que supone una publicidad global incalculable: ya me imagino a multimillonarios chinos, japoneses o norteamericanos reservando la habitación y el spa en los que estuvo nuestro Gadafi. ¿Qué vale eso?

La enorme habilidad como vendedor que ha tenido toda su vida JASS es compatible con una treta semejante, que permitiese además al jefe de la Yamahiriya ir tranquilamente de caza a la finca de Gerena, esa a la que se dice que no fue. Cabe la posibilidad de que el empresario utilizase para la ocasión a una vieja gloria sevillana, el travestí La Esmeralda, cuyo parecido con Gadafi ha ido en aumento en la medida en que ambos han envejecido. Y, la verdad sea dicha, el coronel ha envejecido muy malamente. Está muy desmejorado, él que fue tan apuesto en sus años mozos, cuando le dio el golpe de estado al Rey Idris y lo mandó a Egipto de jubilado forzoso.

Incluso es posible la hipótesis contraria: que el moro notable fuese auténtico, pero en vez de haber dejado centenares de miles de euros en la contabilidad del hotel, haya sido el propio JASS quien le hubiese pagado por colocar allí su jaima, tras haberlo hecho en los mejores establecimientos lisboetas y parisinos y antes de asentar sus reales nada menos que en el palacio de El Pardo, en donde trabajó otro dictador con posible doble. El marketing es el marketing.

Antes de que nadie se escandalice, hay que decir que éste es un dictador bueno, a diferencia de otros dictadores malos a los que podemos descalificar, atacar, destituir, e incluso ejecutar, sin mala conciencia. A éste lo paseamos por la geografía europea y española, sin pudor. Y Andalucía -Sevilla y Málaga en este caso- ha hecho un papel que representa a la perfección: el escenario para foráneos de la España verdadera y auténtica, flamenco incluido. En Francia, Gadafi se gastó 10.000 millones de euros en contratos. Aquí pretende que le recalifiquen terrenos para hacer 2.000 viviendas de estraperlo en la Costa del Sol y ganar un dinerito. Hasta ahí llega la broma. Hay empresas nacionales que han pillado contratos. Me pregunto por qué tenemos los andaluces que poner el marco incomparable y el terreno a esquilmar, para que otros hagan el negocio.

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